Extra (+18)

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Con las manos en la masa








—¿A dónde se desaparece Grindelwald todos los días? —Me había preguntado Tom cuando cerré la puerta que conectaba con el exterior. Suspiré, entrelazando nuestros meñiques en lo que tiraba de él en dirección a los establos.

Después de mucho sexo y ruegos lo había convencido de ir a cabalgar conmigo. Ambos sabíamos que si quería, pero le gustaba que mi forma de pedirle favores fuera arrodillarme delante de él, hacerme una cola y complacerlo hasta que me dijera que si.

—Se dedica a transportar criaturas de forma segura —le expliqué sin poder evitar notar lo bonito que estaba el día. De fondo, el río que separaba los terrenos Grindelwald del resto del bosque brillaba gracias a los rayos de sol que se asomaban entre las nubes, dando una imagen de película—. O eso tengo entendido. Capaz "criaturas" es la palabra clave que usan para las drogas. —Me encogí de hombros.

—¿Eso es lo que les da tanto dinero? —Enarcó una ceja, volteando a verme. Negué.

—No, somos ricos de cuna —le hice saber con cierta arrogancia—. Antes de que se alzara el Ministerio un grupo pequeño de familias controlaba el mundo mágico: eso hasta que el resto se reveló y decidieron construir un régimen que fuera "equivalente" —Dibujé comillas con mis dedos— aunque con el pasar de los años terminó siendo lo mismo, solo que ahora se controla en silencio...

—Al punto —pidió.

—Una de esas familias eran los Grindelwald —le hice saber—. Y hemos sabido administrar tan bien nuestros bienes que todavía tenemos dinero de sobra como para cinco generaciones más —presumí. Rodó los ojos.

—Si, Adele, lo sé: mis ancestros también fueron parte de esa dinastía. —Me hizo saber. Lo miré mal.

—¿Entonces para qué preguntas? —reclamé. Se encogió de hombros.

—No pensé que supieras tu propia historia —dijo sin más.

Realmente, no la hubiera sabido de no ser porque conseguí un libro enorme sobre eso en la biblioteca y aproveché de leerlo para no estar desinformada. Ese tipo de cosas eran necesarias que las supiera.

—¿Cómo no voy a saberla? estoy obsesionada con el tema desde que era niña —medio mentí. Realmente, si me había obsesionado con el tema, pero no precisamente desde que era pequeña.

Volteó a verme, luciendo entre pensativo e interesado. Se veía tan sexy cuando pensaba que quería comérmelo cada vez que me lanzaba esa miradita analítica.

—Pensé que cuando eras niña estabas en el mundo muggle —murmuró, observándome con atención. Miré un pájaro a mi izquierda, fingiendo distraerme, cuando realmente había entrado en pánico al no saber que decir. Que me prenda su inteligencia a veces me mete en tremendos líos...

—Me refiero a cuando volví —aclaré, viéndolo otra vez. Enarcó una ceja.

—¿Y cuantos años tenías cuando volviste? —quiso saber.

—Nueve —respondí sin pensar. Alzó las cejas.

—¿Si? que raro. No se supo nada de ti hasta tus once —casi sentí que me acusó. Bufé, fingiendo estar fastidiada, cuando realmente estaba empezando a desesperarme.

—Si me ibas a interrogar me hubieses dado Veritaserum antes —gruñí, soltándolo. Rio.

—¿Por qué mientes cuando hablas de tu niñez? —cuestionó. Empecé a ponerme de mal humor al verme encerrada ante sus preguntas, entonces improvisé.

Stupid Whore #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora