27. ALAS DE ORO

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—Mierda.—dije cuando me corté el dedo jugando con la daga que Edith me entregó, fue la que le enterraron y era verdaderamente afilada.

—No es un juguete, Dee.—me recuerda Bay burlándose mientras el hilito de sangre me recorre la piel, hago una mueca de fastidio en su dirección y chupo el dedo.

—No pensé que haríamos fila, esto es ridículo.—se quejó Coltom cruzando los brazos sobre el pecho.

Lo entendí, nunca piensas que vas a liderar un "misión" en un mundo tal cuento de hadas y vas a encontrarte con una fila inmensa de personas esperando que le reciban su invitación para subir al castillo.

Nos llevó cinco horas llegar hasta aquí desde Ground Lake, ya eran las doce de la mañana y el sol no tiene piedad de nosotros.

—¿Duele?—pregunta Matt observando mi poco higiénica manera de lidiar con el pinchazo.

Negué con la cabeza intentando no mirarlo directamente, puedo sentir como todo en mí se detiene una vez soy consciente de su presencia. Necesito controlar esto ya, era mucho mejor cuando no sabía de mis sentimientos ahora que los acepté todo es peor.

—Falta poco.—dice Edith sin rumbo específico y me sorprendo asintiendo y sonriendo ante sus palabras, fue un reflejo para escapar de mi incomodidad.

Concéntrate en hoy, es lo único que debes hacer.

<<—Es lo menos molesto que te he escuchado pensar hoy, recuerda encontrar la sala de puertas duales.>> Wind suena cansado, molesto e incluso irritado.

¿Estás bien? Si sigues así de fastidiado preferiría halar con Altum.

<<—No se puede.>> Es como si se hubiese encerrado en algún lugar, supe que si lo buscaba no aparecería.

—Creo que Altum finalmente está dormida.—le susurro a Rose quien me devuelve una mirada compasiva.

—¿Y Wind?

—No se encuentra muy bien.—me paso la mano por el cabello.

Para poder estar en este lugar necesitábamos inhibir cualquier rastro de "magia" que tuviéramos, así que ahora todos nos vemos distintos. Coltom se encargó de darnos de una poción que nos hace imperceptibles a las rocas de Oderecht, Hara por su parte nos ayudo con la indumentaria para parecer más bajos, tener ojos repletos de negro y orejas puntiagudas; cuando habíamos terminado me sentí extrañamente aliviada de no parecer yo así que hice algo más, le pedí a Aciel que me cortara el cabello y lo tiñese de negro, ahora lo tengo por el mentón y lo adorna un fleco.

—¿Invitación?—escucho al hada guardiana preguntarle a la persona delante de nosotros, el vacío en el centro de mi estómago crece así que me limito en dar varias respiraciones, yo seré quien hable.

Es nuestro turno por lo que la criatura cubierta de ramas y con aspecto de espíritu del bosque me observó, sonreí intentando parecer segura.

—¿Invitación?—extendió aquella extraña mano acompañada por hojas.

—Tengo algo mejor, sí, sí mucho mejor.—concuerdo conmigo misma al hablarle, debo subir un poco el tono de voz puesto que su altura en una situación normal dejaría una diferencia de una cabeza y media pero ahora con mi actual apariencia aquello aumentaba a tres.

—No puede pasar sin invitación.—sentencia y extiende su brazo señalando hacia algún punto fuera de la fila.

—¿Ni si quiera si perteneció a una de las brujas más despiadadas de todos los tiempos?—pregunto fanfarrona sintiendo los nervios de los demás detrás de mí—Tiene demasiada carga emocional como para no aprovecharlo, apuesto a que a la reina le encantaría.—mi sonrisa se hace más amplia mientras le muestro el anillo sobre mi palma—Vamos, puedes sentirlo.

Un Alma a Medias (El alma en el medio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora