Habían llegado las vacaciones, Pau y Mike hablaban sobre sus planes en el recreo mientras Ceci tenía la mirada ausente y apenada. Yo le sonreí, quería que supiera que estaba ahí. Mike tampoco se le notaba muy alegre la semana anterior fue su cumpleaños, lo celebramos en su casa con una cena. Al ver a Ceci triste, Mike le preguntó y le comentó lo que pasaba.
— Yo me quedo aquí, es un rollazo pero que se le va a hacer —dijo Pau.
— Yo pasaré parte de las navidades con mi padre —dijo Mike— Una semana hablando de juicios y movidas de gente que no me interesan.
— Yo me iré a Asturias, con mi familia. Menuda locura me espera —dije. Mi madre y yo habíamos estado preparando las maletas el día anterior, después de comer marcharíamos. Estaríamos una semana en casa de mis abuelos paternos, la cual era gigantesca situada en la montaña y en ella estarían, mis abuelos y mis cuatro tíos con sus correspondientes hijos.
En ese momento sonó el timbre y volvimos a clase. Durante aquella hora estuve ausente, pensando en tonterías hasta que me sorprendió la voz de la profesora.
— Bueno, que tengáis unas buenas navidades —dijo ella. Después recogí mis cosas y salí junto a la jauría de gente y descubrí el coche de mi padre en la entrada. Sonreía de oreja a oreja emocionado por aquella semana.
Lo cierto es que mi padre tenía un hermano gemelo, otro más mayor y una hermana. Sergio, Lucas y Mónica respectivamente. Y cada uno tenía varios hijos Sergio: Darío, Hugo; Lucas: Ulises, Raúl y Sofía; y Mónica: Fran y Raquel. Todos separados menos mi padre. En total nueve hombres muy brutos, contra cinco mujeres muy delicadas y femeninas. Y luego estaba yo que era la líder de los brutos. Ninguno de mis primos me ganaba en cuanto a bromas, deportes o eructos. Y es por eso por lo que me llevaba tan bien con mi padre.
De camino a casa mi padre se puso a hablar de las cosas que podríamos hacer ese año, como si fuera un niño y yo emocionándome con cada idea que se nos ocurría. Llegamos a casa y comimos, después cargamos el coche, y marchamos.
Nos esperaban ocho horas de viaje, cantando Queen y otras cosas hasta que mi madre nos metiera trapos por la boca para callar nuestros berridos. Para cuando llegamos era bastante tarde, ya que nos habíamos perdido varias veces así que simplemente descargamos y nos fuimos a dormir.
— ¡Despierta! —gritó una voz masculina dándome con una almohada en la cara. Era mi primo Hugo, que tenía 23 años y parecía que tuviera tres.
— Buenas Hugo, yo también me alegro de verte —dije volviéndome en la cama. Gran error.
— ¡Cogedla! —gritó. Entonces mis primos me levantaron. Y eso solo significaba una cosa.
— ¡No, no, no al lago no! —grité. Normalmente que te tiren a un lago, no es algo de que asustarse. Si no fuera porque estábamos en invierno a tres grados bajo cero y el agua estaba congelada. Bajaron conmigo en volandas por las escaleras mientras mis primas y mis tios miraban sin inmutarse.
— Bonito pijama de conejitos —dijo Lucas.
— Vete a cagar —espeté intentando zafarme.
— Salid en seguida no os de una hipotermia —dijo mi tío Sergio. Entonces mis primos me sacaron y me tiraron al lago. Pronto el agua helada me hizo chillar, y después vi como uno a uno mis primos se lanzaban al agua.
— ¡Joder que fría! –gritó Ulises. Después de estar allí varios minutos salimos fuera y nos cambiamos de ropa pareciendo osos por tantas capas y poniéndonos al fuego.
— ¡Cuántas veces os ha dicho que no hagáis eso! —nos chilló reprendiéndonos mientras mis tíos veían la televisión— ¡¿Y vosotros no decís nada?!

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AYLA ©
Ciencia FicciónVivir en un lugar nuevo significa muchos cambios. Nuevo pueblo, nuevos amigos, nuevo instituto...lo que no esperaba Ayla, era enfrentarse a algo que cambiara completamente su vida hasta convertirla en un infierno. Pesadillas, mareos, cosas sobrenatu...