CAPÍTULO 10: Mike

1.9K 60 0
                                    


— Yo, Miguel —dije— Bueno mis amigos me llaman Mike— ¿Por qué andas siguiéndome, o lo que quiera que hagas?

— No sé si debo hablarte de eso, ni si quiera te conozco —respondió. La chica parecía nerviosa, las manos le temblaban y miraba a todas partes, sobre todo posaba la mirada en mí, con miedo, con recelo.

— ¿Y para que me has traído aquí? —pregunté confuso. Observé alrededor y miré la naturaleza que nos rodeaba, pensé si recordaba cómo volver, pues nos habíamos introducido mucho en el bosque.

— Quería saber por qué apareces en mis sueños, sin ni si quiera haberte visto, pero veo que no sabes nada así que...— tras esto se dio la vuelta dispuesta a marcharse. La seguí corriendo hasta que logré alcanzarla.

— ¡Espera! —grité— Creo que si lo sé. Lo del gimnasio lo hiciste tú, ¿Verdad? — pregunté.

— Sí, te agradecería que no pienses que soy un monstruo, alguien raro y por favor no se lo digas a nadie —dijo mirándome con sus ojos azules, temerosos.

— ¿Crees que eres la única que puede hacer algo extraordinario? —dije. Me di cuenta entonces de que no estaba solo, de que había alguien más. Suponía que debía haberlo sabido pero tras esos meses sin respuestas me di por vencido.

— ¿Qué? —preguntó.

Entonces, decidí mostrarle lo que sabía hacer, era la primera vez que se lo contaba a alguien, y era la primera vez que encontraba alguien como yo. Abrí mis manos hacia los árboles y el suelo comenzó a temblar, los árboles comenzaron a moverse y a crecer. Las ramas cruzaban de un lado a otro enredándose y cruzándose con ramas de los otros árboles y las hojas de los árboles crecieron enormemente. Con todo esto nos encerramos en un círculo cerrado rodeado por árboles, ramas por todos lados y plantas. Seguí mi demostración haciendo todo tipo de flores alrededor nuestra y cada una de ellas cada vez más gigantesca. Como había poca luz, decidí crear unas luciérnagas que salieran de las flores y volaran a nuestro alrededor. Paula miraba boquiabierta a todo como si fuera una niña pequeña.

— ¿Pero qué...? —dijo— ¿Cómo lo haces? —añadió sorprendida.

— No lo hago, esto solo lo estamos viendo tú y yo, si alguien apareciera ahora mismo pensaría que estamos locos —dije informándole.

— ¿Quieres decir que es una ilusión?, parece real —dijo.

— No es real. Pero es peligroso, si en la ilusión hay algún riesgo y él que la ve, se la cree entonces será real para él. Por lo tanto todo lo que le ocurra en la ilusión le ocurrirá de verdad.

— ¡Dios mío! —exclamó ella sorprendida.

Estuvimos hablando durante un rato más y después nos marchamos cada uno a nuestra casa. No estaba sólo, no estaba loco, era real. Había alguien como yo y al parecer podría haber más. Me pregunté si Paula también se sentía así, sí ella también se había sentido algo así, sentirse incomprendido era como sentirse abandonado pero ahora nos teníamos el uno al otro, para compartir nuestros temores y nuestras dudas. Decidimos quedar para otro día. Y esperaba con ansia volverla a ver, sentirme comprendido por una vez.

— ¿Y esa sonrisa? —preguntó mi madre cuando llegué.

— Nada mamá, nada —contesté sentándome en la mesa.

— ¿Y ese nada es una chica?

— Em, puede —dije yo subiendo una ceja.

A la mañana siguiente no paraba de pensar en ella, era como si de repente todo cobrara sentido. No me había sentido así nunca. Y Marta como era evidente me lo notó.

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora