Un Paseo No Tan Común

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Había pasado tanto tiempo desde que Daniel no veía a Luna, que no pudo evitar sorprenderse ante su notable crecimiento.

Elizabeth fue por sus cachorros en cuanto pudo y los sacó pasear. Era tan lindo verla feliz de estar con ellos.

La señora Marta se encontraba en Italia para poder acelerar el divorcio. No pregunté nada al respecto, aunque no sabía cuanto tiempo más podría soportarlo.

—¿Oli? —repitió Daniel sacándome de mis pensamientos.

—Lo siento, ¿Me decías algo?

—Si, que Michelle quiere saber como nos conocimos realmente.

Giré a ver a Michelle sentada en ese sillón verde qué tanto odiaba pero que jamás podía deshacerme de él.

—¿Realmente? —pregunté confundida —. En la cena lo dije, fue en las grabaciones.

Michelle entrecerró los ojos.

—A mi no me engañas. Además, Elizabeth ya me lo contó.

—¿Es enserio? —preguntó Daniel —Le pagué para que no dijera nada.

Cerré los ojos rendida y giré a ver a Daniel.

—Amor, ella no le dijo nada a Michelle. Te tendió una trampa.

Michelle comenzó a reír, pero Daniel me veía muy entusiasmado. No entendía porque me miraba así, por lo que seguí hablando.

Le conté a Michelle nuestro extraño momento en aquel puente, y como fue que mi auto se quedó con él. Ella no dejaba de reírse.

—Ustedes si qué son muy extraños. Mi madre estaría vuelta loca con esta historia.

—Y esta es la parte donde te pido que no le cuentes a nadie. En especial a mi tía Susan.

—De acuerdo, pero a cambio, me dejaras hacer una reunión en tu casa.

—Si tu limpias el desorden, por mi no hay problema.

—Bien, iré por un poco de agua —dijo con cierto pesar. Como si tuviera dolor y agonía. Le encantaba exagerar cuando quería algo.

—Yo la traigo —me puse de pie.

—Eres un amor —soltó felizmente estirando los brazos.

—Lo hago porque es probable que rompas algo de mi cocina con esas muletas.

Si sonrisa desapareció, pero la mía se hizo más grande. Fui a la cocina por agua y Daniel me siguió. Mientras servía el agua en un vaso, el me observaba aún con esa mirada extrañamente feliz.

—¿Qué ocurre? —pregunté.

Se acercó hacia mi dejando un poco de espacio.

—Nada, amor —dijo haciendo énfasis en la última palabra.

Mis mejillas se tornaron color rojo. Esa palabra se me había escapado de manera tan espontánea qué no me di cuenta de que la había dicho. Sonreí y giré a verle.

—Si te molesta, puedo cambiarlo a... —fingí pensarlo un poco cerrando un poco los ojos —. Chocoleche.

—¿Chocoleche?

Asentí.

—Es mi bebida favorita.

Daniel comenzó a reír.

—Me agrada, en ese caso yo te llamaré Olivia. Es mi comida favorita también.

Abrí los ojos sorprendida y le di un golpe en el hombro y comencé a reír.

MIENTRAS BAILAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora