40. Ni aquí, ni en ningún lugar

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Jihyun había mantenido la cabeza entre sus manos, mirando hacia el suelo entre sus piernas por un buen par de segundos, mientras estaba sentado sobre el colchón de la cama de su hermano. Cuando decidió volver la mirada al frente, Jimin caminaba en la habitación de un lado a otro, mordiéndose la uña de su pulgar derecho. Verle así era suficiente para saber lo que sucedía en su cabeza; las ruedas giraban compulsivamente en busca de una salida.

Jimin no era el tipo de persona que faltaba a la tradición o a las reglas de la fraternidad. Él era disciplinado y responsable. Probablemente por ser el hijo de uno de los fundadores había puesto tanta presión sobre sí mismo.

Para Jihyun, Jimin siempre había sido inmaculado en su sentido de responsabilidad por Alpha chi lambda. Se tomaba las actividades y costumbres con seriedad. Era comprometido, y a pesar de que todos los que se iniciaban hacían una promesa de devoción a Tamon, nadie había demostrado con acciones tanta devoción como Jimin.

En cambio, él era diferente. Siendo el hermano mayor había marcado su propio camino. Jihyun era el tipo de persona que adoraba estar rodeado de personas, y si podía saltarse horas de estudio para estar con amigos, lo hacía con mucho gusto. Prefería beber en conjunto a sus compañeros antes que sentar el trasero en una silla y estudiar. Con su inteligencia le bastaba y tenía la capacidad de retener información con solo leerla. Le gustaba vivir cada segundo. Así, Jihyun siempre había sido visto como alguien espontáneo y, en ocasiones, hasta desordenado.

Las personas pensaban que Jimin era igual que él; confiado y optimista. Pero su hermano nunca había logrado encontrar su camino. No importaba lo que fuese que Jimin intentara con su propia vida, simplemente parecía estar intentándolo duro a cada momento y aun así nunca parecía suficiente para llenarse.

Decía amar tanto a la fraternidad, dedicando la mayor parte de su tiempo a ésta como si fuese lo único que deseaba, pero incluso con tanta pasión dentro suyo, siempre parecía ser arrastrado hacia abajo por algo más grande que ni él podía dilucidar.

A Jihyun le parecía estúpido cada vez que las personas pensaban que conocían bien a su hermano. "Encantador, alegre y orgulloso". Claramente no le conocían para nada.

De las apariencias hacia la realidad había un extenso trecho. Jimin podía tener mucha energía, ser productivo y verse eufórico, pero también podía tener momentos depresivos donde gran parte del tiempo sólo deseaba no ser notado por nadie y no hacerle frente a un nuevo día. Las personas no lo notaban porque él era bueno escondiendo partes de sí mismo, su determinación por mostrarse como Park Jimin, sublíder de Alpha chi lambda, era mucho más poderosa. El sentido del deber era lo que le empujaba cada vez.

Pero él era su hermano, y le conocía del derecho y del revés. Cada pequeño gesto, cada pequeña mueca. Cada cosa que hacía la leía como si se tratase de un libro en un idioma que sólo él podía descifrar.

Nadie lo notaba, pero Jimin era infeliz.

Park Jihyun, como miembro fiel de Alpha chi lambda, amaba a la fraternidad, pero más amaba a su hermano, y siempre haría lo necesario para sacar a Jimin ileso de lo que fuese en lo que se hubiera metido.

- ¿Podrías quedarte quieto un segundo? – le preguntó, esperando que en algún momento dejara de caminar compulsivamente por la habitación – Hazme el favor de sentarte de una vez – le suplicó con la voz pesada de preocupación.

- No puedo sentarme.

- Sí, puedes. Sólo hazlo y respira.

Pero Jimin continuó. Sólo tomaba unos segundos clavando la suela de sus borcegos en un punto del suelo de la habitación, se rascaba el cabello con inquietud, y cuando parecía estar por hundirse en un hoyo negro, volvía a caminar hacia otra dirección para evitar ser atrapado por la oscuridad de su mente.

• Vitam Aeternam ~ [JIKOOK] •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora