7 || Los amigos no se besan (+18)

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Los amigos no se besan






Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga nosotros tu reino...

Tom me dejó caer sobre la cama y después se subió encima de mí, tocando todo mi cuerpo como se si fuese a acabar el mundo. Sentirlo tan cerca me provocaba cosas inexplicables: desde escalofríos hasta un deseo incontrolable que me estaba haciendo perder la cabeza, ya que cada vez quería más de eso. Sus labios no se despegaban de los míos, y sus manos no se separaban ni siquiera por un segundo de mi piel. Podía sentir la desesperación en sus toques, y yo quería hacerlo sentir lo mismo y que así supiera lo ansiosa que estaba por él, pero no sabía como hacerlo, ya que no había estado en esa situación antes. Me di cuenta que debía decírselo, o me iba a partir en dos.

—Levanta los brazos —ordenó, y yo obedecí casi al instante. Vi mi camisa terminar en el suelo, y al darme cuenta de que si iba muy en serio pensé en que era un buen momento para decirle que era virgen.

—Tom... —hablé con la voz temblorosa, pero sonó más a un gemido. Eché mi cabeza hacia atrás cuando empezó a besar mi cuello, nublándome los sentidos con placer. Quise llevar mis manos a su cabello para atraerlo más cerca, pero me tomó de las muñecas y las puso por encima de mi cabeza, sometiéndome completamente.

—Silencio —su voz vibró contra mi cuello y me estremecí bajo su cuerpo. Una de sus manos fue a mi sostén y... lancé un chillido cuando lo rompió. Joder, que fuerza.

Bajó sus besos a mis pechos y yo parecía una virgen desesperada, porque estaba muy excitada. Sentir sus dientes morder mis tetas, y su lengua acariciar mis pezones me estaba volviendo loca. Quería más. Quería sentirme dominada por él hasta que me tuviera rogando sobre mis rodillas que me hiciera suya. Quería que me ahorcara tan fuerte que le tuviese que suplicar por oxígeno. Quería... Uf, esto está explotando mis fetiches.

—Tom —volví a hablar intentando cerrar las piernas para explicarle la situación, pero él lo impidió colocando su mano justo en mi entrepierna con un azote y di un pequeño salto, siseando del dolor... y de la excitación.

—Ni se te ocurra cerrar las piernas, Adele —dijo sobre mi pecho. Mordí mi labio inferior con fuerza, tratando de controlarme. Estaba hecha un completo manojo de nervios. Si ya de por si Tom me hacía sentir cosas con solo mirarme, en ese momento parecía que iba a desarmarme. Su toque tan sexual y la forma en la que literalmente me estaba devorando las tetas era gasolina para mi entrepierna, la cual seguro estaba vergonzosamente húmeda.

—Tom, escúchame, joder —gruñí cuando empezó a masajear mi sexo por encima de mi pantalón. Dios santo, mi corazón iba tan rápido que creía que iba a escaparse por mi boca.

—Si no son tus gemidos lo que voy a escuchar, entonces no me interesa hacerlo —me gruñó de vuelta, volviendo a mirar unos segundos mis pechos para volver a besarlos, empezar a subir otra vez a mi cuello y terminar en mis labios. Volvió a besarme con desesperación, mordiendo mi boca y apretando mi cintura con brusquedad e intensidad. Sentí que me volvía a perder en él, pero reaccioné soltando una mano de su agarré y tomándolo de la mandíbula para alejarlo de mi con la respiración agitada.

—Tom, soy virgen —solté con los dientes apretados y mirándolo fijamente. Hizo como si no me hubiera escuchado y me besó nuevamente, ahora soltando mis manos para llevar las suyas al broche de mi pantalón y desabrocharlo rápidamente. Cuando sus dedos me empezaron a frotar por encima de mis bragas sentí como cada mínima célula de mi cuerpo se erizaba por la sensación. Sus labios seguían besando los míos como si no se quisiera alejar de ellos, pero volví a apartarlo a duras penas— ¿Ahora eres sordo o qué? Tom, soy virgen —repetí.

Stupid Whore #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora