AYLA ©

CAPÍTULO 3

Pasaron algunos meses y todo fue volviendo a la normalidad, empecé a adaptarme a las clases y la gente dejó de mirarme como "la nueva", al menos era un paso. Lo cierto era que me sentía cada vez más cómoda en aquel pueblo, la verdad es que pese a que echaba de menos Valencia empezaba a sentirme bien en un ambiente tranquilo, la ciudad era estresante.

Judith había hecho nuevas amigas, lo cual me parecía genial ya que sí yo era tímida, Judith me duplicaba, se pasaba centrada en sus libros y no salía de su mundo de fantasía, era muy distraída y me alegraba que alguien estuviera ahí para ayudarla cuando ocurría algún desastre como perder las llaves u olvidarse de un examen.

— Chicos —dijo Pau sacándome de mi ensimismamiento— tenemos que hacer el trabajo de Griego —añadió dirigiéndose a Mike y a mí. Íbamos juntos a griego y la profesora mandó un trabajo para la semana siguiente, habíamos estado dando los dioses griegos y como estos habían influenciado en la cultura y en el lenguaje, me encantaba la mitología y me parecía bastante interesante, pero con todos los trabajos que habíamos estado dando se me había olvidado por completo, aún no habíamos empezado y por la cara que pusieron los demás tampoco se habían acordado y el trabajo era para la semana que viene.

— Ups... Cierto —contesté— ¿Cuándo quedamos?

— ¿Qué tal esta tarde? —preguntó Pau— el sábado tenemos la fiesta y el domingo será de... tío de domingo, casi nadie sale en domingo. Probablemente si la fiesta es buena estaremos de resaca así que...

— Eso lo dirás por ti, porque vaya tela lo que bebes —respondió Marta. Al parecer hace unos meses, antes de que yo apareciera, Pau se pasó bebiendo, he hizo el ridículo más espantoso del mundo. Aparte de increpar a varias chicas y que estas le dieran calabazas con varios cubatas desperdiciados, se puso a bailar y hacer el ridículo de tal forma que su cara pareció por YouTube.

— Ey que yo solo bebí unas copas, a saber lo que le echaban —dijo Pau intentando defenderse.

— Unas copas detrás de otras, Pau —añadió Mike— ¿Quieres ver el video que lo aprueba? Tenías un pedo de cojones, era el mejor local de esta zona y tenemos prohibida la entrada, por tu culpa. Además de hacernos pagar los desperfectos, y de gastarte el dinero de tu hermano en copas.

— No fue solo culpa mía, ¿me estás diciendo que tú no bebiste? Estábamos todos más ciegos que los de la ONCE así que no me echéis toda la culpa —replicó Pau.

— Sí, bebimos, pero no tanto como tú y sobretodo no hice lo que tú hiciste, nadie en su sano juicio se subiría encima de la barra y le enseñaría el culo a la camarera. Fue tu culpa y lo sabes— se defendió, mientras Pau comenzaba a enfadarse— ey, pero no pasa nada. Sólo te pasaste y ya está, pero no nos eches la culpa.

Como veía que Pau empezaba a enfadarse decidí intervenir con el tema del trabajo.

— Bueno chicos, cambiando de tema... ¿esta tarde podéis?

— Yo sí —respondió Pau.

— Yo también, podemos hacerlo en mi casa — dijo Mike.

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Miré el papel donde ponía la dirección, coincidía con la casa que se encontraba delante de mí. La casa era blanca, de dos pisos, la puerta era de madera al igual que las ventanas, como todas las de esa calle. Delante de ella había un pequeño jardín y una verja que rodeaba la casa, con una puerta. Eran de estas casas rústicas que te hacían querer pasar el resto de tu vida en ella, tranquilamente sin preocupaciones, con flores por todas partes y de todos los colores, la casa desprendía alegría por todas la perspectivas que quisieras verla.