Treinta y Uno

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Afrontar bien podía tratarse de aquella palabra asociada a los valientes. Si no cumplías con ello, en consecuencia, oficialmente te convertías en un cobarde. «¿En qué momento se había decidido esa regla universal? »

Bucky lo pensó durante largo rato, meditó y meditó. Su cabeza no hacía más que dar vueltas al mismo dilema; el miedo. ¿Cuándo se había apoderado de él? Esa minúscula palabra de cinco letras podía ser letal. Había estado ahí, desde, probablemente, el inicio de los tiempos y todos sabían que debían repelerla. Pero nadie era ajeno al miedo. Nadie podía huir de él, porque tarde o temprano, el miedo llegaría y se quedaría. Cada persona tiene una versión distinta de su experiencia, algunos decían "vencerlo", otros decían "aprender a vivir con él". Y, al final, estaban los cobardes. Tal vez, él mismo se ubicaba en esa última categoría.

Bucky se preguntó si debería sentirse mal al respecto. De niño pensó que tenía miedo a las abejas hasta que su hermana se acercó a un panal y tuvo que acercarse a través del pequeño enjambre y rescatarla; ahora no eran más que simples insectos inofensivos, de adolescente se ganó peleas con los tipos más rudos del barrio; ahora le debían respeto. Y a lo mejor su idea del miedo y la cobardía fue evolucionando a través de los años y él se había convertido en una persona que no vivía de restricciones, no había límites que pudieran imponerse. Incuso salió ileso de su captura...Pero afrontar esos hechos exponiéndose a Wanda no era algo para lo que estaba preparado.

Aún después de todo lo que había platicado con Sharon, no creía que fuese el momento propicio para formalizar algo con Wanda, no había sido capaz ni de presentarle a su madre correctamente. Y es que había sido tan fácil pretender que podía estar enamorado, fingir con alguien más que no era una persona emocionalmente dañada.

A lo mejor esa idea no tendría que cruzar ni una sola vez por su cabeza, juró que cuando volviera a casa dejaría la guerra atrás y viviría plenamente. Hasta que Steve se casó. Su amigo encontró apoyo en Natasha, un apoyo que jamás tuvo en Margaret. Y le encantaría hablar por sí mismo y decir que había encontrado aquello en Wanda, pero lo cierto era que no. Eso lo estaba matando porque ella sí que tenía a alguien, tenía a Howard, quien quizá podría no ser de su entero agrado, sin embargo, era una pieza fundamental en la vida de Wanda... ¿Él a quién tenía?

Tal vez debería terminarle...debía dejarla ser feliz y hacer las ilusiones a un lado, cuidar de su madre hasta el día en que Rebecca se case...

Cerró los ojos y dejó que su cabeza se apoyara sobre la almohada; apenas sintiendo la suavidad de esta a la que todavía se estaba volviendo a acostumbrar. Su habitación era un completo silencio que por momentos le aterraba, aunque había luz matutina filtrándose por la ventana, iluminando el escritorio donde no había terminado de anotar los gastos del mes.

Con un quejido se cubrió con la manta hasta la cabeza. Se preguntó si era normal tener que sentirse como un fracaso constantemente. «¡Ja! ¡Vaya merecedor del título!». Lo único que había hecho todo el tiempo había sido esforzarse.

—¡James!—escuchó el eco de la voz de Rebecca retumbar en el pasillo que conducía a su habitación—¡James, baja pronto, tienes visita!

—No recibo visitas, Becca—gruñó, muy consciente de que ella ya estaba escuchando tras su puerta. Oyó sus pisadas para nada discretas—, estoy descansando. Invéntales que me morí o algo así. Usa tu imaginación.

—Tarde, mamá ya la hizo pasar.

Bucky apartó la manta de golpe y se enderezó en su lugar. Frunció el ceño lentamente, analizando las palabras de su hermana y fue directo a abrir la puerta, aun a regañadientes, hasta encontrarse con el rostro travieso y divertido de Rebecca.

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