15 || La apuesta

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La apuesta






Un día. Faltaba un solo día para que empezara la primera prueba del torneo y yo estaba hasta paranoica. Por mi mente no pasaba nada que no fuera respecto a eso. Ni siquiera las cogidas de Tom lograban calmarme por completo. Solo era cuestión de minutos para que volviera a sentir ese vacío de ansiedad en mi estómago y dejara de prestarle atención nuevamente.

Tenía un plan, pero no sabía si eso iba a ser suficiente para pasar la prueba y no morir en el intento.

Ahre, que yo puse en mi guion que era inmortal, pero igual.

En ese momento, estaba en la sala común con el sudichoso Tom. Él estaba en un sillón y yo sentada en el suelo a su lado por gusto propio. Cada quién tenía un libro en la mano, leyendo cosas totalmente distintas. Recuerdo que él tenía un libro de la sección prohibida y yo uno de romance. Más específicamente, Orgullo y Prejuicio.

En total, ya había pasado más o menos un mes y medio desde mi llegada a Hogwarts; y yo sentía que todo estaba pasando demasiado rápido. Ya estábamos a mediados de octubre, cosa que me tenía preocupada, porque a eso de agosto iba a tener que regresar a mi realidad original.

Y yo no estaba preparada para regresar.

— Tengo hambre — le dije de repente a Tom, interrumpiendo el silencio que se había formado entre nosotros.

— Es un lugar muy expuesto como para ponerte a comer de mi polla, pero si te gusta el riesgo, podríamos hacerlo — respondió él. Rodé los ojos.

— Dios, no todo se trata de coger. Tengo hambre de verdad.

— Busca comida.

— Tengo pereza.

— Entonces muere de hambre.

— No me da la gana. Pendejo.

Noté como me miró de reojo y seguidamente cerró su libro de golpe, resoplando. Volteó a verme.

— Okey, es suficiente. Deja de hacerte la tonta. Llevo más de dos semanas esperando a que me digas cómo se hace un Horocrux, Adele — dijo.

Y la perra seguía y seguía

— ¿Un qué? — me hice la loca.

— Ay, no empecemos con tu maldita amnesia — rodó los ojos —. Me dijiste en el jardín que sabías como se hacían. Quiero que me digas.

Suspiré meneando la cabeza.

— La gente inventa cada cosa...

— Adele — dijo, con tono de advertencia. Lancé un suspiro y cerré el libro de golpe alzando la mirada hacia él.

— Tom, no soy estúpida. Tú no quieres saberlo solo por curiosidad — negué con la cabeza —. Si estás tan interesado por saberlo, es porque algo harás con esa información. Y yo no te lo diré porque no seré cómplice de tus delitos.

— ¿No confías en mi? — cuestionó.

— No, no lo hago — repliqué.

Él se acercó hasta quedar sentado en el suelo conmigo y fruncí el ceño. Era extraño para mi ver al pulcro y elegante Tom Riddle sentado en el frío suelo con su ropa cara y de algodón de oveja Suiza solo para... estar a mi lado.

Algo anda mal.

Con una de sus manos me tomó por la barbilla y me hizo mirarlo. Entrecerré los ojos con cierta desconfianza.

Stupid Whore #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora