CAPÍTULO 29

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CLARA

Su risa estalla por todo el local, alertando a varias personas. Levanto el culo de mi asiento y la tapo la boca en mitad de una carcajada. Cuando se calma y sus mejillas dejan de estar rojas quito la mano y vuelvo a mi asiento.

Estamos Alexa y yo en la cafetería de siempre, esta mañana me mandó un mensaje para vernos aquí. Al parecer se enteró ayer, por medio de Alex- con quién está hablando mucho- que hace casi un mes, Jorge y yo somos pareja. No hemos querido todavía decírselo a nadie, únicamente lo ha sabido mi madre y hasta hace unos días Alex, bueno, y ahora Alexa. 

Durante todo este mes, nos hemos dedicado única y exclusivamente a nosotros. Hemos aprendido en este tiempo a conocernos de nuevo, a desnudarnos el uno con el otro– no literalmente, claro está–pero seguramente lo más importante que hayamos compartido durante estos treinta días, haya sido el aprender a querernos.

Nos hemos dado la mano, abrazado y besado en todos los lugares de Madrid, como cualquier pareja normal. Solo hemos pensado nosotros, no hemos pensado en nadie más durante este tiempo.

—Es increíble que me lo hayas ocultado—dice dando un sorbo a su te.

—Todo ha sido muy rápido. Parece que fue ayer cuando me lo propuso y ya ha pasado un mes.

—Un mes en el que no tuviste la decencia de llamarme y decirme, "oye Alexa, te llamo para decirte que estoy saliendo con mi novio de adolescencia"—imita mi voz, haciendo que me atragante con el café.

—Vale, vale. No ha estado bien no decírtelo. ¿Me perdonas?—hago morritos, bajo la atenta mirada de mi amiga. Esta estrategia solo la hago con mis padres y con Jorge, pero esta situación lo amerita.

La sonrisa de Alexa se hace presente al verme de morritos enfrente suyo.

—Eso no funciona conmigo, Clara. Soy inmune a tus miradas y morritos de corderito—deshago mi cara, fulminando a Alexa mientras ella ríe—. Pero te perdono, sabes que es imposible estar enfadada más de un día entre nosotras. ¿Te acuerdas de esa vez que me tiraste a la piscina con la ropa puesta?.

—Si. Estábamos solas en mi casa y no podías ir a tu casa así. Me acuerdo que estuviste cabreada conmigo treinta minutos, hasta que hice tortitas de reconciliación.

Ambas reímos. El ambiente se ha relajado considerablemente.

—Por cierto, dile de mi parte a tu "novio"—dice haciendo comillas con las manos, en forma de burla—. Que como te haga daño como la última vez, no se salva de una patada en las joyas de la corona.

Rio. No puedo dejar de hacerlo cuando ha hecho esa comparación. Y ella ríe conmigo, hasta que se pone seria de nuevo y entrelaza sus manos, jugueteando con sus dedos.

—Te tengo que contar una cosa—dice llamando todo mi atención. Pero cuando va ha empezar  a hablar, algo llama su atención. Me doy la vuelta en la silla para ver qué mira con tanta atención. 

Utiliza la misma ropa casual y elegante que la primera vez que le ví. El pelo le lleva ligeramente despeinado, dándole un aire juvenil aunque a mí me supere por varios años. Muchas cabezas se giran a su paso, pero él sigue avanzando omitiendo lo que provoca en su género opuesto.

Adrian Castell

Veo como pide un capuchino para llevar a la dependienta y lo paga. Antes de salir por la puerta frena en seco y gira su cabeza en mi dirección, pillandome mirándole fijamente. Esa sonrisa que me está empezando a gustar se hace presente en su rostro y levanta la mano libre saludándome. Le devuelvo el gesto y cuando sale de la cafetería vuelvo a sentarme correctamente.

Volver a encontrarte [Volver #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora