Desempleada.

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Estaba molesta mientras conducía y tomaba directamente de la botella.

Sé que no debí reaccionar de esa forma sabiendo que soy alguien profesional.

¿Cómo demonios pude caer en sus malditos juegos infantiles?

La velocidad aumentaba y yo estaba eufórica hasta que paré el auto de golpe.

Apagué el auto y giré hacia el asiento del copiloto donde se encontraba la botella casi vacía. Los efectos ya me habían comenzado a pegar, ya estaba ebria.

Bajé del auto sintiendo mareos fuertes pero de pronto sentí las ganas de reír. Dejé todo adentro menos lo que quedaba de la botella y comencé a caminar mientras tomaba.

Cada paso que daba en la banqueta era poco coordinado y cada vez sentía que caería. Mi camisa blanca estaba manchada de gotita rojas y anteriormente me había quitado los zapatos por lo que estaba descalza.

Seguía riendo sin razón y tomando por varias de ellas. Al intentar darle otro trago a la botella, esta estaba completamente vacía. Tomé mi cabello frontal para acomodarlo hacía atrás frustrada.

Noté qué estaba en el puente de la ciudad, el atardecer había pasado y apenas se veía claro. Era hermoso... Hasta que vi a alguien del otro lado del puente parado en la barandilla del puente. Un chico de cabello un poco ondulado, el aire hacia qué su camisa cuadrada se moviera hacia atrás.

Quedé hipnotizada hasta que tomé en cuenta en donde estaba parado.

Traté de caminar un poco hacia el pero era más probable que yo cayera en lugar de él.

—¡Oye, idiota! —le grité un poco lejos —¿Qué demonios crees que haces?

El giró desconcertado y me vio. Yo seguí hablando.

—¿Crees que eso mejorará todo? —mi lengua se sentía suelta pero mi forma de hablar dejaba en evidencia el estado en el qué me encontraba —¿Sabes lo difícil que es encontrar a personas en los rios? Solo darías más trabajo y problemas.

Seguí caminando un poco hacia el.

El seguía viéndome desconcertado.

—Señorita, disculpe que la asusté. Esto es un error, yo...

—Si, si. Lo que digas. Todos cometemos errores, pero ¿Y qué? No existirían las soluciones si no cometieramos errores. Anda, baja de ahí antes de que te empuje yo.

El comenzó a reír.

Aún estaba algo lejos pero trataba de estirar mi mano hacia el.

—¿En serio crees que quiero saltar? —mencionó entre risas.

Eso me hizo entrar en seriedad, pero el alcohol siempre intensifica sensaciones. O solo es una excusa para hacerlo tu mismo.

—No, nadie quiere hacerlo realmente. Pero te quieres convencer de que es la única y mejor solución. Lo sé porque yo quise hacerlo hace un tiempo, justo en este mismo lugar y en el mismo estado —sentí un nudo en la garganta qué apenas me dejaba hablar mientras qué el estaba serio, escuchando me —siempre que tomó es porque pienso en hacerlo pero nunca me animo a hacerlo. Escucho a mi hermana diciéndome que no debería adelantarme al final de mi película, sino simplemente disfrutarla hasta que termine. Lo curioso es que está muerta ¿Como puede decirme eso?

Sentí mi corazón quebrarse una vez más durante todo este tiempo. Extrañarla a ella y a toda mi familia me consumía tanto que no vivía un solo día sin pensar en ir con ellos.

Comencé a llorar con más intensidad mientras qué el se sentó en la barandilla. Yo estaba más cerca.

—En cierto modo te lo agradezco, si no estuvieras ahí. Yo estuviera... Allá —apunté hacia el gran lago bajo el puente —. Ven, baja. Te invito una copa. Y agradezco que me hayas escuchado, extraño.

MIENTRAS BAILAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora