♫ : ❝ Como las cuerdas de un piano mal afinado, Min Yoongi tropieza con la retrospectiva de su vida y estalla con el presente de su familia. Mientras reconoce a Jung Hoseok, bajo una antigua leyenda de la música, deberá aprender a dejar sus heridas...
—Haz que valga la pena, Min Yoongi —dice Lena a través del celular—. Si se molesta conmigo por esto, tendrás que hacer que valga la pena.
—Te lo compensaré como pueda si todo sale mal.
—¡Vamos! Piensa positivo.
—Lo intento.
Yoongi se encuentra en la tercera planta del museo nacional mirando a través de los enormes vidrios que la rodean. Es un horario poco concurrido, y espera que las pocas personas que hay alrededor puedan marcharse antes de que Hoseok aparezca.
Pero Hoseok no viene a verlo a él. Hoseok cree que viene a ver a Lena. Lleva al menos dos semanas planeando la emboscada. Al menos Lena es de lo más ocurrente, así que no le ha costado convencerlo para venir hasta donde él está.
—Me ha enviado un mensaje —menciona Lena. Su corazón se despierta—. Llega en cinco minutos. ¿Yoongi?
—Estoy aquí.
—Suerte.
—Gracias, Lena.
Toma un par de largas respiraciones y se aferra a la maceta con el girasol pequeño que tienen entre las manos. Esperará a Hoseok el tiempo que sea necesario. Incluso si tienen que venir a echarlo en la noche antes de cerrar.
La puerta de entrada a la terraza resuena en el silencio, Yoongi gira de inmediato para observar como las últimas dos personas se marchan y en su lugar aparece Jung Hoseok, quien se detiene junto a la puerta cerrada cuando lo encuentra a él.
Luce distinto, su mirada es distinta y Yoongi piensa si es que siempre le ha mirado de la misma forma o es la primera vez. Sus ojos parecen hablar más que una melodía. Tiene el cabello más corto que la última vez en que lo vio en el salón de instrumentos, pero más largo que aquel día en que lo besó por primera vez, se ha peinado de manera distinta y ese es un detalle que a Yoongi le hace temblar las piernas.
Está distinto, pero continúa siendo él, Jung Hoseok, el hombre que revuelve su estómago con aquellas ridículas mariposas y que enloquece los latidos.
Sólo espera a que se acerque y que no abra esa puerta y salga corriendo lejos de él. Sin embargo, nota como Hoseok niega con su cabeza al mismo tiempo en que avanza a paso lento e indeciso. Entonces Yoongi se aferra más a la pequeña maceta, tanto que parece al borde de romperse. También acorta su distancia dando un par de pasos.
En medio de esa terraza rodeada de flores, Hoseok es la más bonita.
—Te parecerá una jugada baja —inicia Yoongi—, pero no estaba seguro de si aceptarías reunirte conmigo. —Niega con su cabeza antes de que Hoseok pueda abrir la boca—. He sido tan idiota hasta el punto en que me ha costado darme cuenta de ello. Soy ese tipo de idiota.
Hoseok camina dos pasos más hacia él, manteniendo su semblante impasible.
—He tardado casi dos años en darme cuenta de que mientras tú permanecías indefenso a mi lado, yo construía una máscara tras otra para ocultar mi vulnerabilidad de ti. —Yoongi deja la pequeña maceta a un lado y termina por cortar por completo la distancia que se siente kilométrica entre ambos. Hoseok no se mueve—. Que nunca quisiste repararme, que querías acompañarme mientras yo lo intentaba sin importar el tiempo que tardase. Y ya vez todo lo que tardé. He sido tan terco, tan, tan ciego.
La frente de Hoseok se pega a la suya y cierra los ojos. Yoongi por poco se echa hacia atrás por la sorpresa.
—¿Recuerdas aquel día en que me preguntaste si te veía? —cuestiona en un murmullo—. Y te respondí con algo que parecía una tontería, pero que era totalmente cierto. Nunca he necesitado que seas un color específico, porque siempre has sido mi color favorito. Tan único.
—Yoongi...
—¿Es muy tarde? ¿Lo he entendido muy tarde, Hoseok?
Con el pecho al borde de explotar, Yoongi deja caer sus párpados. La respiración de Hoseok es tan irregular como la suya. Por un momento sólo permanecen en silencio, escuchando sus propios latidos.
—Te he alejado de mil maneras y seguías ahí. Estás aquí. No sabes lo mucho que te admiro, porque parece que siempre has sabido lo que quieres. —Dos manos cálidas se apoyan en sus mejillas, son esas manos bonitas que tanto le gustan, especialmente cuando le tocan a él—. No sé si puedas hacerte una idea de cuánto te quiero, pero te lo digo ahora, no va a alcanzarme la vida.
Un abrigo similar al que se posa en sus mejillas se coloca sobre sus labios y se le tensa la mandíbula. Es un roce lento y suave que sabe a miel y flores. Tiene miedo de que vuelva a hacerse hacia atrás cuando busque un poco más.
—Dilo otra vez —musita Hoseok. Siente su aliento contra sus propios labios.
Yoongi no puede evitar reír bajito por la esperanza alojada en su pecho.
—Te veo, Jung Hoseok. Y te amo.
Aunque tiene los ojos cerrados, Yoongi siente esa sonrisa deslumbrante, tan hermosa como la primera vez en que lo vio en la cafetería hace más de dos años. Y sonríe. Sonríe para después tomar los labios de Hoseok con los suyos sin recibir oposición.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.