La tensión vagaba en el ambiente y se cernía sobre las personas que ocupaban la sala de estar. Natasha nunca se consideró una mujer de aquellas a las que les gustaba presumir, tampoco de las que se ganaban líos con la gente. Era la primera vez que se vio en la necesidad de darse un lugar y era una sensación extraña. La hacía parecer menos ella, o tal vez solo era un lado que no había dejado al descubierto ni interna ni extermanete. Permitirse "escanearse" a sí misma resultaba complejo como a cualquier otra persona. Desde la perspectiva de la propia Peggy, podría parecer una arribista. Pero si se detenía a analizarla , por su parte, Margaret Carter había dejado la cubierta dulce de la dama intachable y había sacado a relucir sus brillantes y filosas uñas rojas. O las garras de gata de tejado como Sharon decía.
Remordimiento. Quizá esa era la palabra que estaba buscando en lo que intentaba mantenerse atenta del problema entre los tres. Y del mismo modo, el remordimiento que la atormentaba se evaporó y una voz en su cabeza le decía: Es tu derecho, eres la prometida. Sabía que Margaret siempre sería la novia; más nunca la esposa. Ahora que se había separado de Steve, dudaba incluso de que fuera la amiga...Dependiendo de que sucediese más adelante.
La embargó el deseo de desaparecer, los ojos tormentosos de Steve traspasaban a Peggy como una amatralladora y los de Peggy a ella. Había, sin embargo, una diferencia; el rencor. Mientras que Steve solo estaba enfadado porque se estaba comportando como alguien irracional, ella simplemente estaba dolida porque a sus ojos le habían quitado a la persona con la que planeaba pasar el resto de su vida. Y al parecer, se la esperaba. Natasha no entendía por qué, solo asumió que se estaba desquitando.
—Creí que había dejado en claro mi postura contigo, Margaret.
—A mi nunca me invitaste a quedarme, ¿No? Siempre tan recatado, dejando que me fuera a casa antes de que sea muy tarde...Pero ella puede dormir contigo.
—Lo que haga con Natasha no es asunto tuyo, y menos puedes llegar a mi casa e insultarla a como te venga en gana. Yo no te invité, así que por allá está la puerta.
Steve ni siquiera se molestó en darle indicaciones con el dedo y por eso Margaret lo miró como si no lo conociera, una vez más. Antes de que le pidiera matrmonio a Natasha, había salido de su casa gritando como una loca y no le sorprendía que lo hiciera ahora. Separarse de Peggy en un momento crucial de su vida le permitió replantearse el porqué de esa relación y no hallaba un fundamento que lo validase.
Natasha seguía al margen, de pie a su lado, casi detrás de él. Pero Steve no quería eso, no quería que ella sintiera miedo o vergüenza o la necesi0dad de huir luego de soltar la noticia. Necesitaba que ella se armara de valor y levantara la mirada, que se diera cuenta de que no era menos ante nadie, y el ser su esposa era un simple respaldo; que valerse por sí misma y por la persona que era, resultaba mil veces mejor. Así que volvió a animarla, tomando su mano y colocándola a su lado.
— No puedo creer que te hayas comprometido con ella—negó sin poder asimilar la noticia que le simulaba un nudo en la garganta—. Es que...Durante años te lo he pedido y solo ha sido motivo para seguir discutiendo. Ahora solo me echas de tu casa como a un perro callejero después de todo lo que vivimos, pero a ella la dejas quedarse aquí. Me siento tan estúpida y no quiero ni pensar en lo que han estado haciendo. —parecía la típica escena dónde la engañada novia encontraba al tipo con su amante. Solo que no tenía el derecho de reclamar porque Natasha no era la amante, sería la esposa y ella una intrusa.
Margaret comenzó a sentir el lugar cada vez más pequeño y perdía el aire en los pulmones. Respiraba hondo una y otra vez, con todo dándole vueltas. Steve había sido el amor de su vida. El tipo con el que trazaba sus planes. Lo había aceptado con todo; incluso con esa preocupación desmedida que sentía por la nada desvalida Natasha Romanoff. ¿Entonces por qué simplemente no buscaron una solución juntos?, ¿Por qué decidió hacerla a un lado pero no dudó en arrodillarse por ella y fijar fecha para el altar? Eso era más que seguro. Y siempre tuvo envidia de lo que tenían; esa complicidad de amigos compartiendo un secreto de vida que nadie más tenía derecho de saber ni a medias. Pero nunca contó con que la dejaría. Se había hecho una idea en la cabeza sin medir que tal vez, en algún momento, él pudiera cambiar su opinión radicalmente y dejarla flotando en el aire.

ESTÁS LEYENDO
AMERICAN DREAM
FanfictionCuando la ley migratoria toma por sorpresa a Natasha Romanoff, todo lo que puede hacer es contar las horas antes abandonar su minúsculo apartamento, el cual ocupa con su padre enfermo. Pero antes de partir debe despedirse de la única persona que la...