22 || Make up

9K 947 451
                                    








Make up







Tom entró a mi habitación sin tocar y de inmediato alcé la vista de mi libro para enfocarla en él. Pasó como perro por su casa, dejándose caer sobre mi cama mientras su brazo cayó sobre sus ojos para no ver la luz... o a mi.

— ¿Qué quieres? — me preguntó. Lo había mandado a llamar como 10 veces por los elfos y estudiantes de primer año porque era fin de semana y yo era demasiado floja como para salir de mi habitación a buscarlo.

— Me debes algo — le recordé. Él se quedó en silencio.

— ¿A qué te refieres? — se hizo el loco.

Resoplé.

— Me refiero a la apuesta, Tom.

— ¿Cuál apuesta? — cuestionó, como si de verdad nunca hubiera existido.

— La que hicimos en la sala común — le recordé, viéndolo mal.

— No tengo idea de lo que estás hablando — se siguió haciendo el loco.

Le pegué un almohadazo por la cabeza, y vi como sonrió. Esa sonrisa me produjo un escalofrío por el cuello, y agradecí que sus ojos estuviesen tapados en ese momento, ya que no vio la forma en la que yo lo vi a él con ese simple gesto.

— Pero weno vale, ¿Tú eres marisco o te pican esas nalgas? — le pregunté —. Un trato es un trato, Marvolo. Cumple tu palabra.

— ¿De qué era la apuesta, otra vez? — cuestionó, quitándose el brazo del rostro y mirándome con esos ojos azules que me separaban las piernas como por arte de magia.

— Que te ibas a dejar poner maquillaje si recuperaba el huevo antes que todos — dije.

— Yo no recuerdo eso.

— Tom...

— Y como dices tu: si no me acuerdo no pasó.

Me crucé de brazos, molesta, y él solo rió, negando con la cabeza. Escuchar su risa me hizo sentir cosquillas en los oídos.

— ¡Tom! — reclamé en lugar de decirle cuanto amaba su risa. Resopló.

— No voy a dejar que me pongas un montón de productos pegajosos en la cara, Adele — dijo —. Y mucho menos teniendo en cuenta que ni tu misma te sabes maquillar, ni tenemos el mismo tono de piel.

Lo miré indignada.

— ¿Me estás diciendo negra?

— No necesito hacerlo, tienes un espejo — se encogió de hombros y yo hice un sonido de indignación total.

Perro hijueputa.

— Ya estoy empezando a entender tus insultos raros — sonrió ligeramente, pero casi de inmediato se volvió serio otra vez —. No, Adele, no voy a dejar que me maquilles.

Bufé.

— Entonces no sé para qué aceptaste la apuesta si no ibas a cumplir con tu parte del trato — me quejé —. Eres un tramposo.

— ¿Y te sorprende? — sonrió, alzando las cejas. ¿Puedes dejar de ser tan atractivo, por favor? no me dejas pensar bien. Hice un puchero y me senté inocentemente sobre su regazo inclinándome hacia él, dejándolo ver descaradamente mi escote y la forma de mi espalda arqueada que se veía mucho más provocativa con la falda que llevaba puesta. No pudo evitar mirar y morder con ligereza su labio inferior, deleitándose y calentándose solo con la vista que tenía ante sus ojos.

Stupid Whore #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora