Capítulo 17

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—Hola, señora Mónica —dijo Khea y luego me miró a mí— Hola, tú

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—Hola, señora Mónica —dijo Khea y luego me miró a mí— Hola, tú.

—¿Qué haces aquí? —pregunté.

—Vine a ver a tu madre.

Se acercó a ella y le dio un beso en la frente. Mucha confianza.

—¿Le dijo? —le preguntó. Mi madre asintió.

—¿Tú lo sabías, y no me dijiste nada? —indagué sorprendido.

—Tu madre me pidió que no dijera nada, además, tú ni me hablabas, ¿cómo pretendías que te lo dijera?

—No lo sé, pero nada te costaba —respondí.

—Me costaba la confianza de tu madre —explicó tranquila.

—¿Qué confianza, Khea? Me lo tenías que haber dicho —reclamé alzando la voz.

—Lo primero que te dice el doctor y lo primero que haces —negó con la cabeza en desaprobación— dejemos descansar a tu madre.

Lo dudé un poco, pero al final accedí — Descansa, mi mamá, luego vuelvo.

Me dio un beso en el cachete, y Khea y yo salidos del cuarto. Khea iba vestida de negro, zapatos negros, pantalón negro y camisa negra, en fin, creo que era el único color que conocía. Nos quedamos en el pasillo y nos sentamos en el piso. Duramos un rato en silencio hasta que ella habló.

—Llamé a tu madre hace tres años, le dije que no tenía dinero, pero que necesitaba que fuera la abogada de una amiga —empezó a explicar— Ella dijo que me ayudaría. Tiempo después lo hizo, defendió a mi amiga y logró sacarla —su mirada estaba fija en el piso— El día que estábamos celebrando lo que había hecho por mi amiga sintió un dolor, la traje a este hospital. Nunca me despegué de ella, ni cuando nos dieron el resultado, ni en las químicos la deje sola. Así que no pretendas echarme de aquí.

Mi mente estaba procesando todo lo que había dicho Khea, ¿ella había estado todo este tiempo?

—¿Por qué nunca me lo dijiste?

—Tu madre me dijo que ella lo haría —se encogió de hombros restándole importancia— de todas formas no era mi deber hacerla.

—¿Por qué eres así? —Pregunté, y al ver su cara de confusión seguí— ¿Por qué eres tan fría, Khea?

Tenía ojeras, su cara reflejaba cansancio, y en una mirada había solo vacío.

—No creo que sea un término con el cual se me debe definir —se levantó mirándome desde arriba— solo soy poco expresiva, aprende a diferenciar. Voy por un café.

Solo asentí, viendo cómo se desaparecía por el pasillo. Me quedé pensando, ¿y ahora qué?

Me habían explicado que era etapa cuatro, pero seguía sin aceptar que más adelante mi madre no estaría. Ella que había luchado tanto por la justicia, ¿Por qué sufrir tenía que ser parte de su final?

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