CAPÍTULO 18

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CLARA

Respiro pesadamente, el viaje a casa de mis padres se me ha hecho agotador. Durante esta semana no he parado mentalmente, entre ocuparme de Samantha, dar clases preparatorias, tres partos univitelinos, un parto gemelar y evitar a Jorgeno he tenido tiempo de descansar.

Y es por eso precisamente he decidido irme este fin de semana a casa de mis padres. Por decirlo de alguna manera, es un lugar seguro para mí, sé que estando con ellos voy a poder relajarme y desconectar. Cuando llevo una hora de viaje vislumbro la casa donde me he criado. Un chalet de tres pisos de color amarillo y un amplio jardín verde lleno de flores, que mi padre cuida con mimo. Aparco de enfrente y salgo del coche con una mochila en la que llevo lo básico. Llamo al timbre ...

-¿Quién es?- dice la voz de mi madre por el intercomunicador.

-Soy repartidor, me han informado que querían a una enfermera

No deja que termine, suelta un chillido y la puerta se abre dejándome entrar al jardín, pero no tengo mucho tiempo antes de que mi madre salga por la puerta de casa corriendo y me rodee la cintura con sus brazo

-¡Mi niña!, ya estás aquí- dice rodeándome con sus brazos más fuerte de lo que acostumbra a hacer.

-Mamá, no llevo ni un minuto en casa y estás a punto de matarme.

Cuando creo que no me va a soltar nunca, mi madre se aleja de mí y me acuna la cara con sus manos observándome el rostro con sus ojos celestes. Mi madre es hermosa y aunque pasen los años y hagan mella en ella, esos ojos que me miran ahora no dejarán de transmitir amor nunca.

-Tienes ojeras Clara.

-Estas semanas han sido duras, mami- digo juntando sus manos con las mías.

Ella me sigue mirando directamente a los ojos, como solía hacer en mi adolescencia para sacar a la luz cualquier temor que yo tuviera, pero aparta la mirada cuando oye sonido procedente del interior de la casa.

-Te he echado tanto de menos, hija

-Mamá solo hace mes y medio que no me ves- sonrió ante su comentario haciendo que ruede los ojos y separe sus manos de mi cara.

Sé que está apunto de recriminarme que es mucho tiempo para una madre, pero el sonido de una guitarra electrónica llega a mis oídos y veo aparecer a mi padre por la puerta de casa vestido con su maillot de ciclismo mirándonos a ambas, mientras apaga la música.

- Estoy de acuerdo con tu madre por primera vez en el día, es mucho tiempo y te hemos echado de menos- dice dándole un sorbo a una botella de agua que traía en su mano derecha, abriéndome los brazos.

Y ahora la que se lanza a correr para recibir un abrazo soy yo. La mañana nos la pasamos hablando de cosas triviales y de mi trabajo. Les cuento el caso de Samantha, pero omito a Jorge de la historia. Por la tarde me encuentro tirada en una tumbona al lado de mi madre, cosa que nunca me esperaba viniendo de mí, porque odio el sol y porque estamos a mediados de Mayo. Estoy leyendo un libro cuando mi madre levanta la cabeza y me mira, y yo pensando que estaba dormida.

-Voy al grano- dice en cuanto se endereza y echa un vistazo a los alrededores asegurándose de que mi padre no esté-. En cuanto entraste por la puerta supe que había pasado algo, cuéntame todo.

Levanto las cejas, es imposible que lo haya descubierto solo por mirarme a los ojos, ¿tanto se me nota?

-¿En serio?.

Su mirada lo dice todo y solo me queda soltar un suspiro antes de contarle todo lo que ha pasado durante este mes y medio. Esta vez nombro a Jorge y la cuento todo, desde el presentimiento en la discoteca, la casualidad en el hospital

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