CAPÍTULO 1

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Miré por la ventana distraída mientras escuchaba música en mi iPod. Mi amiga Judith me había hecho una lista de reproducción completa, era como un regalo de despedida, aparte del libro que tenía en mis manos.

Habíamos llorado durante un buen rato juntas, nos conocíamos desde niñas y era muy duro separarme de ella.

Esos últimos días no estaba de humor. Estaba enfadada, no quería irme de mi ciudad y menos a ese pueblucho pequeño en donde solo vivían cuatro mil habitantes.

Mi madre me miraba por el espejo retrovisor con ojos tristes, sabía que ella no tenía la culpa de que hubiese encontrado trabajo allí, pero aun así estaba furiosa, aunque no quería pagarlo con ella.

Con mi padre no había problema, pues era periodista y hacía su trabajo en casa, excepto cuando se tenía que marchar a algún lugar durante semanas.

Al poco tiempo de estar en el coche, comenzó a granizar. Puse los ojos en blanco y recordé que hoy había sido mi último día de sol.

Gernia estaba en Valencia, situado por las montañas. Era el pueblo al que me mudaba, un lugar donde siempre estaba lloviendo. Allí, casi todo el mundo se conocía y la gente era, bueno...de pueblo.

Llegamos y ayudé a mis padres a recoger todo. El fin de semana anterior habíamos hecho la mudanza y ya estaba todo en su sitio. Así que subí a mi habitación y dejé la maleta.

Después de haber ayudado a mi madre decidí salir a dar una vuelta por el pueblo. Pero no había mucho que ver, era bonito, de eso no cabía duda, pero no había apenas tiendas ni lugares para entretenerme, así que terminé entrando en una librería.

Decidí hojear los libros de bolsillo, pronto terminaría el libro que me había regalado Judith y necesitaría algo para entretenerme. Elegí uno y leí el resumen, parecía interesante y como no tenía nada mejor que hacer decidí leer el primer capítulo.

- Parece entretenido -dijo una chica morena delante de mí haciendo que me sobresaltara- vaya lo siento, no quería asustarte.

- No tranquila, estoy bien. Acabo de mudarme aquí y no tenía otra cosa que hacer así que...

- Sí bueno, aquí no se puede hacer mucho -respondió. Observé a la chica, tenía un estilo muy peculiar y rockero. Vestía pantalones rotos negros, botas militares, una camiseta roja pintada con letras en spray, el pelo oscuro y corto que le llegaba por los hombros, un pirsin en medio de la nariz y una dilatación en la oreja izquierda, aparte de maquillaje negro en los párpados que hacía destacar el color ámbar de sus ojos- Un momento, ¿tú no serás la chica nueva de la que nos ha hablado nuestra tutora verdad? Bueno seguramente sí, solo hay un instituto.

- Sí, soy Ayla Gisbert.

- Yo Marta Cladells, encantada de conocerte -añadió tendiéndome la mano- Bueno, espero verte por el instituto, ¿Aina has dicho que te llamabas?

- Ayla -corregí.

- Ayla -volvió a decir- Tienes un nombre muy peculiar.

- Lo sé...

- Bueno tengo que marcharme, adiós.

Volví a casa sin ningún libro bajo el brazo y con la esperanza de que todos fueran tan amables como Marta. La idea de ir a aquel instituto, el único de allí, me ponía de los nervios, se llamaba La Torre. Lo cual me recordó a Rapunzel y me pregunté si me sentiría ahí dentro igual de encerrada.

La mañana siguiente me desperté antes de que sonara el despertador, estaba muy nerviosa y a la vez con ganas de conocer a la gente de mi edad. Después de desayunar y vestirme, mi madre, la cual tenía un bollo en la boca, un móvil entre la oreja y el hombro y papeles entre sus manos me indicó con la cabeza que subiera al coche.

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora