Luna

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Al llegar a casa de Daniel, el fue directo a su cuarto. Al regresar tenía en sus manos una pequeña manta azul con bolitas blancas.

—Dámela —mencionó mientras extendía sus manos frente a mí.

Le quitó la chaqueta y la reemplazó por esa cálida manta.

—En mi closet hay mucha ropa cómoda, escoje lo que quieras y puedes ducharte.

Me quedé un poco nerviosa estando ahí. Tardé en articular un movimiento. El lo notó.

—¿Esta todo bien?

—Yo... Me quiero disculpar.

—No necesitas hacerlo si te sientes obligada. Hago esto porque estabas en apuros, es todo.

Negué con la cabeza.

—No, no. No me siento obligada en lo absoluto, creo que fui una completa idiota en solo cerrarme a no querer a nadie cerca sin fijarme en lo apática qué era con la gente que lo intentaba.

Daniel levantó la mirada y me observó por un momento.

—No tienes que disculparte por tener miedo.

Sus palabras dieron como eco en mi cabeza. Era claro que eso era lo que sentía siempre con todos, lo extraño era qué lo sentía de manera más intensa cuando estaba con él.

¿Qué era esto qué sentía?

—Entonces me disculpo solo por ser una imbecil —traté de no sonar nerviosa.

—Acepto tus disculpas —respondió con una amplia sonrisa —Anda, ve a bañarte o terminarás resfriandote.

Fui directo a su habitación color naranja y con mis ojos busqué el closet. Encontré una puerta café algo rústica, suponía qué era esa.

Estaba en lo correcto.

Su closet estaba muy ordenado. Tenia varios cajones y ropa colgada de cualquier estilo.

Busqué un pans y una camisa sin mangas qué tenía un dibujo de un queso. Entré a la ducha y al terminar puse la ropa en el sesto de ropa sucia. Esperaba no olvidar llevarmela.

Al salir me encontré a Daniel dándole de comer al cachorro en un platito pequeño. Al notar mi presencia se puso de pie.

Miró la camiseta y sonrió.

—Se te ve bien —se acercó para acomodar algunos cabellos qué tenía atravesados en la cara —. Cuida a Luna, iré a ducharme.

Ni siquiera pude asentir o negar, no pude hacer nada.

¿Donde se encontraba la Olivia fuerte y determinada?

Entró a su habitación y yo me quedé en la sala con Luna. Me senté mientras la veía comer.

La pequeña cachorra se acostó en mis pies. Eso fue tierno hasta para mí.

La cargué y la puse en mis piernas, veía como se quedaba dormida así que me recargué un poco en el sillón y fui perdiendo la conciencia.

***

Sentí unas lamidas en mi rostro, abrí los ojos y la pequeña Luna se encontraba sentada en mi cuello.

Hacía mucho qué no sentía cariño.

Desde que la conocí solo rondaba por mi cabeza el buscar a alguien que la quiera, pero con estos gestos me era difícil.

No sabía si mi trabajo me permitiría cuidar por completo a Luna.

Me di cuenta que seguía en el sofá pero tenía una manta cubriendome.

MIENTRAS BAILAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora