t r e s

337 78 6
                                    

t r e s

Este nuevo viernes de abril Yoongi se encuentra solo. Durante la hora de la cena, Kimma y Lena, a cuya presencia se ha acostumbrado, han decidido abandonarlo para pasar la noche conociendo a sus nuevas amigas. Al parecer Kimma ha olvidado por completo que él es un ser asocial que no se digna a mantener una conversación decente con una persona a menos que lo vea estrictamente necesario. Ni siquiera tiene un compañero de habitación, pues duerme en un cuartucho que parece caja de zapatos.

—Todos son parecidos. Aunque esto sí parece caja de zapatos —le dijo—. Te huelen los pies, Min Yoongi.

Opta por evitar el encierro de su caja de zapatos (que en ocasiones lo agobia), y como evita a las personas la mayoría de las veces, y ahora mismo las gradas del internado y la universidad están ocupadas, busca una chaqueta, una gorra y deja el internado. Enciende el GPS de su celular para buscar alguna tienda o cafetería cercana en búsqueda de un té.

Su té dentro de una cafetería, que en la búsqueda de Google luce linda, se encuentra a seis cuadras, también hay un supermercado a la vuelta de la cuadra en que se encuentra. Toma el camino largo, no es improbable que pueda llegar antes de la hora del cierre sin problema.

Levantando la cabeza cada vez que el celular le anuncia en los oídos cubiertos por sus auriculares que es momento de girar o cruzar la calle, Yoongi se dirige a la cafetería que, por razones de la vida que a veces es bonita, está a un lado de una pequeña librería familiar. No trae el dinero suficiente, pero siempre es una buena señal poder estar en silencio en un lugar donde nadie más que el vendedor al entrar le va a dirigir la palabra. Por poco se equivoca y avanza más de la cuenta, las fotos en internet son diferentes a la fachada que ambos locales tienen hoy mismo. Primero pasa por su vaso grande de té caliente, donde le atiende una chica llamada Luha, y luego se adentra en la librería.

Dentro de ésta hay más personas de las que se esperaba, tiene tan bajas expectativas por sus gustos que pretende que todos sean iguales a él. De hecho, si Yoongi no llevase los oídos cubiertos se habría visto en obligación de entablar conversación con al menos tres personas que le hicieron una pregunta sin saber que él no se estaba enterando.

El estómago se le hace un nudo cuando desciende hacia el piso subterráneo donde yace la sección juvenil. Por fuera el local parece pequeño, pero tiene dos plantas extensas a lo largo. Es todo más bonito de lo pensado. De tener dinero, saldría con al menos tres ediciones especiales de sus libros favoritos que dejó en casa por temas de peso.

Cuando Yoongi abandona la librería, la calle está iluminada por las farolas, hay menos personas que antes. El celular vibra en su bolsillo y la música se apaga, algo que le acelera el corazón cuando lo toma, cayendo en cuenta que no es un mensaje ni una llamada, es una despedida. Se ha quedado sin batería. Y solo.

Y no sabe dónde está.

Esperando pasar desapercibido para conservar su dignidad, Yoongi se quita los auriculares y camina hacia la calle por donde ha venido, al menos por donde cree que ha venido. Tal vez era a la izquierda. De alguna forma tendrá que llegar. No es como que la universidad se encuentra a cuadras de un barrio donde las personas transitan poco y lo más probable es que no alcance a llegar con todas sus pertenencias al internado.

Agacha la cabeza para evitar miradas y así problemas. Levantando la vista a medias para verificar que se encuentra al menos por calles que alcanza a reconocer. Si su abuelo estuviese allí, le habría regañado un año completo por no seguir su consejo de memorizar las calles en lugar de vivir pegado al GPS que ya está claro no es eterno.

—En un apocalipsis la tecnología ya no funcionará, Yoongi —le dijo cuando su padre le regaló su primer celular, ese cacharro que lleva ahora consigo y cuya la batería dura menos cada año.

Astronómicamente Inexacto ♫ yoonseok. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora