Capítulo 5

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Nota de autora: Antes de empezar quiero aclarar algo, antes de que dejen sus comentarios:

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Hay algunas palabras que dicen los personajes que sé que no se dicen ni se escriben así, pero es el dialecto del personaje, así que si ven algo mal pronunciado o algo por el estilo, ya saben.

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A veces el destino, los Dioses o los santos nos dan cosas que ni siquiera queremos, quizás se equivocaron de persona, quizás se equivocaron que en verdad lo anhelan.

Me considero guapo, hay que admitir, pero cada vez que me veo en el espejo, cada vez que veo ese cabello revuelto, con ese color café en mis ojos, veo a una persona normal, con virtudes y defectos.

Comienzo a caminar hacia la entrada del instituto. Anoche no pude dormir ingeniando y planeando como iba a descubrir lo de Khea, porque obvio no iba a llegar diciendo:

—Oye Khea, ¿me dices que pasó aquellas vacaciones?

No, yo soy chismoso, pero no bruto. Así que el plan era simple: Volverme a ganar su confianza y descubrir que fue lo que pasó en esas vacaciones.

—Hermano, llegas temprano —dice un Frank animado y eso es sinónimo de buenas noticias.

—¿Qué nos espera? —es lo primero que le pregunto al abrazarlo.

—Este fin de semana competimos con el Guarenas, y lo mejor es que va a ser aquí, en nuestro campo.

—Eso nos da ventajas —comenté aún más animado.

—Ya me encargué de decirles a todos por ti, y por cierto llevas dos días sin subir algo a las redes, así que actívate —me recordó.

Esta vida era horrible, no podía dejar de subir contenido a las redes porque mis seguidores disminuían, y si compartía cosas más seguidas, aumentaban.

—Gracias, amigo, ¿qué haría sin ti?

—Probablemente, seguirías igual, eres el gran Xabi Persie, el chico más popular del instituto más popular —dijo como si lo estuviera viendo en un cartel— ¿Qué más le puedes pedir a la vida?

Ser feliz, por ejemplo.

—Cierto, lo tengo todo —digo con simpleza.

La campana suena y da inicio a la misma rutina de todos los días: entrar y salir de clase.

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Hoy ya es jueves y los alumnos se dedican a entregar lo que les falto por la semana. Cuando llego al salón ya todos están ahí, excepto el profesor de matemática.

—Hermano, te tengo algo —me avisa Frank, apenas me siento.

—Cuenta pues.

—¿Sabes Jessica? —pregunta.

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