¿Y si no te vuelvo a ver?

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Tomé un taxi directo hacia la dirección que me había indicado la tía Susan. El hospital quedaba a quince minutos de donde estaba.

Tomé un taxi y me dirigí hacia allá. Me sentía aturdida y alterada.

Cuando mi tía Susan me había llamado, estaba llorando. Esto tenía que ser muy grave.

No esperé el cambio, baje en cuanto el taxi paró frente al hospital. Me fui directo a preguntar a recepción y dijeron que estaba en urgencias. Entré a la sala de espera y vi a mi tia Rosy consolando a mi tío Peter, por otro lado, estaba mi tía Susan sentada mientras una pierna le temblaba.

—Tia Susan, ¿Qué ha pasado? —en cuanto me acerqué a ella, se puso de pie para darme un abrazo. Mis tíos se separaron y se limitaron a mirarme. La verdad era qué no quería verles siquiera. Lo que habían hecho, era imperdonable.

—Mi niña —dijo entre lagrimas. Podía sentir lo triste y asustada qué estaba —. Fue atropellada por un idiota qué estaba ebrio y sobrepasó el cruce peatonal.

La noticia como tal fue tan sorprendente qué ni siquiera pude llorar, simplemente estaba asustada de las consecuencias. Los accidentes de auto eran una de las razones qué me volvían loca en el sentido de llevarme a un estado de shock inimaginable. Solo pude volver a abrazar a mi tía sin expresión diferente a la de alguien que siente que le falta el aire.

Minutos después, vino América hecha un mar de llanto en busca de los brazos de su madre. Alex estaba detrás de ella. Su nariz roja me daba la impresión de que había llorado antes de venir, y como no hacerlo, Michelle era su amiga desde el colegio. Me acerqué y le di un abrazo.

Alex comenzó a llorar en mi hombro por lo que trate de calmarlo. Se separó un poco y me dijo con los ojos llorosos algo que me hizo doler el corazón.

—¿Puedes decirme que todo estará bien? —el sabía perfectamente que solo podía decir eso cuando veía posibilidad de que así fuera. No pude hacerlo, y eso nos dolió a ambos.

Alex fue a donde América pata consolarla.

Mi tía Susan nos dijo que el choque fue tan fuerte qué les había sorprendido a los doctores qué haya llegado con vida al hospital. El tipo que la había atropellado se había dado a la fuga después de acercarse al cuerpo de Michelle. Eso era lo que habían dicho las personas alrededor.

Después de horas de incertidumbre, vino una doctora para darnos la noticia.

—¿La familia de Michelle Reynerson? —nos pusimos de pie apenas la escuchamos hablar.

—Soy su madre —mencionó mi tía colocandose al frente de todos.

—Esta bastante grave. Tanto su cabeza como sus extremidades sufrieron daños... —cada vez escuchaba más lejos la voz de la doctora. Dejé de escuchar lo que pasaba a mi alrededor, como cuando undes tu cabeza en agua y solo escuchas zumbidos lejanos.

Di unos pasos hacia atrás, tratando de calmarme. Era como un deja vu este sentimiento, darme cuenta de que era la segunda vez que vivía esto.

La cabeza me comenzó a doler, como si algo me estuviera aturdiiendo tanto que me impedía escuchar bien.

Mis vista comenzó a nublarse, hasta que sentí una mano tocando mi hombro. Volví enseguida.

—¿Estas bien? —preguntó mi tía Susan.

Asentí.

—Ven, vamos a ver a Michelle —respondió con una sonrisa.

—¿Ella está bien? —pregunté confundida.

MIENTRAS BAILAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora