CAPÍTULO 35

1.1K 44 10
                                    


 Otra vez en esa estúpida habitación, estar tanto tiempo ahí me ponía de los nervios. Al menos ahora no llevaba esa cadena en el pie, aunque si el casco, que pesaba un montón y si no te aguantabas bien te tambaleabas del peso.

Estaba sentada en mi cama, si podía llamarse cama, porque solo era una estructura de hierro oxidado con una especie de colchón viejo y una almohada blanda. Cada vez me desesperaba más, este viaje no había servido para nada, solo para torturarnos. Aún tenía cicatrices de las heridas por todo el cuerpo y me preguntaba dónde estaría Mike, si estaba bien.

No sabía cuánto tiempo había pasado allí dentro, puede que días o incluso una semana. Me preguntaba que estarían haciendo Cysa y los demás— ¿Estarían preparando un rescate o simplemente rezaban para que volviéramos vivos? Seguramente sí mandaran un grupo de rescate su plan de salvar a la humanidad se iría por el desagüe. Aunque por otra parte había enviado a los mejores a esta misión. No saldremos de aquí —pensé. Todo por culpa de Marcos si no fuera por él no estaríamos en esta situación, ahora gracias a su estupenda idea, está muerto.

Me dolía la espalda y la cabeza, aguantar ese peso durante tanto tiempo pasaba factura. No iba intentar escapar, no servía de nada, y ya sabía que ocurriría si volvía a usar los poderes, el casco me transmitiría una descarga dolorosa que me dejaría inconsciente.

Aun así, en contra de mi voluntad podía percibir como mi cerebro luchaba por salir de esa prisión, como si tuviera vida propia y quisiera tomar el control, notaba pinchazos no sabría bien cómo explicarlo pero era como si esa parte desarrollada en mi cerebro hacía fuerzas por no quedar reprimida. Miré distraída al espejo y aunque no veía que había detrás notaba la presencia de dos personas, observándome. Entonces Amaia abrió la puerta.

— Vamos tenemos que repetir la radiografía.

— ¿Qué? —pregunté estupefacta.

— Os hicimos a todos una radiografía de vuestro cerebro cuando estabais inconscientes.

— ¿Y por qué hay que repetir la mía?

— Ha salido mal —se limitó a decir. Entonces Amaia entró y me puso unas esposas mecánicas y después con un destornillador me quitó el casco. Me miré en el espejo, el casco me había hecho una marca como si me hubiera puesto una soga.

Salimos de allí y miré hacia la habitación de Eric, llevaba su ropa y estaba dormido en su cama.

Continuamos por el pasillo y giramos a la derecha seguimos andando hasta que Amaia se paró en una puerta y la abrió, entonces bajamos por las escaleras. Giramos hacia la izquierda y tras un largo pasillo entramos a una sala de radiación y por un momento parecía que estuviera en un hospital.

Entramos a un pequeño cuarto donde habían dos médicos preparados y tras un cristal se podía ver una sala más grande con una máquina con forma de tubo, recordaba haber visto esa máquina en televisión.

Descubrí que había un tablón de cristal con una luz potente detrás. En el cristal estaban pegadas varias radiografías con nuestros nombres debajo, al lado de una radiografía donde ponía: persona normal. En todas las demás había una parte minúscula que no aparecía en la normal y estaba señalada de verde, en todas menos en la mía. Eso quería decir que habíamos evolucionado, y en vez del chip aparecía una especie de glándula, aunque parecía que no fuera mi caso, supongo que era ese el problema. Amaia me cogió los brazos y con una especie de mando hizo que las esposas se separaran, supuse que eran un substituto del casco.

— Espero que no intentes nada, estas esposas no son tan eficientes como el casco pero aun así hacen mucho daño —dijo Amaia. Le hice caso, no quería que volviera a pasar aquello. Me tumbé en la camilla de la máquina y esta me introdujo dentro, estuve ahí dentro quieta durante bastante tiempo.

AYLA © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora