Capítulo 80

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El día por la isla había sido espectacular. Los padres de Agoney en todo momento estaban pendientes de que Raoul se encontrara cómodo y a gusto.

La vuelta a casa fue como si a Agoney le tiraran un jarrón de agua fría. Sabía que Raoul tenía que mirar los billetes de avión y, aunque a él le ponía triste, no podía hacer otra cosa.

Agoney está en la ducha y Raoul sentando delante del ordenador que hay en la habitación. Está comparando precios de viajar un día u otro, de volar a una hora o a otra cuando la madre de Agoney asoma la cabeza por la habitación.

-Raoul, ¿encontraste algo ya?

-Sí. Pero no sé cuánta gracia le hará a Agoney irse mañana a la noche.

-¿Mañana? – Se sorprende ella.

-¿Es demasiado precipitado, verdad? – Dice volviendo la mirada al ordenador para buscar otro vuelo algún día después.

-Un poco sí, no te lo voy a negar – Dice entrando a la habitación y cerrando la puerta tras ella. -Pero mejor hacerlo en caliente que esperar, ¿no crees?

-Tienes razón, que sea lo que tenga que ser.

Raoul selecciona el vuelvo que sale mañana a la noche, dos adultos y le da a continuar.

-No, no – Dice la madre de Agoney. -El billete de Ago se lo compramos nosotros.

-No. -Suena tajante. -Es una idea mía y se lo voy a comprar yo.

-Pero no puedes correr con todos los gastos tú solo.

Raoul gira la cabeza para mirar a la madre y sonríe. Le dice que no hay vuelta atrás, que no se enfade pero que se lo va a pagar él. Están hablando cuando la manilla de la puerta baja y abre Agoney con la toalla alrededor de la cintura.

-¿Qué haces aquí, mamá? – Pregunta mirando a ambos.

-Vine a mirar si ya había comprado el billete y si necesitaba algo. – Responde con toda tranquilidad dándose media vuelta, para que Raoul aproveche a reservar el vuelo y cerrar las pestañas antes de que Agoney le pille.

-¿Ya lo cogiste? – Se interesa Agoney sin mirarlo, caminando hasta donde tiene la ropa interior.

-No, aun no.

Raoul aprovecha a gesticular con la boca un "gracias" a la madre de Agoney cuando le vuelve a mirar.

-Bueno chicos, yo me voy a preparar la cena. – Abre la puerta. -Luego os aviso.

Raoul se levanta del escritorio y camina despacio sin quitarle la mirada hasta que está enfrente de él. Desliza su dedo índice desde la nuez de Agoney hasta el ombligo donde hace una parada, para luego seguir bajando hasta rozar la toalla que le cubre la desnudez. Agoney intenta coger aire pero se ahoga en el intento y jadea.

-Chssss – Le dice con sus labios encima de los de él. -Tus padres están detrás de la puerta.

-Ra... Raoul, para. – Consigue decir.

-No sabes lo que quiero hacerte.

-Dios, Raoul - respira -no es el momento de ponernos cachondos, ¿lo sabes, verdad?

-¿Quién dijo que yo lo este? – Le pregunta antes de pasarle la lengua por los labios para humedecerlos. -Aquí al único que veo con ganas de algo, eres tú.

Raoul introduce su lengua en la boca contraria sin dificultad, y comienzan a besarse. Vuelve a subir la mano que tenía tocando la toalla hasta agarrarle de la nunca, para no dejarle escapar del beso. Mueve su cabeza hacía la derecha para tener mejor acceso a la boca, juega con su lengua una vez que encuentra la otra. Agoney pasa los brazos por detrás de la espalda de Raoul, baja las manos hasta agarrar su culo y lo atrae hacía él. Quiere sentirlo cerca. Raoul corta el beso llevando la boca hasta la oreja de Agoney.

-Más, Ago, apriétame más contra ti. – Dice de manera pausada respirando en su oído.

Agoney se apoya contra el armario que tiene detrás y obedece, abre las piernas lo que le permite la toalla y le junta más a él. Las manos de Raoul se deslizan desde la nuca hasta su pecho, donde juega con los pezones endurecidos.

-Te quiero volver a sentir dentro de mí. – Le muerde el lóbulo de la oreja antes de hablar.

A Agoney le tiemblan las piernas y Raoul lo nota, al igual que siente que está cachondo y que el movimiento de caderas lo hace con la intención de aliviarse contra él. Busca su boca, si no puede sentirlo de una manera quiere hacerlo de otra. Le besa con intensidad, con ganas y con mucha saliva entre ellos.

-Chicos, la cena está lista – Grita la madre.

Ellos que lo oyen dejan de besarse aunque durante unos segundos sus bocas no se separan.

-Dios, Raoul, ¿qué hacemos? - Dice Agoney intentando separarlo y llevándose las manos a la cara.

A Raoul le encanta que haga ese gesto, es como muy de él ya. Da un paso atrás y lleva sus manos hasta donde Agoney tiene las suyas y poco a poco se las quita.

-Ey, mírame. – Le dice bajito. -¿Perdóname, vale? – Acerca su cara para darle un pequeño beso en los labios.

-No es culpa tuya, Raoul. – Le coge de la cara. -Yo también quise seguir. Cuando se trata de ti - le besa -No sé pararte. – Se ríe.

-Cuando te pille esta noche en la cama – Se separa por completo de él -no vas a saber ni vas a querer pararme. – Le advierte con una sonrisa pícara en la cara.

-Raoul, no.

-Eso ya lo veremos. – Se recoloca la camiseta a medida que camina hacia la puerta. -Vístete, que la cena nos espera. – Sale de la habitación, no sin lanzarle un beso antes de cerrar la puerta.

Agoney sigue en la misma posición en la que le ha dejado Raoul. Está apoyado en el armario con las piernas ligeramente abiertas y una pequeña erección que va menguando. Antes de vestirse e ir a cenar, cierra los ojos, se muerde el labio y no puede evitar pensar que bendita locura la que está viviendo.

Después de la cena, Raoul se levanta de la mesa con la excusa de que va a llamar a su familia, pero guiñando un ojo a la madre de Agoney, ésta sabe lo que va a hacer. Llega a la habitación, vuelve abrir una pestaña de internet e introduce sus datos y los de su chico en la página de la compañía de la aerolínea en la que va a coger los billetes para los dos.

Minutos más tarde tiene en su correo la confirmación del viaje para dos personas a Barcelona para mañana a la noche. Acto seguido llama a su madre y le cuenta los nuevos acontecimientos, quedando en hablar antes de subirse al avión. 

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