CAPÍTULO 5

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Me desperté de un grito, me encontraba sudada y jadeando, como las últimas tres noches. El sueño siempre era igual, iba andando por una calle oscura y vacía, todas las tiendas estaban cerradas y todas las ventanas de las casas estaban cerradas a cal y canto, no había ninguna habitación encendida. Tampoco había coches y lo único que podía oír era el ulular de un búho que no estaba muy lejos de mí.

Caminé despacio buscando alguna señal de vida, pero parecía una ciudad fantasma, era como si la gente se hubiera evaporado. Oí mis pasos sobre el asfalto y el ruido de mi respiración que cada vez sonaba más alterada, el viento pasaba por mi lado alborotándome el pelo.

Seguí caminando y pensé en llamar a alguien pero ninguna voz salía de mi cuerpo. Entonces noté una presencia, sabía que nadie estaba detrás era como un ente que se notaba en el aire, noté como se aproximaba y mi pulso se aceleraba por la adrenalina.

Me puse a correr sin mirar atrás pero esa presencia se aproximaba a mí, más y más rápido. No oía ningún paso solo el ruido del viento cuando esta pasaba. Busqué desesperada alguna ayuda pero no había nada ni nadie, solo yo y una carretera despejada para correr.

Notaba como las gotas de sudor me empapaban la cara y como la carrera se hacía interminable, en un pensamiento rápido decidí doblar por las calles y no seguir recto aquella avenida sin fin. Las calles seguían vacías y todas parecían iguales, parecía estar metida en un laberinto sin salida.

Pensé en que en algún momento tendría suerte, que alguna puerta estuviera abierta que alguien apareciera y me salvaría de aquella situación pero ocurrió todo lo contrario. Me metí en una calle más oscura que las demás, pese a ello sabía que no podía volver a atrás, esa cosa estaba demasiado cerca.

Seguí corriendo sin ver nada y pensando que algo me haría tropezar. Entonces coqué contra algo duro y mi cabeza dio contra una pared. Palpé la pared y noté ladrillo, subí mis manos pero la pared era alta, no sabía hasta dónde.

Me di la vuelta y una luz se encendió de algún lugar, haciéndome ver esa sombra roja que durante los últimos días no me dejaba en paz. Desesperada miraba a todas partes buscando una escapatoria mientras esa cosa se acercaba.

El aire se esfumaba poco a poco a medida que esa cosa se iba aproximando, no podía ver a través de ella, y por mucho que intentara apartarla con mis manos, estas chocaban contra algo espeso y caliente. Mis manos dolían a su tacto y mientras, mi pecho se movía en busca del último resquicio de aire, hasta que esa cosa se introducía dentro de mí y me quemaba la garganta y el resto de mi cuerpo.

Pronto mis piernas fallaron y mi cuerpo se cayó al suelo, introduciéndome en una oscuridad infinita hasta que mis ojos volvían a abrirse despertándome de aquella pesadilla.

Me levanté de la cama, seguía faltándome el aire, pero poco a poco fui recuperando el aliento, mis pies desnudos tocaron el frío suelo, pero su frescor me reconfortó así que seguí andando descalza hasta el aseo.

Miré mi cara pálida en el espejo y como la camiseta que llevaba se había pegado a mi cuerpo por el sudor, mi pelo estaba empapado y las ojeras de mis ojos estaban más pronunciadas y de un tono más oscuro. Pese a que eran las cinco de la mañana, sabía que no podría volver a dormirme.

Me desnudé y tiré la ropa al suelo, después abrí el grifo y cuando el agua caliente salió me metí bajo el grifo dejando que el agua callera sobre mí y que se llevara tras de sí todo el sudor y la suciedad de mi cuerpo. Mientras me enjabonaba el pelo pensaba en lo que pasó en la fiesta.

Tras salir del local Mike estaba allí, no dijimos nada simplemente nos miramos confusos y antes de que pudiéramos abrir la boca llegó Pau y volvimos a casa.

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora