Mi Auto.

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Ninguno cruzó palabra en el trayecto hasta qué llegamos.

Al dejar el auto en el estacionamiento Sam bajó primero para girar y abrir la puerta. Celeste salió primero pero yo preferí abrir la otra puerta y entrar de una vez. La compañía de Sam no era de mis preferidas.

Decidí entrar a la gran y famosa "casa de Richard" por una sola razón: Mi auto.

La música sonaba y había más gente que la que pensé que habría. Parecía fiesta adolescente, aunque ciertamente no eramos tan ancianos.

Yo tenía veintidós y todos estaban en el rango de mi edad menos Richard, el tenia 32.

Habia una mesa de beer pong, una de villar y muchas otras de tragos y otras cosas. Trataba de buscar al chico... Daniel, pero no lo encontraba. Lo que recordaba de su rostro eran sus cejas un poco gruesas y sus ojos color miel, su cabello era oscuro, ondulado y largo. Su piel no era muy clara, pero tampoco tan morena. Aunque no estaba segura de su aspecto ya qué tal vez su personaje era así, más no él.

La casa era grande al fondo se podían observar unos ventanales grandes donde se admiraba la playa, el atardecer era hermoso así que salí un momento. Un atardecer es algo que nunca le negaré a mis ojos.

Al salir me topé con unas escaleras qué bajaban hacia la playa, al mirar hacia abajo miré a dos chicos ahí y reconocí a Irene. El otro chico estaba de espaldas pero suponía qué era Daniel así que bajé.

Mientras bajaba el viento pegaba en mis hombros haciendo qué mi piel se entumeciera y erizar así que comencé a acariciar mis hombros con mis brazos. Me hubiera cambiado por algo más cómodo qué este vestido y estos tacones.

Parecía que estaban discutiendo.

Estaba un poco cerca pero preferí dar la vuelta para no molestar, ya lo había encontrado. Podía esperarlo arriba.

Al dar la vuelta uno de mis tacones se hundió en la arena y provocó quéi tobillo se doblara haciéndome caer de lado. Una vez en el suelo cerré los ojos y apreté los labios por dos razones: Dolor en el tobillo y vergüenza. Rápidamente me paré y giré, claramente habían notado mi presencia.

-Lo siento, vuelvo después -Dije para volver a darme la vuelta e irme pero la voz de Irene me detuvo.

-Como siempre metiendote en todo ¿No te cansas? -su voz sonaba tan fastidiosa como siempre pero esta vez no caí en su provocación.

-Bueno, ya qué estoy aquí mejor te pediré las llaves de mi... -Irene volvió a interrpir.

-Estamos ocupados ¿No puedes esperar?

Bueno, mi paciencia nunca dura demasiado.

-¿Y tu no te puedes callar? -le dije para luego girar hacia Daniel -Necesito mi auto.

Le estiré mi mano para que me diera las llaves.

-No tengo las llaves aquí, están arriba.

De tanto problema qué me estaba dando el conseguir mi auto, estaba considerando comprar uno nuevo. Como si realmente pudiera.

-Bien, te espero arriba -dije para girar e irme. Estaba aguantando el dolor en mi tobillo para no hacer de esas escenas en las que vienen a ayudarme porque no puedo caminar. No era para tanto.

-¿Sabes qué? Yo me voy -Irene parecía molesta pero no sabia si era por mi culpa, aunque podía adivinar.

Avanzó por un lado de mi golpeando mi hombro y haciendo qué cayera nuevamente. Antes de que Daniel llegara a ayudarme, me quité los tacones y los lancé.

MIENTRAS BAILAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora