9. ATRAPADA

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AMÉRICA DEL SUR 1590

 LA BRUJA

I. LA BRUJA

La inmortalidad es curiosa, a pesar de vivir y pasar por tantos momentos importantes lo cierto es que la mayoría se van borrando sigilosamente de la memoria. Para los mortales sus primeros años son un misterio, solo se pueden hacer una idea gracias relatos ajenos; y luego está la infancia tardía donde únicamente quedarán momentos cruciales que se tatúan en tu mente para dar la impresión de poder recordar.

Aunque Cristine haya olvidado casi por completo su vida antes de las interminables cazas y huidas, ahora sé que soy capaz de relatarla y entenderla.

Aquí está.—dijo el piache mirando a la pequeña bebé que retozaba sobre el pecho de su cansada madre.

Estaban en una isla entre el Mar Caribe y el pacifico, dentro de uno de los lugares reservados para ritos especiales, nunca un parto y menos en tal secretismo pero cierto era que esto tampoco era razón de celebración como se acostumbraba.

Se lo agradezco.—dijo la madre sosteniendo a la pequeña y acallando su llanto—Debo encontrarle un lugar donde ambas estemos a salvo.

El piache veía a la mujer con preocupación y ciertamente al bebé con mucho recelo.

Isabela, no sé cómo terminaste en esta situación pero conoces los límites y ahora debes ser muy cuidadosa.—le tomo la mano y pasó un paño húmedo por su frente—Ella no tiene la culpa, pero la vida la tratará como si la tuviera.

Entonces Isabela asintió.

No quedó mucho más que bajar la cabeza y entender que pronto se debía marchar. Isabela tenía la suerte de no estar bajo el poder de otros más que el de la familiaridad así que lo indicado sería encontrar alguien capaz de ayudarla y un lugar donde pasar desapercibida, ella y su hija.

De aquellos primeros años no hay mucho que resaltar, era la vida hermosa de una bebé que no comprende mucho más allá de la comida y el llanto. Su piel terminó adquiriendo un color algo rojizo debido a las largas horas bajo el sol y su exposición constante al mar, sus cabellos—cortos al principio—fueron adquiriendo forma y volumen dejando apreciar una mata de rizos dorados. Sus ojos eran tan verdes como el pasto y guardaba en ellos una expresión curiosa y muy inteligente, es todo lo contrario a como se ve Isabela.

—¡Madre observa el puerto!—la bruja tenía unos ocho años cuando el principio del fin estaba por arrollarla—Allí hay personas, mira los vestidos y los sombreros tan elegantes...—ya para entonces mostraba un tono soñador, incluso si los veía desde las puertas cerradas de un balcón.

—Sí que son hermosos—le dice su madre terminando de trenzar el enmarañado cabello—, pero recuerda que no debes salir demasiado, pronto nos marcharemos de nuevo.—Isabela siempre fue cariñosa con su hija e intentaba mantenerla feliz constantemente.

La estabilidad era en realidad un lujo que pocas veces se podían asegurar pero parecía que al fin habían conseguido donde ser invisibles al mundo, una grieta en la que ambas caras de la moneda colisionan pero se ignoran.

—¿No volveremos a ver a la señorita Rodríguez?—preguntaba la niña mientras observaba la pequeña cabaña que ahora sería su hogar—Me gustaba vivir en la casona, teníamos caballos y un piano.

La cabaña era una casita muy pequeña con tenía solo dos habitaciones, una donde estaba el comedor y una puerta trasera que daba al patio y otra que se limitaba al dormitorio con una sola cama lo suficientemente grande para ambas.

—Quejarse de ese modo solo te hará ver como una niña malcriada y eso me haría ver como una mala madre.—reprendió Isabela a Cristina.

—Lo siento madre—se disculpó la niña en un suspiro.

Un Alma a Medias (El alma en el medio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora