Capítulo 75

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Se encuentran todos sentados alrededor de una mesa en el restaurante al que los padres de Agoney habían decidido ir. Raoul está encantando de estar allí, en cambio Agoney se siente un poco raro. Está a gusto y feliz pero, si es verdad que nunca llegó a imaginar que Raoul y sus padres se fueran a encontrar y mucho menos a estar compartiendo mesa.

Raoul se deja conocer un poco más por las preguntas que le hacen todos los miembros de la familia, incluso Agoney responde a veces por él.

Durante la comida no faltan ni sobran las miradas que se dedican, así como los pequeños gestos que tienen. Nadie salvo su madre los vio besarse y, no saben si ella diría algo a los demás o no. Por eso no quieren llamar mucho la atención aunque saben que no lo están consiguiendo muy bien, porque están continuamente uno pendiente del otro, por no hablar de que se dan por la mano por debajo de la mesa, para relajarse y sentir que están ahí.

Después de la comida, y antes de que les sirvieran el postre, parece que los astros se alinean para dejarlos solos unos minutos. Su padre salió a fumar y su hermana junto a su madre fueron al baño.

-¿Estás bien? – Le dice mirándole y cogiéndole la mano por encima de la mesa.

-Sí. Tus padres son encantadores. – Le sonríe. -Aunque creo que...

Agoney no le deja acabar de hablar, porque con la mirada fija en él y con una sonrisa en la cara, se acerca hasta que consigue atrapar los labios de Raoul, cogiéndole la cara con la mano.

-Lo sabía. – Dice su hermana que acaba de aparecer en la mesa.

Agoney se separa de Raoul y la mira cómo se sienta en la mesa con una sonrisa en la cara.

-Aunque creo que tu hermana nos tiene calados. – Termina de decir Raoul.

-No creáis que estáis siendo muy cuidadosos, pero en casa ya me olí algo y ahora lo acabo de confirmar.

-¿El qué has confirmado cielo? – Pregunta su madre volviendo del baño.

-Qué aquí tu hijo. – le señala. - Y su amigo... - No sabe qué decir. -Son algo más que amigos. ¿Verdad, Ago?

En este momento Agoney no sabe dónde meterse. Raoul creía que había superado el momento de vergüenza pero ya ve que no, que este chico no es solo vergonzoso con él, también lo es hasta con su familia. Sin hacer ningún movimiento brusco para no asustarle Raoul baja la mano de la mesa y la lleva hasta la pierna de Agoney. Una vez que la apoya y le aprieta haciéndole saber que está ahí, la deja encima sin moverla. Agoney en cambio le mira, le sonríe y aunque es consciente que su hermana y su madre no les quitan la vista de encima, se atreve a decirle gracias con los labios.

-No, Glenda – Contesta Agoney sin volver a mirar a Raoul porque sabe que no sería capaz. -Solo somos amigos.

-Bueno cariño. Todo llegará – Responde su madre mirando la tristeza en los ojos que a ambos se les puso, sobre todo a Raoul que lo miraba mientras Agoney contestaba antes a su hermana.

-¿Amigos que se besan? – Continúa Glenda. -Pues que curioso...

Agoney se levanta de la mesa molesto y esquivando a su padre que llega a la mesa, va al baño. Le molesta mucho que su hermana le cuestione lo que él le acaba de decir. Es verdad que lo hace para que piense. Siempre que le ve en una encrucijada o no sabe qué decidir ante algo, ella le ayuda siendo un poco su conciencia, pero ahora no es el momento.

-¿Está bien? – Pregunta su padre sentándose en la mesa.

-Sí, no te preocupes. – Le responde su mujer. -¿Raoul, cielo, quieres ir a ver si Agoney se encuentra mejor?

Raoul asiente con la cabeza y se levanta de la mesa.

Cuando llega a la puerta del aseo la abre con cuidado, porque no sabe si va a haber alguien más allí o no. Entra y está solo frente a los lavabos. De las dos puertas que hay, una está cerrada y está seguro de que allí está Agoney.

-Ago, ¿puedes salir por favor? – Dice mientras se apoya con la espalda en la pared.

Por unos segundos no escucha absolutamente nada, hasta que oye el pestillo de la puerta, ve como la manilla se baja, se abre la puerta y sale Agoney un poco cabizbajo. Raoul al verlo así solo le sale acercarse a él y acogerlo en sus brazos. Agoney no duda ni un minuto en abrazar el cuerpo que lo abraza a él, que lo sostiene.

-¿Por qué te has puesto así? – Pregunta Raoul con el cuerpo contrario entre sus brazos.

-Porque mi hermana tiene razón. – Contesta sin separar la cara del cuello en el que tanto le gusta estar. -No somos amigos

-¿No somos amigos, Agoney? – Vuelve a preguntar mientras le separa con un poco de esfuerzo para poder mirarlo a los ojos.

Cuando los ojos se encuentran, se miran pero ninguno de los dos tiene la mirada alegre, esa mirada de la que se fueron enamorando poco a poco, pero que en dos días los atrapó y ninguno de los dos es capaz de admitirlo en alto. 

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