9,1. ATRAPADA

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INGLATERRA 1598

II. CRISTINE

Existir pero no sentir, eso se vive cuando apagan la humanidad en una persona, eso es todo lo que se podía ver en los ojos de Cristine.

—Esta será tu habitación, si tienes hambre puedes decirle a la señora Milwood que te prepare algo.—dijo el demonio haciendo entrar a la niña en aquel lugar. A pesar de su forma de vestir sofisticada y lo hermoso de su rostro, el tono de aquella mujer resultaba bastante maleducado.

La niña no era capaz de emitir palabra desde que habían llegado emergiendo del suelo, todo parecía una pesadilla demasiado real; ni siquiera había tenido el tiempo para llorar por su madre, era como si su propia vida también terminaba hoy.

—Quiero que te asees y luego bajes al salón principal, las criadas te ayudarán.—dijo suavemente la mujer mientras se encogía lo suficiente para estar a la altura de Cristine—Te haré olvidar un poco a tu madre, en unos días ni siquiera recordarás cómo era sentirse miserable por alguien más.—la niña en un acto casi inmediato se aferró al dolor que crecía en su pecho y permitió que finalmente las lágrimas rodaran abundantemente por sus mejillas mientras chillaba.

<<¡¿Cómo puede decir que olvidaré a mi madre?!>> pensó la joven bruja.

¿Cómo...cómo de-debo llamarle?—preguntó la pequeña demasiado asustada como para hablar correctamente.

La mujer frente a ella sonrió angelicalmente, pero su mirada era puro hielo, frío y duro. Con ojos centelleantes el demonio miró a la niña con más detenimiento y con la punta de su dedo índice tocó justo el espacio entre ambas clavículas

La niña quiso protestar porque sin darse cuenta las lágrimas caían por sus ojos y las imágenes de tan solo unas horas antes, bailaban dolorosamente una canción sin fin en su cabeza. La mujer enterró su dedo en la carne de Cristine produciéndole un estrepitoso dolor, haciéndola soltar un alarido y tomar parte de su brazo en su pequeña mano; entonces no solo se percató del irremediable sentimiento de impotencia sino de cómo sus venas parecían hincharse y su corazón estar a punto de explotar. Por un instante ni siquiera recordó su nombre o qué sucedía, de pronto el mundo era un lugar silencioso y solitario.

Cristine no olvidó a Isabela pero repentinamente la muerte de su madre le pareció lejana, como si no hubiesen pasado solo unas horas sino años.

<<¿Co-como se llamaba?... ¿Is...? definitivamente su nombre tenía una "S">> se torturó mentalmente y ni si quiera se había dado cuenta que ya no tenía el dedo punzante de aquella criatura incrustado en su piel, hasta que habló.

—Aséate y ve al salón.—la mujer la miró desde arriba con una leve sonrisa en el rostro.

—¿Cómo debo llamarle?—preguntó Cristine igual de asustada pero con lágrimas secas y con ningún recuerdo nítido.

—Llámame Dama.—dijo el súcubo mientras salía de la habitación.

La bruja frunció ligeramente el ceño hacia la puerta, exaltándose cuando dos criadas entraron por esta y se detuvieron frente a ella. Ambas tenían el cabello hasta los hombros, una era de tez pálida y la otra de tez morena. Carecían de energía, los pasos y movimientos que realizaban resultaban dolorosamente pesados de observar; llevaban ropas que ella no había visto nunca en otras personas y menos en criadas.

—Debe asearse ahora mismo, permítanos seguir las órdenes de nuestra querida Dama.—dijo la chica de tez morena.

Cristine se mantuvo en silencio, ni siquiera pasó por su mente hacer el mínimo esfuerzo por hablar solo alzó los brazos y permitió que ambas la despojaran de su ropa y comenzaran a limpiarla. Mientras dejaba que un poco de agua le tocara el cuerpo deshaciéndose de la suciedad, pensó vagamente que meterse al riachuelo era mucho mejor y más si su madre jugaba con ella.

Un Alma a Medias (El alma en el medio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora