CAPÍTULO 8

2K 70 6
                                    

Lo miré extrañada— ¿A qué habría venido? —Le indiqué que pasara, mis padres estaban en el trabajo, así que lo que tenía que decirme me lo podía decir libremente, ya que no habría nadie más que yo escuchando. Mientras nos dirigíamos al salón pensé en que podría ser— ¿Ceci le había dicho ya que se marchaba o quería hablar de aquello en lo que al parecer, teníamos en común? —Encendí la lámpara del salón, ya que estaba a oscuras al estar ya oscureciendo.

— ¿Quieres algo de comer o de beber? —pregunté.

— Un vaso de agua por favor —contestó.

— ¡Vaya!, sí, que sales tu barato —dije intentando calmarle ya que estaba un poco incómodo.

Fui a la cocina y cogí un vaso del armario, después abrí el grifo del fregadero. Algo bueno que tenía esta ciudad es que el agua era potable, donde vivía antes teníamos que comprar agua embotellada, pero al menos la mayoría de los días eran soleados no como aquí que era un lugar húmedo, frío y lluvioso.

Terminé de llenar el vaso y volví al salón, Mike estaba sentado en el sofá reclinado y apoyando sus codos en sus rodillas y sus puños apoyados en las sienes con un gesto pensativo. Pensé en todo lo que había pasado y en lo que él tenía algo que ver, o al menos eso creía. Sería extraño que todo fuera por mi imaginación o que solo fuera una coincidencia. Tanto en el local como en su casa pasó algo y él estaba presente, luego estaba lo de la sangre y las altas notas que fácilmente, los dos, sacábamos.

Miré el reloj, las siete y media, me senté al lado de Mike, este se giró hacía mí y con sus ojos verdes miró a los míos y empezó a decir:

— Creía que no iba a encontrar a nadie más.

— ¿Qué? ¿De qué estás hablando? —pregunté confusa.

— ¿Cuándo empezaste? —preguntó. La falta de información en lo que decía me irritaba.

— ¿Cuándo empecé de qué? —dije molesta.

— ¿Cuándo empezaste a tener... cosas raras, sucesos extraños? —Mike empezaba a asustarme.

— No sé de qué estás hablando.

— Sí, lo sabes —Mike estaba algo alterado y me estaba asustando cada vez más.

— Mira Mike —dije mientras me levantaba e iba a la cocina intentando alejarme de algo que era obvio— no me líes.

— Empezaste con las pesadillas de las rosas —en ese momento paré de caminar y me di la vuelta, me quedé paralizada.

— ¿Cómo sabes eso? —esta vez estaba asustada de verdad.

— Te despertaste con arañazos inexplicables que creías haberte hecho tú —siguió diciendo ignorando mi pregunta.

— ¿Cómo...? ¿Qué? —dije sin poder articular palabra.

— Después los mareos, la sangre de la nariz y la sombra —decidí volverme a sentar en el sofá— en la fiesta, esa cosa estaba allí, por todas partes me observaba y se acercaba. Salí corriendo y me alcanzó, y estuve inconsciente durante unos minutos pero volví a despertarme y seguí huyendo hasta encontrar la parte de atrás del local.

Salí y estuve unos minutos recuperándome, después oí unos pasos, creía que volvía pasar algo pero de repente saliste tú, asustada y como yo, con falta de respiración.

— ¿Y sólo de eso deduces que soy como tú? —seguí preguntando confusa.

— No solo de eso no, en mi casa cuándo te desmayaste decías que te perseguían y ni si quiera estabas dormida y eso es algo que me es familiar ya que me ha pasado.

— Vale si todo esto es cierto, ¿Cuándo empezaste tú? —pregunté ansiosa de saber más sobre aquello.

— Hace unos tres años, eran vacaciones de verano. Un día por la noche tuve una pesadilla, la de las rosas, no le di importancia pero la pesadilla se repetía continuamente durante días y semanas. Me parecía extraño incluso fui al psicológico pero me dijo que era normal que quizá fuese un recuerdo reprimido de cuándo era pequeño, así que me mandó unas pastillas y al final terminó quintándose. Durante un tiempo, no me volvió a pasar y creía que había terminado, pero una noche volví a tenerla, más fuerte incluso, casi real, mi sorpresa fue a peor cuando me desperté con todos los brazos arañados.

— Un momento hace dos años ¿Y por qué a ti te vino antes y a mí ahora? —pregunté sin dar crédito a todo lo que Mike contaba.

— No lo sé, a cada uno le viene cuando le viene.

— Un momento, ¿Hay más como tú y como yo? —pregunté.

— Sí, conocí a alguien, pero no sé si habrán más, supongo que sí pero no sé cuántos —respondió y después siguió contando— si lo de los sueños era malo la sombra es peor, que no sé qué es, ni por qué nos persigue, parece que quiera eliminarnos, es una tortura. También lo del poder que no sé si definirlo como bueno o como malo, un don o una maldición porque si no lo controlas te puedes volver loco.

— ¿Poder? —dije sorprendida.

— Oh, ¿Aún no has llegado a esa parte? —preguntó.

— No —no podía creerlo, por un momento pensé que todo era mentira y que me estaba tomando el pelo pero lo que vino a continuación fue lo más sorprendente que había visto en mi vida.

— Observa —Mike se quedó concentrado y observándome. Entonces extendió los brazos y poco a poco cientos de mariposas de todos los tamaños, y de colores inimaginables salieron de sus manos y se esparcieron por el salón. Las mariposas comenzaron a dar vueltas alrededor nuestro, mientras observaba boquiabierta Mike comenzó a hablar— puedo hacerte ver todo lo que sea, hacerte creer que lo que estás viendo es real cuando solo es una ilusión —de repente una de ellas se acercó a mí, extendí el brazo y se posó en uno de mis dedos y después desaparecieron de golpe.

— ¡Vaya! ¿Cómo lo haces?

— Lo extraño es que no hagas algo así tú —en ese momento recordé aquella vez en mi habitación cuando la bola de cristal quedó suspendida en el aire— pero, es difícil de controlar podrías volverte completamente loco, gracias a dios esto lo controla —entonces Mike me enseño su pulsera, en ella había una piedra de color azul exactamente igual que la que llevaba yo en el colgante pero en mi caso era violeta. Entonces me di cuenta que eso fue lo que me hizo desmayarme en su casa— ¿Y el tuyo?

— No lo tengo —al decir esto la cara de Mike palideció.

— ¿Cómo que no lo tienes? —preguntó Mike serio.

— Me... me, me lo quitaron —respondí asustada.

— ¿Qué? no, otra vez, no. Joder por eso te pusiste enferma, ¡O dios! —dicho esto se levantó y comenzó a andar por el salón.

— ¿Cómo que por eso? es una simple piedra, ¿Por qué va causar eso que enferme?

— Tenemos que buscarla, ¿Dónde y cuándo la perdiste? —Mike caminaba nervioso por la habitación mientras yo, intentaba comprender que pasaba.

— Pues hace unos meses, cuando empezamos el instituto, iba de vuelta a casa con Marta.

— No, otra vez, no. No si puedo evitarlo.

— Mike cálmate ya, no va pasar nada tranquilízate por favor me estás asustando —dije intentando calmarle.

— Joder ¿No lo entiendes? —siguió diciendo mientras se sujetaba la cabeza con las manos.

— ¿Entender qué? —grité ya cansada de verlo así

— Ayla, lo que te pasó no fue casualidad, aún me sorprende que sobrevivieras, si no lo encontramos pronto morirás.

d

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora