Más Problemas

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Aquella llamada logró qué dos corazones palpitaran lento, como si no quisieran hacer algún ruido. Asustados y abrumados.

Elizabeth: una directora profesional qué siguió trabajando a pesar de haber tenido una llamada con su madre qué decidió no verla hace años. Y Daniel, confortandola y tranquilizandola hasta que termine la filmación, que en estos momentos, parecía eterna.

De vez en cuando, cruzaba miradas con Elizabeth. Nadie notaba qué estaba al borde del colapso.

Incluso olvidé mi problema con la escena. En cuanto la terminamos salimos de ahí directo a la mansión Duarella, donde su madre se encontraba.

Ver a ambos tratando de contener la calma frente a mi, me hacia pensar si no los hacia sentir lo suficientemente cómodos para que fingieran ante mí. Decidí acercarme a Daniel mientras Elizabeth conducía.

—¿Estas bien? —pregunté apoyando mi cabeza en su hombro.

Daniel suspiró fuertemente.

—No lo sé —respondió.

Levanté un poco la mirada para poder verle la cara. Estaba intranquilo, y no sabía como calmarlo.

—Pareces un niño pequeño —dije mimandolo. Acerqué mis manos y les jalé las mejillas, Daniel comenzó a reír.

Elizabeth nos miró por el retrovisor.

—No seas celosa Elizabeth, no puedo mimarte si estas conduciendo —bromee con ella. Elizabeth sonrió.

—Qué injusto, el qué menos se baña recibe más cariño.

Comencé a reír.

—Es cierto, es injusto. Pero miralo, es tan guapo —dije tocándole la mejilla —Aunque tienes razón, también mereces cariño.

Me acerque a ella y le di un beso en la mejilla. Elizabeth se sonrojó y Daniel soltó un quejido.

—Pero que envidiosa eres —Soltó fingiendo molestia.

—¿Envidiosa yo? Pero si la mayoría de los besos los recibes tú —se quejó ella.

Verlos pelear por cualquier cosa era parte de mi vida cotidiana. Cuando no lo hacían, las cosas se tornaban algo aburridas.

Sonrieron y segundos después, habló Elizabeth.

—Gracias Oli. Eres muy buena distrayendo personas.

Sonreí ante sus palabras.

—Qué va, si me encanta besar gente.

Elizabeth comenzó a reír.

—¿De verdad? —preguntó Daniel.

—De verdad —giré hacia el.

Daniel se acercó hacia mí, pero puse una mano en su boca.

—Pero ya tuviste suficiente.

Daniel se echó para atrás y esbozo una sonrisa bastante atractiva.

Minutos después, llegamos a la mansión. Antes de bajar del auto, Daniel me detuvo sujetando mi brazo.

—¿Estas segura de entrar? No tienes que hacerlo —dijo Daniel.

—Tiene razón, ella puede ser algo... Intensa.

Solté una pequeña sonrisa.

—Entonces es de las mías —solté para salir después.

La manera en la qué mi corazón palpitaba tan fuerte, me asustaba. El demostraba como me sentía realmente, me sentía asustada.

No era momento de sentirme así, debía ser alguien de apoyo para ellos, por más difícil que me resultara en esos momentos.

MIENTRAS BAILAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora