20. MISIÓN

7 2 12
                                    

La luz golpeó mis pupilas como el ruido al silencio, puse los ojos como platos y parpadeé varias veces antes de ver una imagen clara.

—Lo siento.—dijo Matt con expresión culpable.

No dije nada, es más no me habría movido de no ser por él. Mientras me levantaba me fui dando cuenta del lugar en el que me encuentro: justo en el último escalón de una escalera, las paredes son altas y de color marrón con ventanales igual de largos, además de nosotros dos había otro par de ojos que nos observaban atentos en la habitación.

—¿Estás bien?—preguntó el wendigo pasando uno de sus pulgares por mi mejilla, yo ya estaba pisando suelo y recuperando el aliento.

—Claro que debe estar bien, solo había luciérnagas de cápsula allí.—repone Edith acercándose a nosotros con expresión irritada—¿Qué fue eso que pretendiste hacer en la calle? Intento creerte Dayamonth, pero no solo me lo pones difícil a mí sino que ahora corre el chisme del regreso de Cristine.—hace ademanes exagerados con los brazos para enfatizar su punto.

—No hace falta que le hables de esa manera, fue mi culpa no la suya.—dice Matt dejándome libre de su agarre para enfrentarse a la sirena.

—Disculpa Edith, fue lo que se me ocurrió entonces.—hablé por fin en un tono sorpresivamente firme y no permitiría que se volviera un susurro—No me di cuenta y me robaron el anillo, supuse que si ellos creían que yo era Cristine se alejarían más rápido—avancé hasta quedar en el medio entre mi amigo y nuestra nueva aliada—, de cualquier manera si me hubiesen visto y les dijera que soy Dayamonth no me habrían creído.

—Pero gracias a eso tuve que sacrificar a mi amigo, Jay se quedará con el coven y yo iré con ustedes.—me mira de pies a cabeza juntando las cejas

—¿Benjamin? ¿Qué tiene que ver esto con él?—pregunta Matt desconcertado mientras Edith lo mira a través de las pestañas notablemente irritada.

—¿Quién crees que logró mover la tierra de esa forma?—pregunta retóricamente y luego me mira—él lo hizo para que pudieras salir de ese aprieto, es lo único que puedo reconocer de tu numerito.—dijo y observé como Matt tensa la mandíbula en respuesta.

—Perdón.—es todo lo que logro decir.

—¿Encontraste a Rose?—pregunta Matt desviando la conversación.

—¿Está muy lejos?—mi corazón da un vuelco al escudriñar el rostro de Edith.

—Supongo que es buen momento para presentarles a Amanda.—dice la pelinegra señalando al escritorio en medio de la habitación donde una mujer de metal nos observa de vuelta con ojos plateados y cara inexpresiva.

—Hola, tú debes ser Cristine.—dice con voz plana mientras que de su pecho se emite un holograma tal y como el del reloj, solo que ella lo mueve con los dedos mientras nos mira a nosotros.

—No, ella es Dee y yo Matt.—contesta mi amigo acercándonos al escritorio rosa pastel que se confunde con el blanco brillante de aquel ser.

—¿Es un robot?—susurro la pregunta a Edith una vez estamos a su lado.

—Prefiero el término asistente mecánica o simplemente el nombre por el que prefieras llamarme.—contesta con una ligera sonrisa razón por la que un escalofrío me recorrió la espalda.

—¿Pudiste encontrar a Rose y a Bay?—pregunté aferrándome de la mesa y casi atravesando el holograma.

—Conseguí al sujeto uno y dos, están en la calle Sourgreen y moviéndose activamente hacía Hammer Av.—dice Amanda dejándonos ver los dos puntos blancos titilantes sobre el mapa.

Un Alma a Medias (El alma en el medio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora