7. El valor de la confianza

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Una tarde, Jungkook había ido a la universidad para hacer unos trámites que aún necesitaba realizar para que toda su información estuviese registrada en el sistema de la universidad y fuese alumno oficial de ésta. Además también había ido por algunos libros.

Caminó en dirección a la biblioteca al salir de uno de los departamentos y desde lejos pudo ver a Jimin acompañado de lo que supuso eran sus compañeros de carrera.

Se apresuró para entrar a la biblioteca antes de que fuese notado por su compañero de habitación. Prefería que no le viese por ahí, le daba vergüenza de solo pensar que se le acercase y le hablase estando en compañía de otras personas. Jimin parecía de cierta manera popular, y él no lo era.

Mientras caminaba entre las estanterías llenas de libros y tomaba uno para inspeccionar si le servía o no, se sentó en una de las mesas y miró por la ventana. El campus era sin dudas impresionante. La arquitectura de las edificaciones era inglesa de estilo gótico, con grandes ventanales que parecían salidos de una película de la época medieval. Los tejados anaranjados le daban color al estilo lúgubre de los ladrillos grises de los muros.

Entre medio de cada edificación había distintos jardines y espacios al aire libre conectados por senderos y donde Jungkook veía gente pasar constantemente.

Jungkook no tenía compañeros de universidad aún, a diferencia de Jimin. Él no iba a clases presenciales, el estudio era a distancia y sólo el examen prelimirar y el examen final de ingreso eran presenciales.

Pensaba en lo que Jimin le había dicho, en cómo había estado viviendo según lo que su padre creía mejor y se dio cuenta que a cuestas de eso había perdido su autonomía. No era coincidencia que todos los chicos que veía allí fueran tan sociables y supiesen desenvolverse en ese ámbito social y, además, competitivo.

Jungkook había sido sobreprotegido toda su vida, y por sobre todo adoctrinado bajo un sistema cristiano. Y más allá de que su padre pudiese tener las de las mejores intenciones, aquello le había costado burlas y verse siempre alejado de la vida que la mayoría de los jóvenes llevaba.

Por gran parte de su vida no le había interesado que esto fuese de tal manera, su padre le había dejado en claro que quienes lo trataban así por vivir honestamente para una causa como lo era la palabra del Señor, no tenían por qué merecer su importancia. Sin embargo, conociendo a Jimin, quien parecía ser la única persona interesada en interactuar con él, comenzaba a sentir que se desplegaba frente a él una oportunidad de ser alguien más, alguien distinto a lo que pensaba era su aburrido destino.

No se había cuestionado nada, no hasta que alguien con los ideales de Jimin se cruzó en su vida.

Suspiró cansado. Ni si quiera había abierto el libro que había tomado de las estanterías, y aun así se inclinó sobre el objeto y apoyó su frente contra éste intentando respirar tranquilo.

La vida era agotadora. Por momentos su respiración se hacía pesada, y a veces la sensación agobiante le duraba por días, más de los que esperaba. A veces sólo deseaba no tener tantas preocupaciones en su mente, tantos retazos de inseguridades, de miedos y confusión tomando riendas sueltas en su vida.

Le desanimaba el hablarle a su madre por sus adentros y no encontrar ninguna paz. Su padre le decía que podría encontrarla, que podría escuchar la voz de su madre en su cabeza si se comunicaba con ella a través de Dios.

¿Por qué debía ser a través de él? Ni si quiera podía comunicarse con ella por su propia cuenta. Le agobiaba, le asfixiaba.

¿Qué pensaría Jimin al respecto? No había querido decirle que una de las razones por las que él estaba tan desencantado con la vida era la muerte de su madre. ¿Pensaría que era una estupidez que él quisiera hablarle en su mente? ¿Pensaría que era tonto que quisiera creer que su madre aún estaba en algún lugar?

• Vitam Aeternam ~ [JIKOOK] •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora