CAPÍTULO 22 : Dani

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— Video número uno, día 4 de marzo de 2013 —dije mientras situaba la cámara en el ordenador— Me llamo Daniel Fernández Simón, estoy en una especie de hospital desde hace una semana. Si estás viendo esto es porque yo mismo te lo confié y seguramente estaré muerto o paranoico. No estoy solo, hay alguien más, una chica, y como supongo, como ellos sospechan, hay más. Si eres alguien como yo, huye no llames la atención, que no te descubran, porque cada día aquí desde que empieza hasta que termina, es una auténtica tortura...

2 meses antes...

— Mamá me voy al instituto —grité sin esperar respuesta y cerrando de un portazo la puerta de mi casa. Mi madre y yo no nos llevábamos bien, no le importaba que me pasara y pasaba de mí. Le tenía especial cariño a mi padre, él y yo nos llevábamos uña y carne, pero murió dos años antes en un accidente de coche, y desde entonces todo empeoró. Mi madre solo le prestaba atención a mi hermano pequeño. Sabía que yo era adoptado, la decisión la tomó mi padre, y pensaba que quizá por eso tenía ese problema con mi madre.

Llegué al instituto, como siempre tarde y entré por la puerta principal. El conserje paseaba por allí como todos los días y con su característico traje. Silbaba una canción mientras daba vueltas con un dedo, las llaves que habrían todas las puertas de aquel instituto.

— ¿Otra vez tarde Dani? — me preguntó.

— Sí — contesté sonriente— mi cuerpo se ha acostumbrado a la rutina —añadí. La verdad es que el conserje era el único en aquel instituto que me caía bien. Entré a clase de física y química, el profesor me miraba malhumorado y con cara de pocos amigos.

— Siéntate —soltó cabreado— y como vuelvas a llegar tarde te quedas fuera — hice lo que me pidió y saqué mis cosas para prestar atención en clase. A los cinco minutos una bola grande de papel me dio en la cabeza.

— Ey friki — me dijo Javi, un chico de mi clase— ¿Sabe tu madre que te la cascas viendo cómics? — escupió con desprecio. La verdad es que yo mismo me consideraba friki, pero no era ningún gallina y no permitía que nadie me tomara el pelo.

— ¿Sabe la tuya que tú lo haces pensando en ella? —contesté con más desprecio aún. La madre de Javi murió poco tiempo después de nacer él. Su padre era empresario, y se había vuelto a casar hace un año con una mujer 20 años más joven que él, y que era aspirante a modelo. Todo el mundo en el instituto lo sabía. De repente comentarios tipo " Oh, lo que te ha dicho" y risas inundaron la clase.

— ¡Silencio! — gritó el profesor. Continué las otras dos clases con normalidad y cuando sonó el timbre del recreo, una chica, Zaira, se acercó a mi mesa, cosa que nunca hacía. Se agachó apoyando sus codos sobre la mesa de manera que se le veía toda la delantera.

— Hola Dani —dijo ella mascando un chicle sonriente.

— ¿Qué quieres Zaira?

— Bueno —dijo mirándome a los ojos— tú podrías hacerme el trabajo de biología ¿A que sí? — la verdad es que estaba muy buena pero siempre estaba igual con todo el mundo.

— Y tú podrías dejar de ser una guarra, pero no lo harás ¿A qué no? —dije insultante— pues yo tampoco. Entonces me dio un tortazo y antes de marcharse añadió:

— Cabrón maricón —continué aquel fastidioso día y me fui a mi casa enfrascado en mi mente. Antes yo no era así, normalmente dejaba que me manipularan y era el típico chico marginado al que podían hacer de todo, hasta que me harté. Decidí que lo mejor era protegerme y me apunté a un gimnasio y desde entonces poca gente se metía conmigo, simplemente me dejaban en paz. Seguí andando, cuando una voz curiosamente familiar me sacó de mis pensamientos.

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora