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Ethan

Le había prometido a Mia que encontraría a alguien que pudiera ayudarla y sabía perfectamente quién podría hacerlo pero...

El problema era cómo iba a pedírselo.

—Papá... Necesito pedirte un favor.

Mi padre dejó escapar un sonoro suspiro.

—Espero que no vayas a mencionarme otra vez lo de tu despiste del otro día.

—Ah... no. No iba por ahí el tema.

Resoplé, recordando a qué se refería. El día del partido fue muy bien, salvo por el pequeño GRAN inconveniente de que como estaba en las nubes me dejé el móvil en el gimnasio de La Calle. Y sabía con total seguridad que no volvería a ver ese teléfono.

—¿Entonces para qué me necesitas?

—Tengo una amiga que necesita ayuda con el voleibol y a mi me encantaría poder ayudarla pero aún no tengo la suficiente técnica para hacerlo así que...

—Olvídalo, Ethan. No juego voleibol.

—¡Vamos, papá! ¡No lo hagas por mí! Hazlo por ella. Lleva esforzándose para ser una buena libero desde que llegó.

—¿Ser una buena libero? ¿Sobre quién estás hablando?

—Sobre Mia.

Abrió los ojos, sorprendido.

—¿Te refieres a la hija de Samuel?

—Sí. Últimamente parece más negativa de lo que debería. Dice todo el rato que no será capaz de cumplir su función como libero.

—Le echaré una mano.

—¿En serio?

—Sí. No voy a dejar que se hunda en la miseria solo porque ha perdido un partido. Me recuerda demasiado a... su padre.

...

Dylan

Comencé a jugar voleibol cuando era joven. Nunca me había interesado y eso que tenía familia que lo jugaba y les gustaba bastante. Pero un día el simple hecho de ver un partido despertó mi interés.

—¿Voleibol?

Mi mejor amigo, Samuel, no estaba muy convencido de jugar.

—Hazme caso, es mejor de lo que crees. Yo pensaba lo mismo cuando me lo dijeron.

—Aún si tienes razón, que dudo que la tengas. ¿Eres consciente de que aquí no se juega otro jodido deporte que no sea el fútbol?

—A ver sí, pero...

—Ya me estoy imaginando a los gilipollas del instituto gritándonos maricones. Odio vivir en este puto pueblo de mierda.

—¿Por qué no intentarlo? Sam, te prometo que te lo vas a pasar bien. 

—Está bien. Practicaremos cerca de mi casa.

—¿Dónde está la antigua pista de tenis? Vale. Llama a Jaime y al resto, a ver si se apunta.

Y así empezamos a jugar. Cada tarde, en un suelo que no estaba hecho para ello, sin redes y con una pelota que estaba reventada a golpes. Sin esperanzas de aspirar a mucho más, sin ninguna visión a futuro. Excepto por parte de un servidor

Un día alguien nos pilló jugando y al parecer sirvió porque dos meses más tarde una pista de voleibol había terminado de construirse.

—Seguramente fue Rafa, el que trabaja en el ayuntamiento. Ya sabes que de joven jugaba al voley y además le caemos bien—Samuel habló desinteresado.

A medida que fue pasando el tiempo conseguimos que más amigos se unieran a toda esta locura. Aún teniendo aquella pista nueva, tampoco es que el terreno ayudará mucho a hacernos avanzar.

La pista ni siquiera está cubierta así que aunque estoy más animado por el tema de que tendremos un buen sitio para jugar seguimos teniendo un problema.

—Esto podría mejorar—le dije a Sam.

—Es un comienzo al menos. Aunque no creo que vayamos a avanzar mucho más con todo esto—me contestó.

—Creo que habría que empezar por buscar un capitán. Yo por ejemplo estaría bien

Jaime era un poquito subnormal, pero vamos era un tío gracioso cuando quería.

Sam suspiró.

—Hay que votar por un capitán, matao. Yo no me presento. ¿Quién sí?

La mayoría se quedaron callados, menos Jaime que ya sabemos lo que dijo. Sam me buscó con la mirada

—¿Y tú, Dylan? ¿Te presentas?

—Bueno, vale. ¿Por qué no?

Menuda locura.

—De todas formas yo creo que seré el elegido—dijo Jaime con la cabeza bien alta.

Todos votaron y el elegido no fue nada más y nada menos que...

—Dylan. Has ganado por lo que parece—dijo Sam con una sonrisa.

—Pues ahora que lo pienso no creo que nos haga mucha falta un capitán. Además, tampoco es que Dylan tenga madera de líder.

Sam parecía molesto.

—Siempre igual, Jaime. Acepta que has perdido, anda.

—Calla, maricón.

—Maricón dice el imbécil este...

—¿Imbécil? Al menos yo sé jugar.

—¡Pero si tus remates le dan a la red, gilipollas!—gritó Samuel, ya harto.

—¡Ya está bien vosotros dos! Somos un equipo, si tenéis algún problema lo solucionáis aquí y ahora. No voy a permitiros que causéis malos rollos en el grupo. Si no estáis a gusto, os vais.

—Está bien. Perdón...—Sam se disculpó.

—Ahora el nuevo capitán nos tendrá como perritos falderos. Increíble...

—No estoy dispuesto a que sueltes mierda de mí. Así que si no estás contento puedes simplemente ignorarme o bien irte. Lo que tú prefieras.

—Hmph...

El conflicto quedó ahí y nadie volvió a hablar del tema pero lo cierto es que Jaime siguió mandando indirectas sobre lo superior que era a todos, sobre todo a mí.

Qué tío más tocahuevos...

El rumor de que había unos chicos jugaban por las tardes voleibol se extendió por todo el pueblo. Y aquello despertó el interés de muchos, en el buen y mal sentido.

Una de las consecuencias más aparentes fue esta.

—¿Sam? ¿Pasa algo?

Hablé preocupado. Sam no era de llamar sin avisar a no ser que fuera urgente.

—Tienes que venir al campo de voley. Ya.

Mierda.

Colgué y me aseguré de llegar lo antes posible. No solo me encontré con las expresiones serias de mis amigos sino además con la red de voleibol destrozada y despedazada en el suelo.

No, joder. No puede ser, tío.

—¡¿Qué ha pasado?!

—No lo sabemos. Cuando llegamos aquí la red ya estaba así—Samuel le dio una patada a los restos de la red y reprimió las ganas de gritar.

—La gente del pueblo piensa que el voleibol es una mariconada así que en algún momento tenía que pasar—Jaime nos miró como si él ya supiera que aquello iba a ocurrir.

Nadie confiaba en que todo aquello fuera a funcionar. Querían que nos rindiesemos ya.

No está entre mis planes tirar la toalla. Y mucho menos sin haber puesto todas mis ganas en ello...

Fuera de juego, capitán (Capitanes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora