8. UN CUENTO DE HADAS TERRIBLE

9 3 13
                                    

Mi cuerpo estaba tenso, sudoroso y de un momento a otro se contrajo logrando crear un arco entre mi cabeza y el suelo. Lo que había visto era casi un resumen de mis peores pesadillas así que en respuesta intenté sacar por completo aquella sensación de extrañeza. Ya no sé quién soy, a quién pertenece este cuerpo o cuál es mi nombre, estoy tan confundida y a la vez aterrada que deseo simplemente esfumarme.

Con demasiada violencia el líquido espeso y de olor tan mortecino que te impregna el olfato y hace que tus tripas se aprieten, salió de mí. El vómito no paró, el olor era en demasía putrefacto por lo que se me hizo imposible no sucumbir ante la repulsión y el asco, manteniéndome en ese estado por unos cuantos minutos. La garganta me ardía y a pesar de las manos a mí alrededor estaba segura que parte de aquella emesis estaba en mi cabello, pantalones y zapatos.

—¿Estás mejor?—oí decir a Rose.

—Déjame llevarte a que te limpies, no tienes que mirar al suelo.—me dijo otra más grave y cerca de mí. Lo cierto es que ahora tenía los ojos cerrados aunque el olor me seguía revolviendo el estómago.

Negué con la cabeza y la recosté en el sofá; levantarme o hablar era lo menos de lo que era capaz ahora.

—Coltom, busca algo para limpiar esto por favor.—pidió Georgia mientras parecía alejarse.

—Iré por una toalla para limpiarle la mejilla—dijo Rose.

Sentí que el cuerpo a mi lado se marchaba a tiempo que me levantan las piernas para hacerme acostar por completo, me quitaron los zapatos con cuidado y un momento después una superficie suave y algo húmeda me acaricia la mejilla derecha así como el mentón, suspiré e intenté abrir lentamente los ojos. Ante mí estaba mi compañera de habitación, sus ojos chocolate examinan por donde pasa el pañuelo de forma rigurosa.

—¿Ya estás bien, Dee?—ahora me observaba a los ojos pero su rostro no mostraba más que una creciente preocupación. Fruncí el ceño.

¿Dee? ¿Esa soy yo?

—Creo que está desconcertada.—miré al chico a mis pies, lo cual no resultó nada cómodo para mi cuello.

—¿No la notas algo cálida?—le preguntó Rose y me removí cuando su palma tocó mi frente, estaba helada—Te pondré una bolsa con hielo.

Cuando ella se estaba alejando Coltom apareció con varios suplementos de limpieza y una bolsa llena de... ¿aserrín?

Aunque había tres personas en la habitación, ninguno dijo palabra; al menos no mientras el chico rociaba el producto absorbente sobre la piscina amarillenta y algo marrón. Al verlo de nuevo mi estómago hizo ademán de contraerse, sin embargo, me tragué la bilis. Dos pares de ojos me miraron con temor, supongo que para nadie es muy placentero el olor a vómito fresco.

—Lo siento, no soporto verlo u olerlo demasiado.—me disculpé, ya era bastante con que aquel chico lo limpiase.

—Hmmm—terminó de depositar todo lo que necesitaba en el suelo y me miró—Yo tampoco.—sonrió en mi dirección e intenté devolverle la sonrisa, pero el labio inferior comenzó a arder, pasé mi lengua por él y di con el sabor metálico y salado de la sangre, lo tenía reseco.

—Debería traerte agua.—dijo Matt mientras se levanta, en respuesta solo fruncí el ceño y volví a mirar al techo.

En poco tiempo el picoso olor fue reemplazado por otro mucho más agradable, algo así como lavanda.

—¿Qué llevas ahí?—preguntó Georgia.

—Tiene fiebre y está deshidratada—le contestó el hermano de Mike—, a lo mejor en unas horas se recupera.

Un Alma a Medias (El alma en el medio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora