19. PENUMBRA

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Me halaron de una de mis manos y sentí un ardor picoso sobre mi mejilla hasta casi llegar a mi oreja, y choqué con dos cuerpos más. Estaba siendo arrastrada a algún lugar dentro del pasillo por el que quería escapar pero no veía nada entre las cortinas de las tiendas y las personas que se quejaban cuando mi codo o pie los golpeaba.

Levanté la cabeza permitiéndoles a mis ojos aclararse y mirar a la persona que me llevaba de la mano, solo faltó un segundo para reconocer el cabello negro y despeinado que se movía libremente en aquella carrera.

—¡Matt!—dije e intenté detenerlo pero este me volvió a jalar casi haciéndome caer, escucho algún pleito muy atrás de nosotros pero no pensé que nos persiguieran.

Matt no dijo nada mientras atravesábamos un puente, sobre nosotros el cielo se ponía gris y pequeñas gotas de agua cayeron sobre nuestros cuerpos. Seguimos a un paso constante pero ya no corríamos, unos diez minutos más tarde mi compañero entró a un sitio con resguardo por una puerta demasiada redonda.

El lugar es oscuro pero está lleno de luces rojas, amarillas y azules muy parecidas a las de la biblioteca de Edith; parece ser una especie de bar, las paredes son de piedra y en la entrada está grabado en madera su nombre: "La madriguera del conejo".

—Vaya nombre.—comento una vez recupero el aliento y miro a Matt, quien tiene el ceño fruncido.

Poseo una foto mental de esta expresión suya ¿Seré la que lo hace lucir así de molesto siempre?

—Eres genuinamente imbécil ¿De qué se trató ese numerito?—su voz es un susurró pero sigue siendo un regaño—¡Te iban a matar!—se paso las manos por la cara y luego por el cabello con exasperación para después colocar una sobre la barandilla detrás de él y otra en la cadera.

—No sabía que más hacer.—admití.

—Cualquier cosa, cualquier cosa menos decir que eres el demonio que todos quieren creer que eres.—espeta esta vez un poco más alto.

—Aunque me hubiese querido matar no habría podido, Matt.—le espeto igualmente—Tu escuchaste lo que dijo Edith-

—No vas a hacer que las cosas mejoren hablando de ella.—se adelanta a decir—Tenías a un sujeto con una espada a punto de partirte en dos, incluso si no pudieras morir creo es bastante difícil vivir partida en dos.

—Un sujeto con una espada...—me toqué la cara, ya no había gotitas de sangre pero me ardía el cachete izquierdo, Matt me observó y luego acarició con ternura mi herida con la misma expresión de decepción.

—Ten, ponte esto en la cara.—dice retirando su toque el cual deja un cosquilleo algo extraño no solo en mi rostro pero también en mi estómago, y saca un pañuelo largo de tela gruesa y negra—Difícilmente te reconocerán por tus ojos.—suspira y ladea la cabeza—Mejor te lo pongo yo.

Pasó suavemente el pañuelo por mi cara cubriéndola hasta el puente de la nariz y en lugar de colocarse detrás de mí para amarrarlo lo hizo estando su cara a centímetros de la mía. Mi corazón se aceleró igual o un poco más de lo que estaba cuando aquel hombre parecía que me iba a derribar, solo que ahora si me sentía asustada de verdad.

La respiración se me entre cortó cuando se alejó y me dio vistazo antes de por fin sonreír.

—Te vez tan rara.—comentó entre risas ligeras haciéndome curvar mis labios hacia arriba—Será mejor que vayamos con Edith, ya debe estar con Amanda.

—¿Amanda?—mi voz se escuchaba ahogada.

—Su amiga, tal vez ya encontraron algo con respecto a Rose.—me tranquilizó escuchar la pequeña nota de esperanza en su voz, él quería encontrarlos tanto como yo.

Un Alma a Medias (El alma en el medio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora