Verdades

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—Cuando estábamos en Italia, todo se tornó tan gris para todos. Elizabeth ni siquiera salía de su habitación. Mi abuela lloraba por las noches, y yo... Me volvía loco cada vez más. Sam, trató de animar a Elizabeth pero no funcionaba. Al darse cuenta de la situación, decidió decirle a Elizabeth la verdad del porque Rupert actuaba así.

Me acerqué un poco.

—¿Cual verdad? —pregunté.

—Rupert está en quiebra —soltó de pronto.

Me sorprendí al escuchar eso. ¿Como era posible que una empresa tan grande y prometedora llegara a esto? Y aun así, seguía sin comprender qué tenía que ver esto con Daniel.

—Pero... Si estaba en quiebra, ¿Porque te puso al frente a ti?

Daniel suspiró.

—El creía que yo podría ayudarlo, pero me negué en cuanto me lo propuso. Entonces, decidió qué amenazarme con culpar a mi madre de la muerte de mi padre ante la prensa sería suficiente para que me quedara.

Culpar a su propia hija. Daniel debió tener la cabeza hecha una mierda.

Me acerqué a el para tocarle el hombro. El puso su mano encima de la mía.

—Y lo fue... —susurré. Sentía un nudo en la garganta al pensar lo que Daniel tuvo que vivir en todo este tiempo.

—Mi mente se cerró. Desconocí totalmente a mi abuelo. Incluso pensó que estando yo allá, mi abuela iría al rescate y así, tendría todo lo que quería —Daniel se sacudió un poco el cabello, frustrado de tan solo pensar en eso —. Tuve un plan para poder dejar libres a mi abuela y a Elizabeth, sacrificando un poco de mi libertad. Pero, cuando llegaste tu, mis planes dejaron de funcionar.

Giró a verme con los ojos brillosos. Su mirada esperanzada qué vi aquel dia en esa cena benéfica.

—Cuando Rupert supo mi plan, no dudo en usarte como carnada.

Carnada.

Eso era para esa persona que no podría estar sola. Tener a su familia a la fuerza era amor para él.

—¿Como fue que cambió de opinión? —pregunté.

Daniel encogió los hombros y sus ojos mostraron unas lagrimas.

—Un día, el tuvo un ataque al corazón en su despacho. Ninguno fue a verle al hospital, y ahí fue qué entendió el daño que nos había provocado. Mi abuela aceptó estar con el en Italia dos meses si nos dejaba libres y se divorciaban. Solo para cuidarlo, después de eso, ya no se volverían a ver.

Marta había aceptado después de todo. Aceptó por ellos.

Sentí una lagrima salir.

—Intenté convencerla de no hacerlo pero se negó. Me pidió que Elizabeth no lo supiera, ella tampoco lo aceptaría.

—¿Podrás... Ir a verla?

Daniel cerró los ojos y se recargó sobre mi negando la cabeza.

—Quiero ayudarla, Oli. Quiero ayudarla.

Le acaricie la cabeza mientras salían lágrimas de mis ojos. No sabía que decirle. ¿Qué le podía decir? ¿Qué todo mejoraría? Al diablo, eso nunca te hace sentir mejor.

—¿Qué pasará con Walter? —pregunté entre lagrimas.

—Al parecer vivirá lo que tu viviste por mi culpa.

—Daniel... —Lo separé de mi y levanté el rostro —. Entonces eso significa que volverán a estar juntos, justo como tu y yo.

Limpie las lágrimas de su rostro.

MIENTRAS BAILAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora