CAPÍTULO 30

75 8 1
                                    

JORGE

Según James Galway, no estar preparado aumenta los nervios. Y qué razón lleva, pues yo no estaba preparado para un mensaje que lo cambiaría todo.

Después de mi encuentro con Clara la noche anterior, y de la magnífica interrupción de mi hermana, hoy me toca turno de mañana y voy a intentar llegar a la oficina con antelación, para sumergirme en la montaña de informes que tengo que revisar y olvidarme de un asunto al que llevo dándole vueltas desde ayer.

El móvil no ha parado de vibrar desde que salí de casa y sé perfectamente quién es la dueña de esos mensajes que la noche pasada no me han dejado dormir.

Bajo del coche con una nueva vibración de mi móvil e ignorándolo, entró a la comisaría en dirección a mi departamento. Alex está sentado en su sitio y cuando paso por su lado me tiende un café, mientras me recita la larga lista de casos en el día de hoy.

Caminando a mi despacho el móvil suena de nuevo, quitándome la paciencia con la que me había levantado está mañana. Me siento en mi silla después de cerrar la puerta y agarrado ofuscado el dispositivo electrónico que está en mi bolsillo. En él me encuentro un correo electrónico de un antiguo compañero de instituto, que nos convoca a una fiesta de reencuentro de nuestra promoción del instituto. Por otro lado, unos mensajes de Clara me llenan el Whatsapp con fotografías de ella en una sala con pelotas de yoga y unas cuantas señoras sonriendo a la cámara con unas barrigas enormes.

Los últimos mensajes que miro son los que más miedo me dan. Vienen de Instagram, de una cuenta a la que yo no sigo, pero por el nombre se de quien tratan. Cuando entro en mi perfil una pantalla se superpone, avisando que tengo mensajes nuevos.

Cómo si no lo supiera

Omito los mensajes que no he leído y rebobino lo que le dije anoche por mensajes. Fui muy borde con las contestaciones, pero me dio igual.

Deslizó mi dedo por la pantalla y leo los mensajes de ella recién enviados. Me da los buenos días con varios corazones y como si eso fuera poco, un invitación a desayunar en la cafetería que está al lado de la comisaría.

Cuando voy a responder un "no" rotundo, un nuevo mensaje aparece:

—Te aconsejo venir, hace mucho que no nos vemos. Los amigos pueden quedar a tomar café, ¿no?—leo con un susurro.

Tenso la mandíbula, la furia se apodera de mi cuerpo ante el descaro que tiene esta chica al tocar las narices cuando todo va bien en mi vida.

Así que sin esperar un segundo más, me guardo la placa en el pantalón de atrás, cojo el teléfono y salgo del despacho sin mirar a nadie. Pensando únicamente que me sentaré en la silla, le diré que no quiero saber nada de ella y que me deje vivir mi relación con Clara. Estoy decidido a plantarle cara, pero cuando estoy apunto de entrar en la cafetería, me detengo. ¿Cómo se tomará esto Clara?, ¿Le parecerá bien lo que estoy apunto de hacer?, ¿Y si es una trampa, como la de hace cinco años?...

Pero aún pensando en todas estas cosas, abro la puerta. El local es lúgubre y está todo hecho de madera, solo hay una ventana lo suficientemente grande como para dejar entrar la luz justa a la cafetería.

Hay poca gente dentro, por lo que es fácil encontrar ese cabello corto y negro, que no me ha dejado pegar ojo está noche.

Zahira.

Está sentada de espaldas a mí, por lo que no se espera el rápido movimiento que utilizo para sentarme enfrente suyo y la agarro por la muñeca. No pienso irme de aquí hasta que escuche todo lo que tengo que decirle.

Volver a encontrarte [Volver #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora