[No recuerdo a quién pertenece la imagen, sorry. Créditos a quien corresponda]. [Universo EMH].
✨In Another Life ✨
«En otra vida
Yo sería tu chico
Manteniendo nuestra promesa
De ser nosotros contra el mundo».
(The One That Got Away).—Quiero dártelo. —habló el pelinegro extendiéndole una foto. En esta se podía apreciar, por la década de los lejanos 40, un señor con traje, Howard Stark, y a ambos lados un joven Bucky, a la derecha y, a la izquierda, el Capitán América.
—Howard Stark. —exclamó Steve, nostálgico al contemplar aquella imagen en blanco y negro, como si viera algo sublime. Momentos de gloria que jamás volverían.
—Mi padre te admiraba. Todos lo hacemos. —en la voz de Tony se podía notar un poco de timidez. Creció escuchando historias sobre el Capitán América, fue la persona a quien admiró desde su niñez y, ahora, años después, lo tenía frente a él en carne y hueso. Una verdadera leyenda viviente.
—Gracias por la foto, Tony. Esto... Es todo lo que tengo.
No había que ser demasiado inteligente para escuchar el dejo de tristeza en su voz. ¿Cómo no? Lo perdió todo, estuvo congelado por décadas y, literalmente, renació en un mundo completamente nuevo, diferente al que conoció, sin las personas que quería. Prácticamente estaba solo en el mundo.
—No es cierto. —se apresuró a decir Tony. —Aún tienes a la patria. Además, Zemo y Arnim Zola siguen prófugos. Tienes un hogar aquí, Steve. Con los Vengadores. —le extendió su mano en señal de total confianza.
Reanimado, Steve la estrechó. Fue un apretón de manos firme y cálido. No cabía lugar a dudas de que, a partir de ahora, las cosas no serían sencillas, aunque nunca lo fueron.
††††
A medida que fueron pasando los meses, comenzaban a preguntarse qué significaba la extraña sensación que los asaltaba durante las noches y, a veces, la mayor parte del día. Existía la teoría de las almas gemelas donde, según expertos, se le asigna a cada quien un destinado. Algunas almas no coincidían sino hasta tres o cuatro existencias después. Otras simplemente no estaban juntas por azares del destino. El nombre de la persona destinada aparecía en el brazo cual si estuviera escrito con tinta y sólo se rompía la conexión cuando uno de los dos, o ambos, moría.
Intentaron no prestarle atención. Después de todo, tenían cosas más importantes qué hacer.
Misión tras misión, volvían a sentir el mismo molesto hormigueo en la piel, sobre todo cuando se cubrían mutuamente las espaldas. Incluso cuando estaban medianamente cerca, donde sea que se hallasen, la sensación regresaba con más fuerza. Sus miradas los delataban. En sus ojos se podía leer todo lo que querían decirse y que, por uno u otro motivo, ocultaban. La verdad es que ninguno era experto en los asuntos del amor y les era difícil expresar sus sentimientos.
Eso hasta que uno de ellos decidió dar el primer paso. Ocurrió una tarde contemplando el atardecer en la azotea de la mansión. Tony, sumido en sus pensamientos, no se percató de la presencia del hombre a su lado sino hasta que volteó a verlo. No quería apartar su mirada de él.
—¿Crees que las almas gemelas existen? Yo creo que son sólo cuentos para niños. —comentó casi en un susurro. —Y tengo una comezón que no para.
—Eso es seguro. —contestó a su pregunta el rubio, que también tenía la misma duda. —¿Estás seguro de eso? ¿No será alguna alergia?
—Claro, ahora resulta que eres médico. —bromeó el genio. Suspiró. —Sólo quiero saber qué demonios me está pasando. Es como si sintiera algo entre nosotros que no sé explicar.
A buen entendedor pocas palabras bastan. Él también lo sentía y tampoco le encontraba ni pies ni cabeza a todo el embrollo. Qué frustración tan inmensa.
—Ya no lo soporto. Me arde. —Tony subió la manga de su camisa y quedó boquiabierto al ver la razón. Un nombre se hallaba escrito con tinta azul. Un nombre escrito con una perfecta letra y caligrafía, cual título de novela romántica antigua. Se leía claramente “Steve Rogers”.
¿Cómo era esto posible? ¿Todo este tiempo estuvo frente a su alma gemela y no lo sabía?
Le enseñó la marca que, extrañamente, ya no abrasaba. Sin más demoras, Steve se quitó un guante del uniforme y justo ahí estaba escrito en rojo, como el hilo del destino, “Tony Stark”. Tan claro o más que el agua.
Se miraron a los ojos, quitándole Tony la máscara. Quería apreciar su rostro a la perfección.
El rostro de su alma gemela, en esta vida y en todas las demás.
Eran ellos contra el mundo y nadie los podía separar.