La gente celebraba en las calles el inicio de una nueva etapa, el día de la independencia era siempre memorable, sin embargo ella no pensaba lo mismo esa vez; no tenía animo de salir, ni siquiera de observar por la ventana. Tenía emociones revueltas en su interior y en vez de alegría le provocaba nauseas. Lo único que no la hacía echar a correr, por cobarde tal vez, era él. Él y su padre postrado en una cama.
Con la nueva ley, a partir de ese momento tenía el tiempo contado para hacer sus maletas.
Todavía enfundada en su camisón suelto y ligero luego de haber deambulado por el minúsculo apartamento como un fantasma durante horas, caminó hacia su tocador; necesitaba corregir la palidez de su rostro y cubrir las marcas bajo sus ojos. Se sintió mal por dejar que su brillo se apagara, el color intensamente verde que estos poseían se iba volviendo cada vez más opaco con el pasar de los meses que le habían parecido largos, tan largos como los mechones de su cabello rubio.
Cuando Steve se fue este apenas rozaba sus hombros, ahora acariciaba su cintura en rizos disparejos. Se quedó pensativa mientras tomaba el cepillo y se peinaba delicadamente. ¿Se habría mantenido esa margarita tan bella y pura, justo como le describió? No quería pensar que esta se hubiese secado, de haberlo hecho, Steve habría perdido la fe. Él, simplemente, no hubiese vuelto. Pero eso era algo que aún no sabía y que debía de descubrir. Era una verdadera lástima que no hubiese tocado a su puerta aún después de un año y algo más. Peor aún fue reconocer que en todo lo que llevaba del día el pesar de su corazón no auguraba más que un mal presentimiento, no importaba cuanto hubiese tratado de alejarlo. Se preguntaba, muy de vez en cuando, qué sucedería si un soldado llegara hasta ella con sus medallas dentro de una caja, si tuviera que llorarle a un ataúd frente un montón de gente... La carta aún reposaba en un cajón que en algún momento fue blanco y ahora le hacía falta una capa de barniz, lo abría todas las noches antes de ir a la cama, pensando que ese era todo el consuelo que podía tener para calmar su desespero.
Sus ojos se quedaron fijos en su reflejo en el cristal del espejo y comenzaron a enrojecerse por la presión que imponía para evitar derramar otra lágrima ese día.
Intentó seguir con su rutina sujetando la mitad de su cabello con un pañuelo, cubriendo su cara con polvos y colores rosáceos para intentar dar una apariencia menos enfermiza, así como también humectó un poco sus labios resecos con una barra de aceite de coco que había comprado por tan solo un dólar, muy a su suerte.
Colocó un pie delante del otro mientras desdoblaba las finas medias blancas y casi translúcidas sobre sus piernas, pasó los delgados brazos por entre el vestido de un beige claro y desgastado; pero tan pulcro que parecía apenas una cosa anticuada, finalmente se desplegó la amplia falda sobre sus caderas; tan amplia que parecía flotar cuando apenas daba un paso.
Cuando se observó de una pieza, había algo disconforme con su apariencia, quizá porque había perdido un poco de peso, sin embargo sus curvas acentuadas seguían ahí; visibles. Posiblemente su problema se reducía a que el vestido parecía quedarle ahora una talla más grande. Se las ingenió tomando un cinturón que tenía guardado en una caja de zapatos, lo ajustó bien y no quedó tan mal como creyó; sonriendo satisfecha ante la imagen medianamente aceptable. Por último, se colocó su único par de tacones; el más decente que tenía, sus guantes y su bolso.
Colocó su mejor sonrisa antes de atravesar la puerta y dirigirse hacia la habitación contraria. Asomó su cabeza para tener una vista plena de su padre; las arrugas en su frente al fruncirla por un ataque de tos debido a la resequedad de su garganta tan solo le añadían más años de los que tenía. Se acercó y envolvió su mano libre entre las suyas, otorgándole un apretón cálido que hizo que abriera los ojos para ella.
ESTÁS LEYENDO
AMERICAN DREAM
FanfictionCuando la ley migratoria toma por sorpresa a Natasha Romanoff, todo lo que puede hacer es contar las horas antes abandonar su minúsculo apartamento, el cual ocupa con su padre enfermo. Pero antes de partir debe despedirse de la única persona que la...