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Sus alaridos de dolor inundaban todo el salón, no había rincón alguno en el cual no haya rebotado el sonido, por sus cabellos blancos aun caían gotas espesas de sudor, pero a pesar de aquello, aún sentía todo muy lejano. Me sentía fuera de mí. Estaba cansada.

Me dolía.

—Morgana, basta— Exclamó Tom firmemente mientras me cogía de la muñeca para que bajara la varita.

—No nos está diciendo la verdad— Espete molesta —Los de su clase son capaces de morir por su bien mayor, menuda mierda— Espete antes de volverme hacia Olivander. Pero antes de volver a siquiera mencionar el "cruciatus", Marcus puso su mano en mi hombro.

—Creo que ya es suficiente, almenos por hoy— Habló mirándome directamente. Solté un bufido y le di mi varita de muy mala manera.

No estaba con ánimos de discutir, no ahora —Aburridos— Soltó Bellatrix al acercarse al cuerpo desfallecido del fabricante de varitas —Parate— Ordenó mientras con pequeñas patadas lo llamaba.

Estábamos de camino hacia la sala en dónde se encontraba mi padre, nadie dijo palabra alguna en todo el camino. Y claramente tampoco era como si pudieran decir algo.

—Padre— Dijimos al unísono al entrar.

—¿Y bien?— Cuestionó con una tetrica sonrisa en su rostro.

—Sigue diciendo lo mismo— Respondió Tom, pero antes de que hablara, lo interrumpi.

—Sé que en algún momento va a decirnos, y lo hubiera echo si estos dos no me hubieran detenido, tuvieron compasión del viejo—

—Lo ibas a volver un cadáver, o Demente y así no nos sirve— Contraataco Tom.

—¿Y? No es el único fabricante de varitas, no es indispensable— Respondí cruzándome de brazos.

Todo el salón guardo un silencio muy profundo. Nadie se digno en volver a hablar —Morgana, hija mía, aunque admiro tu pasión. No podemos matarlo, tenemos que conseguir la información ya mismo, seria un desperdicio de tiempo el buscar a otro— Habló mi padre mientras se acercaba a mi.

—Entiendo— Espete algo molesta. Mi padre había empezado a acariciar mi cabello con suma delicadeza.

—No te desanimes ni niña, encontrarás algo más con qué divertirte— Volvió a hablar.

Sin decir nada, o esperar comentario alguno me di media vuelta y me fui, estábamos en la Mansión Malfoy, pero quería quitarme de este lugar lo más pronto posible, así que a paso rápido y decidido me dirigí a la salida.

Realmente esperaba que me dejen sola, era lo que necesitaba en este momento. Así que apenas puse un pie fuera me aparecí en la Mansión Riddle.

El viento soplaba ligeramente, pero a pesar de eso el ambiente era gélido. Iba a dar un paso dentro de la casa, pero me detuve. No sé qué fue, o el porqué me encontraba camino al patio trasero de la casa. Me quité mis zapatos apenas el césped empezó a crecer bajo mis pisadas.

Pero, al levantar mi vista y ver a donde me habían traído mis pasos un nudo en mi estómago se formó, vi aquel árbol bajo el cual alguna vez me había acurrucado junto a él. Y por un momento me vi ahí, en sus brazos. Sonriendo, sonriendole con total franqueza.

Tal vez solo fue idea mía, o solo un espejismo que me convenció que realmente me amaba. Ya no podía aguantar más, y me eché a llorar ahí mismo, podía sentir cómo mis lágrimas caían sin parar, mi respiración me estaba empezando a fallar. Dolía, dolia demasiado. Él me había roto, cómo nunca nadie lo había hecho.

Yo lo había amado con cada parte de mi. Joder, dolia demasiado.

Por favor, esto tiene que parar.

No puedo evitar pensar, qué después de todo, él siempre le perteneció a ella, y ella a él. Siempre se pertenecieron el uno al otro. Así debe ser. Y yo ¿Cómo no me di cuenta? Salgo sobrando.

Maldita sea, debía dejar de llorar, quería dejar de llorar. Pero no podía, no podía evitar pensar en las beses que me besaba y me miraba con lo que pensaba era amor. Maldita sea.

Esto duele demasiado.

Me había esforzado tanto por ser quién necesitará, y finalmente a quién él necesitaba era a ella. Estúpida, ingenua, fui una total tonta emocional al creer que realmente me amaba, o que podríamos llegar a ser. Pero aún no puedo evitar preguntarme si siempre supe que así acabaría todo. O que trataba de convencerme de que lo nuestro nunca acabaría.

Joder, enserio duele demasiado. Un grito salió de mi garganta, pero no pude escucharme, totalmente fuera de lugar me sentía.

Solo quería protegerlo.

Cerré mis ojos al sentir que el ardor iba creciendo considerablemente, ya no podía más. Me permití amarlo a pesar de saber que esto sería probable, es mi culpa. Le permití entrar a mi corazón, le di el poder de destruirme. Y lo hizo.

[...]

—Los veo en la cena— Les dije a mis hermanos antes de encaminarme a la biblioteca, tenía algunos libros que dejar y de paso haría tiempo antes de tener que enfrentar otra vez a la sociedad.

Maldita sociedad.

Pero antes de poder entrar un chico de cabellos morenos y ojos verdes –que conocía muy bien– salía de ahí.
Al verme, me dió una muy rara sonrisa, que nisiquiera me tome la molestia de corresponder, no estaba de ánimos.

Iba a seguir mi camino hasta que Habló —Hey, Morgana... Hola— Saludó tratando de sonar amable.

Instintivamente encarne una ceja para voltearme a verle —¿Qué quieres Potter?— Cuestioné algo irritada.

Tal vez fui muy grosera, pero francamente no me importaba, ahora mismo lo que la gente empiece a pensar de mis modales no era una de mis prioridades, ir a devolver los libros; sí lo era.

—Sé qué no hablamos mucho, pero ¿Cómo estás?— Volvió a hablar con un tono agradable.

—Potter, vuelvo a preguntar ¿Qué quieres?—

—¿Acaso no puedo preguntarte cómo estás?—

—¿Tú? No. Estoy segura que no te interesa. Así que haznos un favor y ve al grano— Respondí algo irritada.

—Vamos, somos amigos—

No pude evitar soltar una carcajada realmente irónica por lo que acababa de escuchar —No somos amigos, no tenemos relación alguna. Y si así fuera, solo sería aquella en la que eres una piedra en el camino para mí familia— Finalicé antes de dar la vuelta y entrar a la biblioteca.

No tarde mucho, para mi suerte hoy no había demasiada gente ahí, así que fue un alivio. Y para mi suerte, en el camino al comedor no me tope otra vez con Potter, era lo último que necesitaba en este momento.
Ni siquiera me causaba intriga el saber porqué tanto interés en mí derrepente. Posiblemente fuera alguna estupidez de la orden, así que no me interesaba.

Al llegar a las puertas del gran comedor, algunas mesas habían callado por completo el cuchicheo, y unos Slytherin que para mí mala suerte conocía muy bien estaba centrando sus miradas en mí. Y cómo había hecho en más últimas noches, los ignore por completo para poder ir con mis hermanos, quienes estaban en el otro extremo de la mesa.

Tom, al verme se paró enseguida y les dedicó una mirada amenazante a las otras mesas, quienes sin nisiquiera dudarlo simularon regresar a sus asuntos.

No tarde mucho en estar al lado de Marcus y con Tom dedicándome una sonrisa.

—Sigo detestando la falta de lógica que tiene la gente, podría arriesgarme a decir que Colagusano es más inteligente que ellos— Comentó Marcus con asco.

—Te voy a ser realmente sincera— Hablé por primera vez desde que me senté junto a él —No me interesa, He echo mil cosas en este mundo, y si para ellos lo único que sus cabezas pueden captar es que me hayan traicionado, no es mi problema— Agregué tocando el tema por primera vez con ellos.

Mis hermanos fueron las personas a quienes recurrí en el momento en que enteré, aunque obviamente nisiquiera pude formular oración alguna, solo estaban ahí para mí mientras yo lloraba toda la noche. No me dejaron sola.

Últimamente había actuado con rabia, y ellos habían sido capaz de soportarme, enserii estaba agradecida con ellos, pero ni siquiera sabía como decirlo.

M O R G A N A - [D.M.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora