Los Hermanos Scott

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Que tu familia no te deje vivir, es algo por lo que muchos pasan. Cuando sientes que no tienes a nadie, de pronto formas a tu nueva familia, y eso es algo que pocos pueden hacer.

—¿Es que todo se tiene que complicar siempre? —Elizabeth daba vueltas por mi casa, pasándose frustrada mente la mano por su esponjoso cabello —. ¿Porque no pueden simplemente dejarnos en paz?

—Oye, tranquila. Tenemos que pensar en algo —Daniel la intentó tomar por el hombro pero esta se movió.

—¿Es que no te das cuenta? ¡Nada funciona! ¡Estoy cansada de todo esto!

Elizabeth tomó las llaves de su auto y su bolso. Salió por la puerta tan rápido qué ni siquiera alcanzó a escucharnos.

—Todo esto es una mierda —susurró Daniel.

Me acerqué hacia él para tratar de calmarle.

—Tranquilo, esto acabará pronto —solté mientras le masajeaba la espalda mostrándole mi apoyo.

Daniel se separó un poco.

—Necesito pensar —dijo daniel, sonando realmente confundido.

—¿Pensar? ¿Sobre Elizabeth?

Daniel no dijo nada.

—¿Sobre... Nosotros?

Giró a verme como si hubiera acertado a lo que estaba pensando.

—No es por nosotros, solo que... Debo saber que es lo mejor para ti.

A sentí.

—Claro. Siempre piensas en lo mejor para mí sin siquiera preguntarmelo.

—¿Qué quieres decir con eso?

Me acerqué hacie él.

—Qué crees que todo este problema de tu familia me terminará afectando cuando lo único que siempre logra afectarme es lo que tu haces para intentar protegerme.

—Olivia, solo quiero que no te hagan daño.

Respiré lentamente.

—No hagas esto —le supliqué —. No pienses en alejarme de ti otra vez. No me apartes de ti cuando las cosas se compliquen, así no es como esto funciona. No me dejes.

Se formó un nudo en mi garganta qué comenzó a doler más cuando Daniel no respondió nada.

Si silencio provocó más dolor en mi corazón.

Me acerqué hacia la puerta y la abrí para hacerle un ademán.

—Bien, vete.

Daniel me observó, con una mirada tan destruida como la mía.

—Vete —le repetí —. Es esto lo que quieres, ¿no es así?

Daniel no se movía.

—¡Vete! —grité furiosa.

Daniel se acercó hacia mí, dejándome totalmente vulnerable, y después, se fue.

Desapareció tan fácilmente, dejando solo el eco de sus palabras en las paredes.

Me sentía aturdida, triste y furiosa. Entendía a Daniel, pero esperaba que en el fondo el también me entendiera a mi.

***
Revisaba mi teléfono para ver si tenía una llamada o mensaje de él, pero no había nada. Durante los días de grabación, no hablábamos para nada que no fuera trabajo. Tan solo dos días fueron suficientes para darme cuenta sería más difícil de lo que creía. Elizabeth no había ido en estos días, estaba desaparecida en su totalidad, dejando a alguien más a cargo de todo. Una adicta al orden dejando que alguien más hiciera su trabajo.

MIENTRAS BAILAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora