12. LA MALDICIÓN

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No ha pasado tanto tiempo desde que me convertí en...esto, yo estaba en mi último año de secundaria, tenía una novia y un futuro incierto. Quería vivir el momento así que no me preocupaba demasiado por lo que sucedería después de la pronta ceremonia de graduación.

Mis amigos y yo decidimos celebrar, todos habíamos pasado el año sin problemas, también llevé a Mike para intentar alegrarlo un poco.

Acampamos en este mismo bosque, terminamos llegando a uno de los claros más bonitos que puedas imaginar, era espacioso y tenía una vista exquisita hacia un lago cristalino. Aquel día fue rápido, llegamos a eso de las tres para disfrutar un poco de claridad, y ya pasadas las doce de la noche todos nos metimos a nuestras tiendas e intentamos dormir.

No sé cuánto tiempo pasó pero escuché como el cierre de la carpa de al lado—donde estaba Mike—se abría, no le preste mucha atención pero mi hermano había salido debido a un estruendo que se escuchaba a lo lejos, lo sé porque fue lo primero que me dijo al intentar despertarme. Mike no había hecho un gran escándalo ni nada, solo temía que se tratara de un animal salvaje.

—Quédate con Mia, yo voy a acercarme un poco y si es necesario les aviso para que despierten a los demás.—le dije mientras salía de la carpa para tomar un bate que habíamos usado en la mañana, además de la linterna de batería.

Michael habría protestado mares si aquello hubiera sucedido ahora, pero entonces era mucho más chico y temeroso. Me adentre cuidadosamente entre la sombra de los árboles, terminé cuestionando el por qué estaba allí, me exponía a una situación peligrosa en lugar de correr de ella.

El bosque estaba silencioso, y lo había estado por mucho tiempo hasta que el suelo comienza a temblar y algunos animalitos salen de su escondite, no creo que estuvieran asustados pero definitivamente se alejaban de la abrupta fuente de aquel sismo.

Para entonces no lo sabía pero aquel bate de madera clara y con bonito diseño seria mi sentencia, en un momento cuando varias aves sacudieron la copa del árbol sobre mí, me sobresalté por lo que blandí aquel arma cortando el aire, no sabía por qué tenía tanto miedo, incluso había dejado caer la linterna que apuntaba a la espesura.

Sentí como golpeé algo ligero, un cuerpo muy blando y luego otro tan fuerte que hizo que mis músculos vibraran; di unos traspiés y pisé una masa que bajo mi suela crujió, me exalté cuando escuché el grito ahogado que emitía. Cuando miré abajo encontré al pobre pájaro agonizante en el suelo, quité mi pie y sentí nauseas.

<<Él pagó por mi nerviosismo, es mejor que vuelva al campamento.>>

Recuerdo haber pensado aquello con mucho pesar, no tenía la fuerza para "acabar con su sufrimiento", nunca habría hecho algo así a propósito.

Escuché un gruñido a mis espaldas, era un sonido gutural de aquellos que van desde el estómago a la garganta y hacen que todo tu cuerpo vibre. Seguía teniendo el bate en las manos pero de alguna manera supe que sería inútil.

Detrás de mí, parado con total majestuosidad se encontraba mi predecesor, su boca se abría de una manera escalofriante como si quisiera tragarme en ese momento. Del ataque recuerdo muy poco, sé que me tomó por los pies y por alguna razón no fui capaz de gritar, sentí que me habían robado la voz...Entonces todo mi cuerpo ardió y me vi en todo el bosque, en cada hoja, en todo ser que allí vivía. Incluso me vi a mí mismo con el bate, golpeando al pobre pájaro y al árbol, sentí el dolor del pequeño animal, de cada hoja arrancada y quemada, finalmente me había transformado en su guardián.

Lo último que sé es que me desperté y aún estaba oscuro, podía sentir como las tiendas de nuestro campamento reposaban en la hierba y los pasos de todos mis amigos se paseaban de un lugar a otro nerviosos. Me levanté del suelo, no recogí el bate o la linterna, no los necesitaba.

Un Alma a Medias (El alma en el medio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora