62 || Mal presentimiento

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Mal presentimiento





Esa mañana me había levantado con el corazón en la boca.

No había comido nada en el transcurso de toda esa mañana porque los nervios no me dejaban ni siquiera estar alrededor de la comida sin querer vomitar. Y Tom ya estaba perdiendo la paciencia por eso. Pero es que estaba tan, pero tan nerviosa que ni el café podía pasar. Ahora si es grave esto.

— Adele — pronunció lentamente, suspirando —. Come.

— No tengo hambre — repetí por milésima vez, cansada de su intensidad —. Deja de insistir porque no voy a comer. No me da la gana.

Él me tomó de la mandíbula con fuerza, agarró una fresa y me la metió a la boca. Traté de escupirla, pero Tom presionó la palma de su mano contra mis labios e inmovilizó mi cabeza. Rodé los ojos.

— Traga — ordenó. Hice lo que me pidió de muy mala gana —. Buena chica. Ahora, toma otra, cometela y deja de quejarte tanto o ninguno se mueve de aquí hasta que comas algo.

— Eso suena a que te estás preocupando por mi — dije para molestarlo.

— Cierra la boca y come.

Resoplé tomando otra fresa y llevándola a mis labios.

— Yes Daddy... — la adentré a mi boca, viéndolo de reojo.

— Deja de llamarme así.

— ¿Cómo? ¿Daddy? — alcé una ceja, divertida.

— Adele — advirtió.

— ¿Qué, Daddy? — pregunté burlona.

— Basta.

Meneé la cabeza y me reí girando los ojos.

— Cómo quieras — me levanté de la mesa.

— ¿A dónde vas? — me preguntó tomándome de la túnica para detenerme.

Agarré un puñado de fresas, una manzana y a mi Webito.

— A mi habitación — dije con obviedad —. Tengo que prepararme para el torneo.

Miró al Webito con el ceño fruncido, como si apenas se diera cuenta de que lo cargaba conmigo.

— ¿Por qué demonios siempre llevas esa maldita mierda a todas partes? — cuestionó.

— Es mi hijo — dije simple.

Entornó los ojos.

— Estás loca — puntualizó poniéndose de pie también y tomando su termo de café —. Vamos, iré contigo. Me aseguraré de que comas.

No me opuse. Realmente, estaba terriblemente nerviosa. Y su compañía me iba a hacer bien. Lo necesitaba. Aunque no fuera a tocarme, tampoco era necesario: solo necesitaba tenerlo cerca para sentirme mejor.

Fui a ducharme y empecé a colocarme mi respectivo uniforme. Recogí mi cabello en una coleta alta, me puse poco de maquillaje y salí después de un rato. Tom estaba sentado en mi cama, solo mirando el piso, pensativo. Cuando salí, se puso de pie y caminó hasta quedar frente a mi. Unas repentinas ganas de llorar me invadieron. Carajo que asustada estoy.

— Ad, ¿que sucede? — cuestionó frunciendo el ceño.

— Solo estoy nerviosa — dije en voz baja suspirando —. Es todo.

— No es cierto, estás temblando — me tomó de las manos —. Y estás helada, Adele, mierda, ¿te sientes bien?

No. No me siento bien. Voldemort regresará esta noche. Todo se va a joder.

— Estoy bien — tragué saliva, tragándome mis verdaderas palabras. No podía decirle lo que realmente pasaba —. Solo... tengo un mal presentimiento.

— Igual yo — admitió entornando los ojos. Lo miré con sorpresa.

— ¿En serio? — cuestioné.

— Así es — murmuró —. Se siente muy... extraño el día. Pesado. Mas oscuro de lo normal. Algo va a pasar — no sabes cuanta razón tienes —. No deberías participar.

— No puedo echarme para atrás.

— No quiero que participes — me dijo —. ¿Qué tal si algo te pasa? no me voy a arriesgar.

Me reí nerviosamente.

— Hasta parece que te preocupara — traté de bromear, pero su semblante no cambio. En su lugar, se tornó incluso más serio.

— Me preocupa — afirmó y me tomó de la nuca con firmeza, sorprendiéndome —. Claro que me preocupa, Adele.

Iba a hablar, pero la puerta de mi habitación sonó, interrumpiendo mi pequeña discusión con Tom.

— Espera — le pedí alejándome de él y acercándome a abrir la puerta. Me sorprendí al ver que fue Draco quien la había tocado... Porque él nunca tocaba.

— Hola — me saludó con algo de nerviosismo e incomodidad.

— Draco. Eh, Hola — lo saludé de vuelta sonriéndole algo forzada.

— ¿Nerviosa? — preguntó rascando su cuello

— Un poco — dije — ¿Pasa algo? — le pregunté, sin querer dar tantos rodeos.

— Solo quiero asegurarme de que estás bien — dijo —. ¿Lo estás?

— He estado mejor.

— Tengo un mal presentimiento sobre esto — me dijo —. Y... Sobre todo, en realidad... pero tu solo trata de mantener la calma y no te apures, ¿okey?

— Estaré bien — le afirmé —. Descuida. No me va a pasar nada.

— Escuché que la tercera prueba es un laberinto... — dijo — ¿No tienes claustrofobia?

— No, no lo creo — le dije.

— ¿Cómo que no crees? ¿Y si te da un ataque de pánico ahí adentro? ¿Y si no consigues la salida? ¿Y si...?

— Estará bien — sentí el cuerpo de Tom pegarse a mi espalda y un escalofrío me recorrió. Los ojos de Draco se endurecieron al ver a Riddle detrás de mi y yo solo tragué saliva, sintiendo como me ahogaba por la tensión de matanza que había en el aire —. Puedes irte.

— Riddle. ¿No te cansas de entrometerte en la vida de los demás?

— No. Adiós — después de eso, le cerró la puerta en la cara.

— Eso fue grose... — antes de que pudiera terminar mi sermón, sentí como me tomó de la mandíbula y me pegó a la puerta para besarme. Empezó rudo, pero después, tomó mi labio inferior entre sus dientes y tiro de él con delicadeza, y siguió besándome lentamente, abrazándome contra él. De repente, pasó de ser un beso agresivo a ser... muy íntimo, y no en un sentido sexual.

Sus labios acariciaban los míos suavemente y de una forma tan tentadora y deliciosa que no pude evitar suspirar. Nunca me había besado así. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello y lo acerqué aún más a mi, perdiéndome por completo en la sensación. Era delicado, húmedo, intenso. Su lengua me rozaba de una forma magnifica, volviéndome loca. La calidez de su boca era tan... adictiva... y la sensación perduró hasta que finalmente nos separamos para recuperar un poco la respiración, y dejó un último y corto beso sobre mis labios. Suspiró.

— Tengo que salir — murmuró —. Nos vemos en el laberinto.

Asentí relamiendo mis labios y alejándome lentamente de él. La sensación del beso todavía me provocaba un cosquilleo en la boca.

— Está bien — dije en el mismo tono, y antes de que se alejara por completó, apreté mis manos sobre su camisa para que se detuviera un momento —. Pero no te atrevas a dejarme allá sola, Tom, o te juro por mi vida que nunca te lo voy a perdonar...

— No lo haré — me tomó de las muñecas y besó mi frente cortamente. Eso me dió una extraña seguridad de que me estaba diciendo la verdad, y termine de ablandar mi agarre —. Te veo después.

Asentí.

— Te veo después.

•••

Stupid Whore #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora