Part 17

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Una semana después el rey y la reina irían a la habitación de multimedios para ver si había alguna grabación en la que saliese la desaparición del guardia Luis, pero tras horas de búsqueda y búsqueda, no encontraron nada. Parecía ser que esas cámaras no querían grabar lo de verdad importaba.

Al día siguiente, todo el reino quedó invitado a acompañar a la familia real a la sepultura sin cuerpo de la princesa Greta.

—Ha fallecido, princesita, ha fallecido, y hay nada que podamos hacer. No sabes cómo me duele tener que decir adiós a un ataúd vacío, pero Greta se merece un último adiós, una sepultura digna, una despedida tal como ella; la princesa, merece. Y nosotros, su familia, la realeza, tenemos que dárselo —dijo la reina Isabel a lady Vilma, cuando ella preguntó por qué iban a enterrar a Greta si no se sabía si estaba muerta.

El templo estaba repleto de gente, e, igualmente, cuando se llevó el ataúd al cementerio real. Éste quedaba a unos cuantos metros del castillo, y solo había unas cuantas tumbas en él, mayormente, de sus antepasados. Cuando el ataúd quedó expuesto a la vista de todos, a la par del hoyo donde iba a ser introducido, para luego ser sellado con tierra, el rey Fabio levantó una mano para indicar que él y la reina Isabel iban a decir unas palabras. El gentío dejó de hablar, y un silencio entero permitió al rey Fabio hablar con claridad.

—Hoy estamos aquí reunidos para despedir a un ataúd vacío, sí, tal vez es un ataúd vacío, pero lo que simboliza, lo que representa, es lo que ciertamente importa. Simboliza la muerte de la princesa Greta, que, tras días de búsqueda, no pudo ser hallada, no se pudo dar con su paradero, ni siquiera se logró encontrar la más insignificante pista o rastro. Por lo que se determinó, y se llegó a la decisión, que a pesar de que no apareció, lo más probable es que esté muerta, donde quiera que esté. Este ataúd representa su vida, su paso por este mundo. Greta siempre vivirá en nuestros corazones, y su legado no se olvidará nunca. Siempre fue una princesa buena, feliz y juguetona, como cualquier niña. Y que terminara de esta manera, simplemente, nos indigna demasiado. Pero a veces suceden cosas malas, que nada podemos hacer para evitarlas, ahora solo decimos adiós al alma de Greta, y le decimos que; tarde o temprano, donde quiera esté, nos vamos a reunir con ella en el mundo de los muertos —finalizó el rey Fabio, dándole la palabra a la reina Isabel. Ella, tomando la palabra, empezó su discurso.

—Yo no voy a ser tan sentimental, tal como mi esposo, el rey Fabio. Hoy os digo, aquí, al lado de este ataúd vacío, que el que secuestró a mi hija, a mi querida Greta tiene un precio, y es muy alto. Él o ella, va a pagar por sus crímenes, y, tarde o temprano, su identidad será descubierta, lo juro, como que mi nombre es Isabel. Además, de hoy en adelante, queda rotundamente prohibido decir el nombre de Greta, y también queda rotundamente prohibido poner ese nombre a alguna niña, el que haga lo contrario, recibirá como castigo tres meses de cárcel. Mi niña no merecía esto, pero no podemos evitar el hecho de que a veces en el mundo hay personas que son peor que una piedra en el zapato, y te juro si estás oyendo esto, si tú, infeliz, estás aquí hoy, vas a pagar con tu sangre lo que hiciste. Lo juro, esto no se va a quedar así, mi Greta, no, mi Greta no —dijo la reina Isabel sollozando.

El rey Fabio la abrazó por la espalda, y ella recostó la cabeza en su hombro. Posteriormente, dieron sepultura al ataúd y las personas, tras decir un pésame, se fueron retirando, una a una, hasta, solamente quedar la reina Isabel, el rey Fabio y la princesa Vilma frente a la tumba que citaba:

Aquí yace Lady Greta 1989-1999

—Te voy a extrañar, hermanita —dijo Vilma, mientras lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

—No llores, Vilmita, a ella no le gustaría que llorases, a ella le gustaría que siguieras sonriendo, que siguieras disfrutando de la vida, ya que es un regalo, y como tal, es hermoso —dijo el rey Fabio, dedicando una mirada de melancolía a Vilma.

Ella, por su parte, no pudo evitarlo, y siguió sollozando. Su padre la abrazó fuertemente. Un momento después, la reina Isabel puso un enorme ramo de perfectas rosas blancas en la tumba de Greta, junto al ramo, una carta cubierta por un sobre color rosa pálido.

—Adiós, mi niña —dijo Isabel, y se puso a llorar.

El rey Fabio, soltando a su hija, la envolvió con sus brazos.

—Jamás pensé que iba a tener que hacer esto —dijo la reina Isabel, llorando a mares sobre el hombro de Fabio.

—Sí, lo sé. Lo sé, nadie lo quería, nadie deseaba que esto pasara. A nadie siquiera se le pasó por la mente este momento, mi amor —dijo el rey Fabio, palmando con suavidad la espalda de la reina Isabel.

Nunca en toda la historia del reino se había vivido y respirado unambiente más triste y desdichado, el tipo de ambiente que jamás se esperarespirar, pero que a veces, viene impulsado por un inesperado tornado. 

48 hours to fall in loveWhere stories live. Discover now