Palermo

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Sabía al igual que todas, que algo no andaba bien. En especial cuando vi a Marta con esa actitud tan diferente, se le veía imponente. Incluso se podría decir que provocaba temor.

—Abuela, entiendo que estés molesta, pero, ¿enfrentarte a Rupert de esta manera? Le estas dando lo que el quiere, verte molesta.

—Me importa un carajo lo que Rupert quiera, pero a Daniel no le va a decir que hacer. Vayan arreglando sus cosas.

Sin más, comenzó a subir las escaleras. Se detuvo un momento y giró.

—¿Saben qué? no lleven nada. Yo me encargaré de eso.

En menos de una hora, un auto presidencial estaba esperando afuera. Tenía que dejar a Luna aquí, algo que me ponía triste, apenas estaba creciendo. Antonieta, una ama de llaves, se ofreció a cuidarla especialmente.

Como si fuésemos a ir de compras, o a comer, o  cualquier cosa que haces en compañía, subimos al auto. Aún no me creía esto de ir a Italia, pero de nada servía protestar. Marta me dijo que si no funcionaba su plan (qué aun no nos decía) yo sería la llave secreta. No sabía exactamente a lo que se refería pero decidí no preguntar.

Cuando el auto giró hacia el lado contrario del aeropuerto, no pude evitar confundirme.

—¿El aeropuerto no queda hacia allá? —pregunté apuntando con mi dedo.

Elizabeth rió un poco. Marta soltó una carcajada.

—¿Aeropuerto? No recordaba esa palabra.

No pude evitar reír también, a veces olvidaba que trataba con una de las mujeres más ricas del mundo.

Como era de esperarse, viajamos en Jet privado. Sé que no era momento para emocionarse, pero nunca pensé que subiría en uno. Era realmente extraño y satisfactorio a la vez.

Después de varias horas, por fin llegamos a Palermo. Durante el vuelo, trataba de comunicarme con Daniel pero no funcionaba, mandaba directo a buzón. Realmente anhelaba verlo de nuevo, como si hubiera pasado un mes o un año.

Un auto nos recogió y nos llevó a una mansión igual o más grande que la anterior, solo que en color blanco. Después de descansar toda la noche, desayunamos afuera, donde la luz del sol pegaba de manera pacífica. Esto parecían vacaciones, que por cierto, nunca las había tomado.

—Acabo de leer que habrá una cena benéfica con varios inversionistas famosos —comentó Elizabeth mostrando su teléfono. Marta asintió.

—Amo qué me faciliten las cosas. Elizabeth lleva a Olivia al centro de la ciudad para que compren un lindo atuendo. Esta noche será pesada.

—Adoro tu actitud, abuela. Pero ¿no nos contaras tu plan?

—Además no estamos invitadas —añadí temerosa.

—Primero: si realmente eres mi nieta, entonces sabes que nunca tengo ningún plan y que muero de miedo. Y segundo: estoy segura de que eso no será un problema. Ahora vayan que no hay tiempo.

Acompañé a Elizabeth hacia el garaje donde tenían estacionados al menos seis autos.

Cada vez me impresionaba más.

—No preguntaré cual es el tuyo porque probablemente respondas qué todos —bromee.

—De hecho ninguno lo es, todos son de Rupert. Así que no importa. Ven, tomemos este.

Me jaló del brazo y fuimos hacia un auto deportivo sin techo color amarillo.

Las compras no eran algo que me emocionaba ultimamente, pero debía admitir qué Elizabeth era una de las mejores compañías qué había tenido en la vida..

MIENTRAS BAILAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora