Multiversal

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#corto #mcu #EMHSteve #SkinnySteve #mcuSteve #mcuTony

Los villanos lo dieron por muerto, tal como lo estaba el resto del equipo. Sin embargo, no era así. Él simplemente estaba maltrecho y malherido, pero aún no lo habían vencido. Con mucho esfuerzo logró levantarse de nuevo para atacar lanzando su más valiosa arma: el escudo. Por más que intentaron acabar con él también, no pudieron. Sus compañeros lucharon hasta el último aliento, él los vengaría.

La victoria se sentía como un fracaso. No valía la pena luchar ahora que no tenía a nadie para compartir el éxito. De haber sido así, por lo menos tendría una sonrisa en el rostro. Nada de eso. Aquella guerra destruyó todo y a quienes amaba se los llevó, por segunda vez. ¿Qué tan maldito tenía que estar su destino para volver a sufrir una pérdida de esa magnitud?

El dolor presente en su cuerpo le recordaba que seguía vivo. Sus heridas sangraban copiosamente y su rostro dolía por igual debido a uno que otro golpe. Le dolía más el alma que el cuerpo, eso era seguro. Ciudades que parecían sacadas de un universo postapocalíptico y los cadáveres de quienes alguna vez fueron su familia esparcidos por el suelo: un escenario lamentable de presenciar.
Lloró por primera vez en mucho tiempo. Sí, lloró. Hizo duelo por todos ellos, pero más que nada por el hombre que amó hasta el último momento y al que amaría hasta el fin de sus días, aunque ya no estuviera a su lado. Su corazón le pertenecía, aún después de la muerte.

¿Cómo pudo suceder aquello cuando tenían planes de, próximamente, casarse y adoptar niños? Su Tony... Se había ido. Para siempre.

Se despidió de todos por última vez y depositó un último beso en el reactor con lágrimas saliendo de sus ojos. Su destino realmente estaba maldito. La vida era cruel con quienes deseaba.
Lo recordaría siempre brillante, como cuando tenía pesadillas por las noches y, al abrazar a Tony, veía ese círculo brillando como un diminuto Sol. Ese brillo y la calidez de sus abrazos permanecerán siempre en su memoria como uno de sus recuerdos más felices.

—Te fuiste demasiado temprano, mi amor. —logró pronunciar con la voz quebrada y la vista nublada por las lágrimas. —Nos vemos en otra vida.

Cabizbajo, se marchó de aquel lugar que alguna vez consideró su segundo hogar. Ya nada valía. No podía seguir fingiendo que era fuerte cuando se encontraba totalmente destrozado.

En un tramo del camino, el dolor pasó de insoportable a insufrible y las heridas sangraron a caudales. Cayó de rodillas y luego de bruces, casi quedando inconsciente. Aún tenía energías para continuar, sin importar si implicaba arrastrarse. Lo imprescindible ahora era salir de allí, de ese universo destruido. Su universo.

Terco como una mula, no se rindió hasta que encontró una salida. Era una especie de portal. Lo atravesó, sin importarle en lo más mínimo adónde lo llevara. Solamente rogaba no contemplar otra escena postapocalíptica de ciudades destruidas o cadáveres.

Afortunadamente, dio con un lugar seguro. Al aterrizar, cerró los ojos cayendo inconsciente, con la extraña sensación de seguridad que le proporcionaba el sitio desconocido.

Mientras tanto, en ese mismo universo, un castaño se acercó para verificar qué había ocasionado el estruendo. Se trataba de algo grande, supuso. Al acercarse bien, se cercioró de que lo que cayó no fue algo, sino alguien. Lo observó atentamente. Uniforme azul con una estrella blanca y el escudo tricolor. Definitivamente era un Capitán América, pero no era el suyo.

Eso no importaba ahora. Se veía en pésimas condiciones y necesitaba ayuda. Verificó que tuviera pulso. Débil, pero lo tenía. Le acercó un frasco de alcohol isopropílico a la nariz y esperó alguna reacción. Lo vio abrir los ojos lentamente. De un intenso azul, brillaban de tal manera que lo cautivaron e incluso lo conmovieron.

En cuanto el rubio lo vio, tuvo que parpadear varias veces y se quedó estático e incrédulo. Lo había visto morir, estaba seguro. ¿Tony estaba vivo? ¿Esto era algún truco?

—Tranquilo, grandulón. —dijo Tony en cuanto lo escuchó sollozando como un niño chiquito. No pudo evitar consolarlo acariciándole el cabello. ¿Cuánto habrá sufrido para ponerse a llorar como un bebé en cuanto lo vio? —Estás herido. Yo te ayudaré.

†††††

Tuvo que utilizar tanto alcohol como algodón en grandes cantidades para desinfectar sus heridas. Algunas necesitaban puntos, por lo que aguja e hilo fueron imprescindibles. Le había dado lástima verlo así. Le curó también los raspones en las rodillas y le colocó vendajes para evitar que se volvieran a abrir. Ahora tenía que descansar.

El rubio no dijo una sola palabra. Simplemente se dejó curar. Todavía no acababa de procesar lo sucedido. ¿Qué clase de universo era este? ¿Por qué en éste sí había un Tony? ¿Por qué tuvo él que perder al suyo?

Preguntas sin respuesta, como todas las que se hacía.

—Oye, grandote. —lo llamó el pequeño castaño y simplemente lo miró. —No sé de dónde vengas, pero ya estás a salvo. Todo estará bien.

Fue más la sonrisa que sus palabras lo que le convenció. En eso era idéntico a su Tony. Le devolvió una sonrisa ladeada, pero fue suficiente para el castaño.

††††

No le fue sencillo adaptarse al nuevo universo, pero debía hacerlo. No podía regresar al suyo, no ahora que allá no quedaba nada. Ni nadie. Sus heridas fueron sanando, poco a poco. Le costaba abrirse a los demás y sólo lo hacía con el castaño, el Tony de aquel universo. Era el único rostro que le era familiar entre todos. 

Tony se dedicó a investigar sobre la infinidad de multiversos y dimensiones existentes y supo que este Steve venía del multiverso EMH. Le sorprendía su enorme tamaño aunque, al lado suyo, hasta su propio Steve era gigante. Pero había que admitirlo, este parecía un refrigerador y le causaba cierta gracia. Descubrió de igual manera que aquél universo había sido destruido y ya no existía, además de que él fue el único sobreviviente.

Eso explicaba que se sorprendiera tanto cuando lo vio. El Tony de su universo también había muerto, dejándolo solo.

Tuvo que transcurrir mucho tiempo para que las heridas, sobre todo las internas, sanaran y, en el proceso, no pudieron evitarlo. Se enamoraron y cada día buscaban una razón, cualquiera que pudieran utilizar como excusa válida, para estar juntos.

Esto causó celos en una persona. Sí, así es. Steve había visto cómo su Tony se dejaba mandonear como un perrito por aquel rubio que desconocía y vaya que intentó disimular sus celos, pero era pésimo para ello. Se notaba a kilómetros, además de que hacía todo lo posible para separarlos.

Nada cambió, sin embargo, no para ese par pero sí para él.

Resultó que, luego de unos meses, otro incidente ocurrió. No sabía de dónde vino, pero quedó en shock mientras lo miraba. Era como verse a sí mismo, pero más joven y... Delgado. Aquel pequeño rubio, del cual desconocía su procedencia, se sorprendió también al verlo. Era como una versión adulta suya y mucho más fuerte y atractivo.

Sí, definitivamente eran el mismo pero diferentes. Al principio se rehusaba, tanto por su natural terquedad como por sus convicciones morales, pero fue cediendo con el paso del tiempo y su otra parte también.

Verse a escondidas, sobre todo por las noches, para hacer el amor fue una estrategia que adoptaron para no levantar sospechas entre los demás. Se sentía incorrecto pero era tentador. Al fin y al cabo, las necesidades estaban ahí y debían ser satisfechas. La carne siempre sería débil.

Por otro lado, ramificaciones se fueron formando en alguna parte del infinito universo. Si lo que hacían estaba mal, poco les importaba a estas alturas de juego.

Los multiversos se habían cruzado y de qué manera.

Esto no era el fin. Era el comienzo de algo nuevo.

Cortos Multishipps ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora