¿Qué Me Pasa?

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Era inevitable no sentirme mal, acababa de arruinar algo bueno que me había pasado después de años.

¿De qué me quejaba?

Todo lo había hecho a propósito, solo me quedaba volver a mi vida normal. Lejos de todos.

Elizabeth se había preocupado porque Daniel se fue de pronto, así que le dije que tuvo un percance.

Al finalizar la cena, me fui de su casa. Manejé hasta llegar a mi casa y estacioné el auto.

Busqué las llaves de mi casa y antes de abrir la puerta, me di cuenta que no quería entrar. Tenía tanto en la cabeza qué no podía sacar, nunca lo hablaba con nadie.

Intentaba con psicólogos y terapeutas, nunca funcionaban.

Me decían que todo era parte del duelo qué aún no terminaba, y el trauma qué sé creo en mi al perderlos.

Tantas alternativas qué traté de seguir y que nunca dieron resultados.

Ahora solo necesitaba un respiro.

Di la vuelta y fui directo a la calle.

Antes de eso guardé mi cartera en el bolsillo de mi pantalón y la bolsa la dejé en el auto.

Caminé hasta llegar a un parque qué estaba a unas cuadras. Estaba todo oscuro.

Me senté en un columpio rojo qué estaba cerca de unos árboles.

Miré hacia el cielo pensando en todo y la vez en nada. Estaba nublado.

No se veían más que nubes negras y grises en el cielo.

No tardaba en llover y no me importaba. Podía mojarme todo lo que quisiera y no sentía preocupación alguna.

Comenzaron a caer pequeñas gotas qué hicieron qué levantara mi rostro para que lo empaparan.

Era un ambiente tranquilo y sereno. No había nadie y podía disfrutar de este momento tan placentero sin interrupciones.

O eso creía.

Un ruido en los árboles qué sé encontraban detrás de mi me hicieron girar un poco asustada. No había traído nada más que la cartera.

No podía ver con claridad lo que era, sentí miedo al pensar en miles de posibilidades en las que correría peligro. Pero no fue así.

Se escuchó nuevamente otro ruido acompañado de un quejido parecido al de un canino.

Me acerqué y vi una caja empapada.

La lluvia comenzó más fuerte y eso hizo que un pequeño cachorro blanco con dos manchas negras en los ojos saliera rodando de esa caja.

El pequeño cachorro se llenó de lodo. Era tan pequeño qué sentí que mi corazón dolía.

¿Como alguien lo pudo abandonar aquí?

Me quité mi blusa negra dejando solamente una balanza transparente de tirantes y fui directo a cubrir al perrito.

—Al parecer alguien tiene frío —le dije mientras lo cubría con la blusa y lo abrazaba para que sintiera menos frio.

La lluvia era fuerte y solo me quedaba irme lo más rápido a casa.

Quince cuadras en total. Para mi no eran tantas, pero a este pequeño le podrían ser interminables.

El pequeño cachorro temblaba y lloraba, tenía que llegar a casa rápido.

Comencé a correr hasta llegar una gasolinera que estaba a cuatro cuadras del parque. Descansé debajo del tejado de la tienda.

Traté de acomodarme el cabello para entrar a la tienda que se encontraba a un lado. El perrito necesitaría comida y alguna qué otra cosa.

MIENTRAS BAILAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora