29,2. LA NINFA Y LA BRUJA

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ENCUENTRO III:

Aquel día martes tenía pinta de ser como cualquier otro, excepto que todo estaba saliendo mal. Habían pasado cuatro días desde que Edith se había ido, el té se sirvió frío y Kentzo no paraba de caminar de un lado al otro inquieto.

—¿Puedes detenerte?—la bruja estaba estresada mirándolo con irritabilidad.

—No, me siento nervioso.—el chico la observó con alarma en los ojos—No puedo sentir nada, hojas caídas, suelo, viento.—enumeró con los dedos a medida que hablaba—Nada.

—¿A qué te refieres?—ella no le prestó mucha atención pero Kentzo era persistente.

—¿Tú lo sientes? ¿Sientes el suelo bajo tus pies?

Cristine puso los ojos en blanco pero dejó a un lado el libro que leía mientras acercaba su mano al piso desde su asiento y respiraba profundo, la sensación debía ser como un pequeño cosquilleo sobre su palma, una retumbante energía, algo de calor o frío pero no, no hubo nada.

—¿Qué haces? ¿Aprendiste un nuevo truco?—le preguntó ella alzando las cejas.

—No, te digo que yo tampoco siento nada.—el muchacho se acercó a la bruja quien comenzaba a ponerse rígida—comenzó hace poco, de pronto la conexión que tengo con mi bosque se esfumó y eso me tiene muy inquieto.

Efectivamente lo estaba y ahora también ella, Cristine se levantó del sofá tan rápido como pudo.

—¿Cuánto llevas así?

—Tal vez una hora.— Kentzo había bajado el tono al decirlo.

—¿Por qué no me habías dicho antes?—no esperó respuesta, su primer instinto fue caminar directamente hacia la puerta, muy segura del cuchillo que se balancea en su cintura.

Una vez tuvo los ojos puestos en el exterior se percató de la calma, no había pájaros cantando a pesar de ser pasadas las ocho de la mañana y tampoco era capaz de oler el habitual aroma de los árboles y la tierra. Su mirada volvió a viajar sobre el lugar y se percató que en el semicírculo en el que los árboles crean sombra se encontraba una mujer con pantalón gris y camisa blanca, cubierta por un saco verde oliva.

—¿Topacio?—preguntó para sí misma susurrando en tono burlesco mientras intenta salir.

Profiere un grito y cae de espaldas al suelo, Cristine tiembla mientras se examina el brazo y la pierna, al parecer se había quemado.

—¿Estás bien?—Kentzo se acercó corriendo luego de ver aquello e intentó ayudarla a pararse pero la bruja ignoró su agarre y se levantó sola, muy molesta.

—No.—cojea un poco—Creo que estamos encerrados.—concluye volviendo a la puerta pero se queda a cierta distancia de ella, la ninfa sale de las sombras saludándola con una sonrisa de victoria.

Topacio se acercó tanto como pudo y con sus brazos dibujo un circulo grande sobre el aire para luego subir y bajar las manos con delicadeza, la cobertura ya no era demasiado gruesa y permitía escuchar a los animalitos de afuera.

—¿Estas obsesionada, no?—preguntó Cristine devolviéndole la sonrisa cínicamente.

—Claro que no, sólo que agendar una cita contigo es una tarea casi imposible.—se mofa Topacio inclinando la cabeza, sus ojos chocan con la mano que la bruja protege y guarda bajo el brazo—¿Estás bien?

—Debe ser cansado perseguirme por tanto tiempo.—evade la pregunta.—No pudiste llevarme a las cenizas de Heim para apresarme así que hiciste de mi casa una cárcel, muy innovador.—se burla balanceando su peso sobre la pared.

—Sabes que no se trata de eso.

—Cierto, es tu necesidad de ser la heroína y salvarme de lo malo que viene con la vida.—las expresiones de Cristine son de falso drama—No puedes hacerlo ni pudiste, tú fuiste quien me dijo que debía buscar mi destino, intento encontrar mi final feliz pero sigues interponiéndote en el camino.

—Gea...—Topacio comenzó pero Cristine abrió mucho los ojos sorprendida y de cierta forma molesta.

¡Bang!

El sonido más humano de todos, el disparo de una pistola tan seco y ensordecedor como te lo imaginas. La bala atravesó el cráneo de Cristine quien simplemente se desplomó sobre el suelo, el chico fue dejado a la vista de Topacio con el arma entre las manos temblorosas y que pronto caería. Los ojos de Kentzo se llenaron de agua y miraba con demasiado horror lo que había hecho.

Topacio corrió de inmediato hacia la bruja traspasando y anulando la barrera que ella misma había impuesto. Se arrodilló sobre el suelo con la frente llena de arrugas y observando la sangre expandirse, no pudo evitar recordar la primera vez que la vio.

—Y-y-yo.—el chico seguía en estado de shock, demasiado asustado para permitirle a sus ideas fluir.

Topacio lo miró por un momento pero lo único que hizo fue estirar la mano para tomar el arma, la puso sobre su regazo para luego acunar entre sus manos el rostro de Cristine y permitirse soltar un sollozo que pronto controlaría.

—Trae alguna toalla y pinzas.—le ordenó al wendigo—Si intentas algo te mato.—advirtió entre dientes y con mirada penetrante.

Él no dijo nada, tampoco se movió sino que permaneció paralizado observando la escena moviendo sus dedos sobre su pierna como si contara mentalmente.

—¿Estas sordo? ¡BUSCA UNA TOALLA!—la voz de Topacio retumbo tan fuerte como podía pero nada resultó más espeluznante que el jadeo que emitió a continuación cuando la mujer en sus brazos le puso una mano en la clavícula y con ojos blancos sonrió macabramente.

Lo más remarcable sobre Cristine es la manera en la que preveía los peligros a venir y lo capaz que era de trabajar bajo presión.

La bruja hizo algo que tan solo había practicado un par de veces sin embargo confiaba plenamente en su poder, la forma en la que su cuerpo respondía a esto era distinta porque ahora también le dolía, su alma era desprendida de su cuerpo e intercambiada por otra, era inevitable no soltar alaridos. Ambas gritaron de dolor pero la bruja mantuvo su punto claro, concentró su atención en aquel picor, en aquella muerte temporal para que una vez sus brazos fueran otros así como su voz, pudiera conservar la conciencia.

—Que sensación tan desagradable.—dijo Cristine en el cuerpo de Topacio y observó la sangre ir desapareciendo poco a poco como si esta misma se consumiera o secara.

—¿T-tu e-estás bien?—preguntó Kentzo que a pesar de presenciar aquello no estaba muy seguro si había funcionado—Se supone que esa arma no es en reali-

—Soy yo, hiciste todo bien.—le guiñó un ojo a su dicipulo mientras se levanta del suelo—Debería despertar en una hora.

—¿Qué se supone que hagamos ahora?

—Los voy a esposar e iremos a Aiyana, ahí voy a encontrar mi pase directo a la prisión de Heim para ver a nuestra amiga.—dice distraídamente mientras revisa los bolsillos y la hombrera de Topacio—Ya es el momento indicado.

—Ella es peligrosa, esa es la razón por la que su celda es tan secreta y resguardada.—apunta Kentzo.

—No te preocupes estrellita, yo sé lo que hago.




Y una vez más nuestra querida Cristine -nótese el sarcasmo- no sorprende y confunde, no comprendo que trama y me está poniendo nerviosa aunque no puedo evitar sentir un poco de empatía por ella, solo que es arrollada por la persistencia que muestra en ser una desalmada ¿Cómo le hace algo así a alguien que la ayudó tanto? Supongo que debemos seguir prestando atención a los detalles...

Estamos muy cerca del final.

YAH NU

—Ava.

Un Alma a Medias (El alma en el medio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora